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Sé que va a la iglesia todos los días a orar por mí.

El color abandonó tanto su cara como su clóset y no puedo evitar sentirme más que culpable.

Él me visita a diario, habla conmigo como lo hacíamos antes, aunque no pueda responderle. Yo le respondo, aunque no pueda escucharme.

Trata de sonreír, pero casi siempre se desmorona. Lo entiendo, pero eso no evita que me sienta triste.

Mi ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora