Introducción

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Neale Donald Walsch
En Casa con
Dios
Una vida que
Nunca termina
Un maravilloso mensaje de amor
En una íntima Conversación con Dios
Introducción
Esta es la transcripción palabra por palabra de una conversación santa. Es una conversación con Dios sobre estar en Casa con Dios. Es la última
entrega de un extraordinario diálogo que cubre casi 3000 páginas en nueve libros escritos durante once años y que toca todos los aspectos de la vida humana.
El presente intercambio explora muchas áreas de la experiencia humana y, con mayor profundidad que nunca antes, un área en particular: la muerte y el
morirse, y la vida a partir de ahí.
El diálogo en cierto momento se adentra en un territorio que está en los confines menos transitados de la espiritualidad: la cosmología de la vida entera. Ofrece una impresionante mirada a la Realidad Última, presentada de forma metafórica. Revela en un lenguaje simple, accesible, la razón y
propósito de vivir, el modo en que los seres humanos pueden conseguir el
mayor goce, la naturaleza del viaje en el que todos nos hemos embarcado y
el extraordinario final de ese viaje: un final que termina no siendo un final en absoluto, sino un interludio extático en una experiencia continua y gloriosa, cuya descripción completa incita a la imaginación.
El diálogo aquí es circular. Se lanza en espiral hasta lugares
asombrosamente nuevos y nunca descritos ni imaginados, después llega de nuevo a territorios conocidos para asegurarse de que la siguiente
desconcertante exploración empiece en tierra firme. Si tienes paciencia con este libro- y, por cierto, con tu vida- te recompensará generosamente.
El mensaje de En Casa con Dios puede ser uno de los más esperanzadores
y útiles que la humanidad haya recibido nunca.
Es importante que entiendas cómo llegaste a esta conversación. Si piensas que llegaste a ella por casualidad, te habrás perdidos la enormidad de lo que te está sucediendo ahora mismo.
Tu alma te ha atraído a esta conversación, como te ha traído a cualquier otra conversación con Dios que hayas tenido alguna vez, en forma que fuera.
Se las ha arreglado para poner estas páginas delante de ti. Una miríada de circunstancias, justo en este momento, se interconectaron de forma precisa en un momento preciso para que tú fueras sutilmente atraído a las palabras que encuentras aquí, y sólo la intervención de tu alma más santa podría haber producido dichos acontecimientos con tan poco esfuerzo. Si tienes eso claro, oirás esas palabras de forma diferente.
Has sido traído aquí porque el Universo entiende que calladamente has estado pidiendo respuestas a las preguntas que se hacen todos los seres humanos. ¿Qué está pasando aquí realmente en esta vida y qué sucederá cuando esta vida se acabe? ¿Nos reuniremos con los seres queridos que se fueron antes? ¿Estará Dios ahí para recibirnos?
¿Será el Día del Juicio Final? ¿Haremos frente a la posibilidad de una condena eterna? ¿Se nos permitirá colarnos en el cielo? ¿Sabremos siquiera qué es lo que pasa después de morir? ¿Pasará algo?
Envuelta en las contestaciones a estas preguntas hay enormes implicaciones para cada ser humano. ¿Viviríamos la vida de forma diferente si en realidad tuviéramos esas respuestas? Creo que sí.
¿Tendríamos menos miedo de vivir como estuvimos siempre destinados a vivir -sin miedo y llenos de amor- si tuviéramos menos miedo de morir? Yo creo que la respuesta es sí.
Me duele saber que hay tanta gente que se siente asustada cuando se
acerca a su hora de pasar al otro mundo, por no hablar de cuando están en éste. Se suponía que la vida era un goce constante, y la muerte es un tiempo de goce aún más grande, donde sería maravilloso que toda la gente sólo conociera paz y feliz esperanza.
Como mi madre. Se sentía absolutamente en paz con su muerte. El joven sacerdote que vino a administrarle la Extremaución salió meneando la cabeza. "Ella -susurró- me estaba confortando a mí".
Mi madre tenía una fe inquebrantable en que estaba yendo a los brazos de Dios. Ella sabía en qué consistía la vida y sabía en qué no consistía la muerte. La vida consistía en dar todo lo que tienes a todo lo que amas, sin dudas, sin preguntas, sin limitaciones. La muerte no consistía en que algo se cerrara, sino en que todo se abriera. Recuerdo que solía decir: "Cuando muera, no estén tristes. Bailen sobre mi tumba". Mi madre sentía que Dios había estado a su lado durante toda su vida, y que ahí era exactamente donde Dios iba a estar cuando se muriera.
Pero ¿Qué pasa con los que se imaginan que están viviendo y muriendo sin Dios? Eso podría significar una vida muy solitaria y una muerte aterradora.
En un caso así, sería mejor morirse sin saber en absoluto que uno se está muriendo.
Así es como murió mi padre. Se levantó de su sillón una tarde, dio un paso y se desplomó en el suelo. Los paramédicos llegaron en unos minutos, pero no hubo nada que hacer, y estoy seguro de que mi padre no tuvo la menor idea de que ésos iban a ser sus últimos momentos sobre la tierra.
Mi madre sabía que se estaba muriendo y creo que se permitió a sí misma saber eso porque podía encararlo con serenidad y con alegría. Mi padre no podía y por eso eligió marcharse de forma abrupta. No hubo tiempo para pensar: "Oh Dios mío, me estoy muriendo. Me estoy muriendo realmente". Del mismo modo, no creo que hubiera ningún momento durante sus ochenta
y tres años en que se dijera a sí mismo: "Oh Dios mío, estoy realmente viviendo". Mi madre sabía que estaba "realmente viviendo" cada minuto.
Sabía sobre la maravilla y la magia de todo esto. Mi padre no.
Mi padre era un tipo interesante, y sus pensamientos sobre Dios, sobre la vida y sobre la muerte eran una contradicción en los términos. Más de una vez compartió conmigo su total desconcierto sobre acontecimientos de todos los días, así como su completa incredulidad de que pasara algo después de la muerte.
Recuerdo un sorprendente intercambio, dos años antes de que se muriera, en el que él estaba reflexionando sobre su existencia. No fue una discusión muy larga. Yo le había preguntado cuál pensaba que era el significado de la vida. Me miró casi sin expresión y dijo: "No la entiendo en absoluto". Y cuando le pregunté que creía que pasaba después de la muerte, respondió:
"Nada".
Lo presione para que me diera una respuesta de más de una palabra.
"Oscuridad. Un final. Eso es todo. Te quedas dormido y no te despiertas".
Yo estaba desolado. Siguió un extraño silencio, y después yo me apresure
a llenar el vacío con todo tipo de afirmaciones tranquilizadoras, asegurándole que estaba equivocado, que tenía que haber una experiencia extraordinaria esperándonos a todos nosotros "al otro lado". Yo había empezado a describirle cómo me lo imaginaba yo todo, cuando me cortó con un impaciente movimiento de su mano. "Tonterías", murmuró. Y eso fue todo.
Yo estaba asombrado, porque sabía que mi padre era un hombre que,
incluso a sus ochenta y tantos años, se ponía de rodillas y rezaba cada
noche. ¿A quién rezaba, me preguntaba, si no creía en una vida que fuera santa y en una muerte que fuera sólo el principio? ¿Y por qué cosa qué rezaba? Quizás rezaba por que él, él mismo no tuviera razón. Quizás estaba esperando contra toda esperanza.
Este libro es para toda la gente que piensa como mi padre, para todos los que pueden estar esperando contra toda esperanza. Es también para los que simplemente no saben qué ocurre después de la muerte y que, por lo tanto, tienen una base muy pequeña para entender más profundamente qué pasa en la vida, y por qué. Es para los que no son conscientes de ninguna fórmula de acuerdo con la cual la vida misma funcione. Es para los que están perplejos, es para los que no están perplejos y creen que saben algunas
cosas sobre todo esto, pero que se preguntan de vez en cuando si realmente tienen razón... y es para los que simplemente tienen miedo.
Este libro es también para los que no están en ninguno de los grupos
mencionados más arriba, pero que desean ayudar a otro que sí lo está, y
pueden no saber cómo hacerlo. ¿Qué le dices a alguien que se está
muriendo? ¿Cómo confortas a los que siguen viviendo? ¿Qué pueden decirte a ti mismo esos momentos? Estas nos son preguntas fáciles. Así, ya ves por
qué te trajiste a ti mismo hasta aquí. Es realmente un milagro que
encontraras este texto. ¿Sabes? Un pequeño milagro, quizás, en
comparación con lo que suele entenderse por milagro, pero un milagro no obstante. Creo que es como lo he dicho. Creo que tu alma te empujó hacia este libro con el mismo impulso que empuja a cada uno de nosotros hacia delante, a nuestro siguiente paso, a nuestro siguiente entendimiento y, por último, a lo Divino.
Ninguno de nosotros tiene que seguir ese impulso. Podemos cambiar el
curso en cualquier momento. Podemos ir en otra dirección. O podemos quedarnos quietos y no ir a ningún lado durante un largo tiempo, parados en nuestra confusión. Eventualmente, sin embargo, nos movemos hacia delante otra vez, y no podemos dejar de alcanzar, al fin, nuestro destino.
El destino es el mismo para todos nosotros. Todos estamos en un viaje a Casa, y no podemos dejar de llegar ahí. Dios no lo permitirá.
Eso es, en tres frases, el mensaje de este texto entero.
Todos hacen todo para sí mismo.... Cuando comprendas que esto es verdad incluso con respecto a morir.
Nunca volverás a tener miedo de morir.

En Casa con DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora