Capítulo 5

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Las flores en la pradera se mueven con gracia, como si fuesen acariciadas por el viento. El sol apenas sale, y es testigo de una absurda cantidad de flores.

¿Cómo sucedió algo así en menos de un día? Sin duda, esto debe ser obra de Cherry.

Amo la primavera, tanto que mi apellido es “Spring”. Lo extraño, es que de algún modo la estación no se siente igual este año. No puedo explicarlo.

—Buenos días, Anthony.

Es lo primero que ese chico me dice en cuanto entro al granero.

Sus ojos verdes me atrapan. No puedo evitarlo, es como si me invitasen amablemente a ser apreciados.

—¿Dormiste bien? —le pregunto.

—El frío es insoportable, pero estoy bien —aclara—. Es más cálido tu inconsciente, ahí siempre sale el sol, excepto cuando tienes pesadillas.

—No digas tonterías, chico de mis sueños. —Hago comillas con los dedos.

—Oye. —Me habla el chico—. Creo que tengo hambre.

—Es cierto. No has comido nada desde que saliste de mi mundo onírico. —Suelto la risa.

—¿Sabes, Anthony? Me encanta cuando ríes, cuando tu sonrisa es real.

—Siempre es real que yo sepa.

—No mientas —discute—. Sé que a veces sonríes, pero en realidad no lo haces.

—Eso es absurdo.

—Usas tu sonrisa como una máscara —argumenta—. No te gusta que vean tu tristeza.

—¿Cómo sabes tanto de mí? —le pregunto.

—Sencillo. Vengo de tus sueños, como te dije.

—¿Sabes qué? —Ruedo los ojos—. Mejor voy a traerte algo de comer.

—Te lo agradecería... Oh, Anthony, algo más.

—¿Qué quieres? —mascullo.

—Sonríe.

«¿Quién se cree ese chico para obligarme a sonreír?» —Pienso enfadado, mientras camino de vuelta a casa.

—Abuelita, buenos días —saludo.

—¿Vas a desayunar?

—Sí —le respondo, y busco algo de comer—. En un rato debo irme a la secundaria.

Veamos... ¿Qué le gustará a ese chico para desayunar?

Ok, creo que le llevaré un poco de cereal.

Sin pensarlo, tomo la caja de Blossom Sparks que está sobre el refrigerador, además de un poco de leche, platos y un par de cucharas.

—¿Dos platos? —pregunta mi abuela.

—Em... —titubeo—. Bueno, hoy tengo demasiada hambre.

—Por cierto, ¿atrapaste al pervertido de anoche?

—No. —Niego con la cabeza—. Se logró escapar.

—¿A dónde vas, Anthony?

—Voy a desayunar al granero —afirmo—. Solo quiero pensar un poco. —Invento lo primero que viene a mi mente.

—Pero no desayunabas ahí desde que tenías seis años.

—Es cierto —sonrío—. Oye, abuela. ¿Viste cuántas flores hay en la pradera esta mañana? —Cambio el tema.

Volverá la primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora