[bip]
El mundo es un lugar demasiado triste como para no buscar diversión en lo prohibido. Así lo veía yo por aquél entonces y, en cierto modo, no me arrepiento de haberlo hecho. Al menos ahora puedo decir que sé a qué sabe la libertad, ya que nunca más volveré a probarla.
Pero no lo olvides: siempre consigo lo que quiero.
Me dirigí a la cocina, donde Haru preparaba el café. Llevaba rato captando sus miradas y no veía la hora de confirmar mis sospechas, pero tampoco quería que fuese tan evidente. Claro que era un secreto a voces, pero prefería seguir fingiendo que no estaba al tanto, eso era un combustible para mi mente. En cuanto entré, a Haru se le cayó la cucharilla del café. Me agaché para recogerla, a lo que él agradeció con cierto rubor en las mejillas. Le sonreí y le guiñé un ojo; me encantaba que se pusiera así.
—¿Vas a venir hoy? —le pregunté en voz baja, apoyándome en el fregadero.
Haru no me respondió. Se limitó a seguir con sus labores como si yo no estuviera allí. Estaba acostumbrado a que se hiciera el difícil; le encantaba que le suplicase, y si me ponía de rodillas, es probable que se entregase a mí en cuerpo y alma. Pero no me apetecía darle tantos gustos. Yo no era el desesperado, sino él. Yo podía tranquilamente buscarme a otra persona con quien pasar la noche, pero él no.
—Confirma si vienes o no, porque necesito compañía...
—Iré —dijo, tajante.
Sonreí. "Qué joven más encantador", pensé.
—De acuerdo —repliqué. Le di una palmada en la espalda y me marché.
Despreciable. Esa era la palabra. Desde un inicio, Haru me pareció despreciable. Se mostró complaciente conmigo desde el primer momento, dispuesto a hacer lo que fuera por llamar mi atención. Y cuando quise enseñarle una buena lección de vida, lo disfrutó incluso más que yo. Fue entonces cuando establecimos una especie de acuerdo tácito: cuando me necesitase, yo estaría allí, y viceversa. Por extraño que pudiera parecer, él me necesitaba más veces de las que yo a él, aunque puede que porque yo podía acudir a ciertos sitios a los que él no.
Haru no solo me parecía despreciable por el odio y el asco que sentía hacia sí mismo, sino también por lo celoso y posesivo de su carácter. Una vez me vio paseando con una mujer y se lanzó hacia ella. Tiró de sus pelos mientras le gritaba de todo, hasta que los separé. La mujer sabía defenderse de los niñatos estúpidos como Haru, ya que le mordió en el brazo hasta hacerle sangrar. Desagraciadamente, esa noche me vi obligado a pagar sin recibir el producto, solo el dolor de cabeza que Haru me causaría. Sin embargo, tras curarle el brazo en mi apartamento, se ofreció a compensar por las molestias causadas. Qué grano en el culo, el niño ese.
Volví a la sala principal, donde Kouta y Satomi miraban por la ventana distraídos. De los dos, quien más pena me daba era Satomi, por extraño que pudiera parecer. Kouta era el típico joven de buena familia que se preocupaba por el bien de los demás y los cuidaba. Pero tenía ese defecto: quería cambiar el destino de una bala perdida llamada Haru. Eso lo llevaría a la perdición. En cambio, Satomi parecía un pájaro precioso encerrado en una jaula tosca y oxidada. De todos los presentes, era la única que todavía tenía salvación, y, sin embargo, estaba tan enamorada de Yûdai que prefería seguirlo a pesar de que eso la llevaría a la ruina. Satomi y Kouta eran tan buenos, eran como manzanas maduras entre otras podridas –estas últimas éramos los demás–. Yo no podía dejar de pensar que si seguían nuestros pasos terminarían muy mal. Pero, por supuesto, nunca les dije nada; estas cavilaciones eran solo mías. Después de todo, ambos eran los más talentosos de la banda y si los dejaba marchar, mi trabajo se iría a pique –más de lo que estaba yéndose ahora–. Así que preferí cerrar la boca y hacer la vista gorda a tales cuestiones para dedicarme a mi negocio. Si realmente eran tan inteligentes como yo pensaba, tarde o temprano se alejarían de estas malas influencias.
Me senté junto a Kouta, quien me dedicó una mirada de desprecio y volvió la vista al exterior. Suspiré. Me di cuenta de que deseaba desde lo más hondo de mi ser que el primero en caer en la miseria fuera él. Recordé una de las primeras noches en las que salí a tomar algo con esta gente y me quedé a solas con Kouta. Entonces intenté llevarlo por mi camino, pero se negó y me trató como si fuera mierda. A partir de ese momento nuestra amistad fingida empeoró, y cuando hacía unas semanas se había enterado de lo mío con Haru –algo que venía haciendo desde hacía tiempo–, ni siquiera me dirigía la palabra. Esta situación, no obstante, no dejaba de parecerme cómica, pues a pesar del odio que pudiera sentir por mí, su futuro como músico seguía estando en mis manos. Estaba en jaque y dentro de poco se vería obligado a someterse a mis órdenes. Era una sensación maravillosa. Puede que en el fondo me gustase más someter a Kouta que a Haru.
—Satomi —llamé a la chica—, ¿de verdad crees que la banda hace bien en rechazar este contrato?
Satomi me miró.
—No sé lo que creo, pero sé lo que cree Yûdai y estoy de acuerdo con él —afirmó.
Ya estaba otra vez con Yûdai. Asentí y me dije a mí mismo que esto no iría a ninguna parte. Decidí seguir buscando contratos, ya que estaba claro que era eso lo que querían de mí. Al borde de la ira, me puse de pie dispuesto a marcharme, justo cuando Haru salió de la cocina con el café. Me miró intensamente; le sonreí, le guiñé un ojo y me despedí con la mano.
—Me voy a cancelar el contrato, pues —dije y salí de la estancia.
El único que sé que se me quedó mirando fue Haru, aunque yo deseaba que fuera Kouta.
[bip]
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Thyphoon
Fiksi UmumYûdai (bajista), Makoto (guitarrista), Satomi (cantante), Kouta (baterista), Haru (pianista) y Saburô (manager) llaman "Thyphoon" ["tifón" en inglés, pero mal escrito] a su banda después de que un tifón azotara la ciudad. Su carrera musical no pare...