CAPÍTULO 4

926 84 13
                                    


—Y al final ¿Cómo te fue con Mauricio? –Preguntó mi hermana con su habitual curiosidad mientras se acomoda a mi lado en mi sillón.

—Fatal –Le paso una taza de café –No sé, habló de lo mismo que habló en toda la noche. Nada interesante. Luego me dijo que quería seguir viéndome, y al final me trajo a casa.

—Mmm, entonces nada que ver –Afirmó para luego beber un sorbo

—No. Lo siento Sarah, pero Mauricio tampoco.

—No importa, en realidad a mí también me pareció algo egocéntrico. –Hizo un mohín de desagrado –Y tu obviamente te mereces alguien que te trate como a una reina –Sonreí –Pero bueno, Al fin y al cabo ¿Te puso fecha de reencuentro? Este fin de semana ¿Verdad?

—No. Bueno, me había propuesto este fin de semana pero no puedo.

—Eres tremenda Anahí – Me miró con los ojos entrecerados – ¿Qué excusa le inventaste al pobre?

—No inventé ninguna. En realidad no puedo, saldré a cenar con el padre de una de mis pacientes –Sarah por poco y escupe el café

– Eso es una broma, seguramente – Se ríe y yo sólo niego con la cabeza – ¡Te lo tenías bien guardado! ¿Por qué no me lo habías dicho?!!

– Porque recién quedamos anoche. Además, no es lo que estás pensando. Alfonso Herrera es sólo el padre de una de mis pacientes –Suspiró –Es una pequeña de 13 años que necesita ayuda y vamos precisamente a hablar de ella. Sé que no es lo correcto afuera del consultorio pero, necesito ayudarla y parece que esa es la única forma – Ella me escucha atenta mientras bebe su café y luego suspira suave

– Te encariñaste con esa niña ¿Verdad?

– Sabes que suelo tener mucha empatía con todos mis pacientes

– Si, pero sobre todo con niñas que tienen la edad que debería tener Luciana. Siempre te pasa incluso me fijo cómo te quedas viendo a cada niña que te cruzas por la calle a veces.

Aquello me ha caído duro, porque sé que no miente, pero también sé que es algo que no puedo evitar.

– No puedes esperar menos Sarah, me urge encontrarla

– Si, te entiendo perfecto. Pero por momentos me preocupa, sobre todo en el caso de esta nueva paciente. Esa niña seguro tiene una familia, unos padres que la adoran y temo que llegues a creer que es Luciana o algo así.

– Descuida – Le regalo una pequeña sonrisa – Tengo un motivo de sobra para estar vuelta loca pero todavía estoy cuerda. Estoy consciente – Levanto un poco los hombros y bajo la mirada – Pero cuando la veo, me imagino que cosas estará viviendo Luciana ahora que tiene su edad. Me pregunto si se sentirá igual, si habrá algún chico que le guste, cuáles serán sus cosas favoritas o si estará siendo feliz – Siento un nudo en la garganta de repente y suspiro para disimular las ganas de llorar que tengo

– Lo sé. Yo también me he hecho las mismas preguntas en ocasiones.– Asiento y surge un silencio que dura unos cortos segundos – Pero bueno ya, no hablemos de eso porque mira nada más como te pones – Toma mi mano y la aprieta un poco. Es un tema que a veces tratamos de no hablar pero eso no quiere decir que lo ignore. Sigo buscando a mi hija, sigo haciendo todo lo posible para que alguien me de información pero el imbécil de Gustavo lo tenía todo tan bien arreglado que ha sido casi imposible porque ante la justicia, cómo madre represento un potencial peligro para mi hija por lo cual, legalmente no me permitirían verla – Más bien, cuéntame – Continúa Sarah, sonriendo con picardía – cómo es ese hombre ¿Está guapo? ¿Es casado?

Terapia De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora