Nuestros elementos

412 34 3
                                    

Tras un largo camino por pasillos y escaleras llegaron al despacho parecido al de cualquier viejo millonario. Muebles de madera de roble, figuras y jarrones carísimos y una vitrina repleta de vinos y demás bebidas importadas.
Pero eso no llamó la atención de las presentes.

- Adalia, Mereri; estos son Neyel y Aaron - dijo señalando a los dos chicos que se encontraban sentados en las butacas de frente al escritorio.

Neyel era alto y flacucho, piel blanca, más blanca incluso que la de Mereri, pelo rubio y los ojos grises. En cambio Aaron, a pesar de ser ligeramente más bajo, era más robusto y piel color miel, ojos verdes y pelo castaño.
Los dos aparentaban miedo, al igual que Mereri, pero Adalia no, digamos que estaba acostumbrada a ese tipo de situaciones.

Los dos tenían también un símbolo, Neyel aire y Aaron tierra.

- Sentaos chicas - les ofreció asiento y se sentó en la silla del escritorio -, siento no haberme presentado, soy Alfred Fleming, y esta es mi mano derecha y mi científica de mayor calibre Alice James.

Se acercó una chica delgada y bajita, pelo castaño recogido en un moño y gafas pequeñas. Su expresión era seria, casi robótica.
Se quedó de pie, al lado del escritorio.

- ¿Y nosotros qué pintamos aquí señor Fleming? - preguntó Neyel.
- Eso vengo a contaros, y llámame Alfred, muchacho - dijo el viejo como si de toda la vida se conocieran.
- Pues a qué esperas, Alfred - interrumpió Adalia, recalcando la última palabra en tono burlesco -, habla de una vez.
- Chicos, habéis sido seleccionados meticulosamente para formar parte del proyecto Éter.
- ¿Qué es Éter? - habló Aaron por vez primera.
- Pronto lo sabréis.
- ¿Y porqué nos ha seleccionado a nosotros? - preguntó Mereri con su siempre amable y educado tono.

El viejo se tocó la perilla pensativo, parecía buscar las palabras exactas antes de hablar.

- Soy de los que creen que todos tenemos un camino, cada camino es diferente, y cada persona nace para dirigirse a un camino y ocupar un pequeño pero importante puesto en el mundo.

La chica de cabello rojizo, la más bajita y delgada de los cuatro resopló sin ningún pudor en irrumpir las palabras de aquel hombre.

- Adalia, tu camino es el fuego. Un camino lleno de poder y valentía, fuerza e intuición, y también algo de arrogancia y dotes de liderazgo. Pero el fuego puede volverse en tu contra, haciendo que tu atrevimiento y tu soberbia te lleve a un camino muy diferente al del fuego - su voz sonaba a presagio y sus ojos azules saltones casi se le salían de las cuencas como loco que alucina.
- Háblame de ese camino - dijo Adalia sin andarse por rodeos.
- Es un camino lleno de odio y dolor, en el que lo único que te llena es hacer daño a los demás.

«Acaba de describir mi vida» pensó la chica, aunque decidió reservar sus palabras.

Tras un cortó silencio en el que sólo se podía oir los propios pensamientos intervino Aaron.

- ¿Y qué significado tiene tierra? - se señaló el dibujo bordado en su camisa.
- La tierra es firme y dura, poco profunda quizás, y bastante superficial, muy centrada en la fuerza física. Aferrada al pasado, haciendo que los cambios resulten complicados. Es un camino complicado, no te desviarás como en el de fuego con miedo a quemarte, pero podrías no alcanzar el suficiente calor.

Aaron asintió, aunque estaba lleno de dudas.

- En cambio, el camino del aire es muy distinto, ¿no lo crees Neyel? - éste miró tímidamente hacia abajo -. Es el camino de la inteligencia. El aire es ligero, libre, idealista, innovador. El aire sería perfecto, pero le falta algo, algo demasiado importante como para pasarlo por alto. Al aire le falta la solidez de los sentimientos. Quizás la inteligencia del aire se deba a la falta de distracciones como el dolor, la curiosidad, el amor...

Mereri levantó la cabeza, aunque Neyel la agachó aún más.

- Sentimientos que distraen demasiado al agua. Cambia de rumbo constantemente, sin llegar a ninguna parte. Se arrastra por los demás, sin desiciones propias. Si aprendiera a controlar sus sentimientos sería poderosísima. La imaginación embaucada por esos sentimientos hace que el agua sea un elemento de mucho valor.

Mereri quedó pensativa, era cierto que sus sentimientos la distraían de la realidad, pero, ¿era verdad que esa desventaja era su mayor virtud?

- ¿No entiendo nada? - soltó Aaron de repente.
- Creo que la doctora Alice podrá explicarlo mejor.

Éter #ROAWARDS2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora