7-. Pequeña traidora

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Barbossa se obstinaba en proclamar cuánto despreciaba que sus planes siempre se vieran arruinados por mi culpa. Había blasfemado en nombre de todos los demonios del averno, expresando de innumerables maneras lo que haría si estuviera libre y me tuviera frente a él. Mientras tanto, yo aguardaba pacientemente a que la señorita de cabello dorado considerara que su deuda aún no estaba satisfecha. Una botella de ron esperaba ansiosamente mi atención.

El último recuerdo que tengo de ella es el impresionante y doloroso golpe que me asestó en el estómago. Era sorprendentemente fuerte para su edad, o quizás yo me hallaba ya demasiado debilitado para la mía.

—¿Sabes algo, Jack? —murmuró Barbossa, finalmente renunciando a culparme—, el tesoro estaba al alcance de nuestra mano, podríamos haber sido los únicos piratas que se hubieran apoderado de una riqueza inimaginable.

—¿Eso crees? Pues yo pienso diferente. Con esas estupideces de maldiciones que dejan los otros piratas, creo que nadie podría apropiarse de nada.

—Pues yo sé quién es la respuesta a esa estúpida maldición, como la acabas de llamar.

—Te has convertido en un embustero —subrayé mientras lo observaba sin ningún atisbo de burla —. Los años te han hecho mella, y esa pata de palo que cargas, Héctor. Apuesto a que darías lo que fuera por regresar a los días en que lideraste el motín en mi contra.

—Dudo mucho que desees ser el mismo pirata que perdió su barco en aquel amotinamiento. Por cierto, espero que sigas visitando la isla donde un día te nombramos gobernador.

La tripulación entera estalló en risas ante esta situación, mientras Gibbs alzaba los hombros como respuesta. Sabía perfectamente que esas ofensas carecerían de importancia al amanecer.

—Y, además, Jack —insistió Héctor —, considerando que es posible que no salgamos de esta situación, seré un hombre generoso y te revelaré el nombre del descendiente de Arthur Gells. Quizás ese secreto te haga el camino al más allá un poco más llevadero.

Se acomodó en unos cajones apilados a un lado, y su tripulación junto con algunos de los míos se sentaron alrededor de él, ansiosos por escuchar la historia. Gibbs y yo, por otro lado, no cedimos tan fácilmente y preferimos mantenernos a cierta distancia, aunque un buen relato no vendría mal como una última cena.

—Fui amigo de Arthur Gells —la sorpresa que aquella verdad generó en mí fue evidente, lo que alentó a Barbossa a continuar su relato con un orgullo aún mayor.

—Es uno de esos secretos que guardas durante años y años hasta que te das cuenta de que, si no lo compartes, explotará en tu interior. Pero dime, ¿cómo pudo confiar en ti? Yo no lo hubiera hecho con tanta facilidad —respondí, acercándome más a él y aguardando que continuara con su relato ficticio.

—Pero, capitán, usted confió en él —Gibbs hizo un comentario perspicaz, y asentí en concordancia.

—Tiene razón, Maestre Gibbs. Aunque en aquellos tiempos, era una persona muy diferente. Verás, Jack, antes de robar el Perla Negra y unirme a tu tripulación en busca de la Isla de la Muerte, fui el segundo al mando del pirata Gells. Debo decirte que conseguíamos todo lo que nos propusiéramos, navegábamos sin rumbo fijo y encontrábamos emocionantes aventuras y recompensas. Aunque debo confesar que ser parte de su tripulación era un tormento. Arthur se deleitaba con el sufrimiento ajeno, y eso nos enseñó a ser piratas según sus propias reglas. Aunque esos tiempos tuvieron sus momentos buenos, también hubo tiempos difíciles. El capitán estaba encantado de ser quien era, las mujeres competían por ser sus amantes, y no tenía reparos en despreciar esos regalos, hasta que llegamos a Rex. Ese día nos anunció que teníamos permiso para hacer lo que quisiéramos. Yo decidí quedarme con él y juntos exploramos la ciudad. Planeábamos robar algo y luego dirigirnos a una taberna a beber. El plan iba excelente hasta que se cruzó con una elegante dama. No creo en el amor eterno, pero pude ver cómo, de inmediato, todo lo demás desapareció y solo existían ellos dos. Las semanas pasaron, y el capitán ya no era el mismo, siempre encontraba excusas para no zarpar de ese lugar, lo que enfureció a su tripulación y comenzamos a considerar un motín...

Piratas (En Reedición)🚩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora