Charlie metió el papel en su bolsillo, se levantó del sofá y se dirigió a su habitación. Se sentó en la cama mirando el dibujo, no sabía qué hacer, al cabo de un rato, decidió quemarlo.
Bajó las escaleras y caminó hasta la chimenea. Una vez ahí, metió la mano en el bolsillo y sacó el dibujo para lanzarlo al fuego. Miró atrás para confirmar que nadie lo había visto, y no, no había nadie cerca. Cuando el papel desapareció entre las cenizas, se giró para sentarse en el sofá de cuero marrón.
— ¡Chicos a comer! — gritó Amanda desde la cocina.
Los cuatro se sentaron en la mesa del comedor, y como los padres eran creyentes, Jeremy empezó a bendecir la mesa. Al acabar, empezaron a comer en silencio. Aquel silencio fue eterno para Charlie, un silencio tan incómodo que no le dejaba estar tranquilo al muchacho.
— Yo mañana he quedado a las doce con una amiga para que me enseñe el pueblo. — dijo Charlie rompiendo el hielo.
— Vaya, ya te has hecho una amiga eh...-rió el padre con una mirada llena de picardía.
— ¿Y como vas a ir desde aquí hasta el pueblo? Sin son casi quince minutos en coche. — preguntó Amanda.
— Hoy a la mañana he visto que hay una vieja bicicleta en el garaje. La cogeré. —comentó Charlie.
Al terminar de comer, Charlie se levantó de la mesa y subió las escaleras. Su habitación estaba un poco lejos de el de su hermano, pero al entrar al suyo, escuchó una voz que venía del de su hermano. La puerta estaba entreabierta, y dejaba ver lo que había dentro, pero no todo. Él se acercó sigilosamente, y pegó la oreja a la puerta mientras con su ojo derecho, miraba adentro. Escuchó que alguien estaba susurrando algo, pero no lo podía entender. Con miedo, puso su mano en la puerta, y con un empujón, la abrió instantáneamente.
Miró a todos los lados, pero no había nadie. Pensó en el armario. Se acercó sin hacer ruido y la abrió con un movimiento brusco. No había nada dentro, nada salvo ropa de su hermano menor. La ventana estaba cerrada, en el armario no había nada... solo le faltaba ver debajo de la cama.
Con mucho miedo y casi sin poder respirar, se arrodilló junto a la cama y agachó la cabeza para ver debajo. No vio nada, solo un calcetín que parecía ser de su hermano. Antes de subir de nuevo la cabeza, escuchó a alguien andar detrás suyo. Charlie no se podía mover, estaba tan asustado que su cuerpo no respondía. De repente, escuchó que los pasos se dirigían a la puerta, y notó que la persona que estaba con él en aquella habitación,estaba cerrando la puerta. Después, los pasos rodearon la cama, hasta el punto que Charlie logró ver los pies de aquella persona por debajo de la cama. Iba descalzo, pero eran unos pies terroríficos. Estaban más que sucios, y sus uñas medían como cinco centímetros. La piel estaba dañada, y se le notaban las venas tanto que Charlie podía verlos desde la otra punta de la cama.
Una lágrima amenazó por caer. Quería gritar, pero su voz no tenía fuerza alguna. Vio que los pies empezaron de nuevo a caminar, y sus pasos se dirigieron hasta el interruptor. Charlie pensaba en lo peor, y eso pasó, la luz de la habitación se apagó. Ahora simplemente lo que veía era oscuridad, y lo único que escuchaba eran los pasos de aquella cosa y su respiración, que iba lento y también estaba dañada. Escuchó que los pasos iban hacia el armario, y segundos después, notó que las puertas del mueble se abrían, y después que se cerraban poco a poco.
Charlie seguía arrodillado en el suelo, y rápidamente, se metió debajo de la cama, donde se sintió protegido. Pasó medio minuto y ya no escuchaba nada, en cambio, no se atrevía a salir de su escondite. Recordó que tenía el móvil dentro del bolsillo de su pantalón, entonces, metió la mano para sacarlo. Lo desbloqueó y puso la linterna, miró alrededor de la cama, pero ya no había nadie, así que salió, y corrió a encender la luz. Todo estaba normal de nuevo, ahora se encontraba solo en la habitación de Alan, y todo estaba bien. Pero Charlie nunca iba a olvidar aquella experiencia. Salió corriendo de la habitación y bajó las escaleras lo más rápido que pudo. No quería contar a nadie de lo sucedido, porque lo tomarían por tonto, o por loco.
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RUSTY
ParanormalDespués de años de sufrimiento, la anciana Margaret murió por alzheimer. Su casa, situada en las afueras de Plymouth, Inglaterra, fue subastada a la familia Harris, donde van a ir a vivir a este pueblo donde no lo van a pasar muy bien.