Más de un mundo

El día en que la conocí

Narra Lorenzo

Escuché a Julian contar lo vivido con Elizabeth, ella fue mi amiga de toda la vida, con quien compartí cada momento,  ella jamás me abandono ni cuando lloré,  ni cuando reí, era mi fiel compañera de vida.  Julian la protegió de todos los males que nuestro mundo ofrecía pero aun así ella murió en manos de los guardianes. El día en que la despedí para siempre no me mato, pero algo en mi murió.  Me entristeció su relato, y fije mi mirada en Luna, no podía permitirme que le sucediera lo mismo, ella no sólo iluminaba los mundos sino mi vida.

Cuando el tribunal de ancianos me llamo para anunciarme una tarea imaginé sería pelear en la guerra contra los guardianes,  me lo merecía,  mis aptitudes en batalla eran altas, pero en lugar de eso me enviaron a la tierra acompañado de mi hermana para proteger a otra niña en conflicto consigo misma. Me enfade y grite, yo deseaba otra cosa para mi vida. Cuando el tribunal elige a una persona con un propósito no podemos no obedecer, es nuestra obligación. 
Viaje a este planeta y me instale. Los padres de Luna llegaron a mi y me encomendaron el trabajo de permanecer a su lado en todo momento. Fui a la terminal en día en que ella se encaminó en el viaje, permanecí esperando conocer a mi protegida.  En el momento en que note la presencia de Juliana, su madre, me di cuenta de que la joven que la acompañaba era su hija. Su cabello ondulado revoloteaba en el viento, sus extensas pestañas resultaban el celeste de sus ojos, sus labios se movían en un ritmo sensacional al hablar, su cuerpo robusto mostraba perfección.  Me ipnotiso en el momento en que la vi.
Pensé en el modo preciso para que ella notará mi presencia y me introduje en sus sueños mostrando una faceta de mi que desconocía, el romanticismo. La perseguí en el camino viendo como dormía y los gestos que generaba al soñar conmigo, no me percate de que ella despertó y me vio, en la orilla del camino deslumbrando su belleza. 
Me obligue a mi mismo a jamás permitir que nadie la dañará,  ella era el propósito de vida, el único que queda en pie.
Luna no sabe todos los detalles de Mandiara y de cómo es nuestra vida allí.  Ella sabe que es la fuente de luz, pero estoy segura de que se imagina postrada en el cielo alumbrando como un farol en la noche. Ella no comprende que su luz es interior; su bondad, su humildad,  su carisma, esas cosas que ya no existen en los seres que deambulan por el universo es lo que hace que sea especial y que sea el último estímulo de vida que permanece en pie.

Estuve a punto de besarle ¿Cómo se me ocurre? Eso no puede suceder,  los sentientos no deben interferir en nuestro deber. Cuando Maida dijo que mi Alexander llegó acompañado supe que venían a acabar con Luna, el miedo recorrió mi cuerpo.  No temor a su poder,  sino a perder a Luna. Me enfréntate a todos los seres del universo si es necesario para mantenerla con vida. 

Los ojos de Alexander se fijaron en ella y la desesperación me dominó,  me avalance sobre él y comenzamos a pelear. Julian, Luna, Maida y Nerea se enfrentaron a los demás mientras Marie se quedo con Luna, ella era la indicada para permanecer a su lado ya que estoy seguro de que no se moverá de allí. 
Alexander safo mi agarre y corrió hacia ellas, lo perseguí. Cuando llegó a Marie la alzó en el aire y la expulsó hacia en límite de las escaleras, llegue hacia él y lo detuve por la espalda al ver su intención. 
Luna mantuvo su postura,  cuando Alexander giro hacia mi ella agarro entre sus mando una ornamentación pesada de metal. ¿Cómo hizo para
alzarlo? Tiene fuerza.
Alexander y yo seguimos. peleando y mi puño no pudo dejar de golpearlo.  Uno de sus secuaces se abalanzó sobre mi e intento desestabilizarme pero la ornamentación de metal golpeó su espalda y supe que era Luna quien lo había golpeado.
La pelea continuo durante unos minutos más,  todos pudimos lograr derrotarlos, lo que me sorprendió fue ver a Luna dejar atrás sus miedos y luchar a nuestro lado.
Alexander se retiró de la casa pero no sin antes jurar volver para acabar su trabajo.