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Narra Laura

Justo cuando el café cayó en mi pie, ahogue un grito. Aunque salió un pequeño chillido reemplazándolo. Sobre mi pie desnudó en sus sandalias, esperando a que el dolor se vaya.

Subí la mirada y lo vi a los ojos. Brillaban con sorpresa, pero aún tenían cierta emoción que desconocía.

—¡Tú!—exclamamos al unísono.

Él se acercó a mí, a paso lento. Como si lo fuera a morder.

—¿No te duele eso?—preguntó sentándose en el sofá a mi lado—Osea, que un café extremadamente caliente caiga en el pie debería quemar—agregó juntando sus manos.

—¿Cómo sabes que está extremadamente caliente?—pregunte tomando la taza café llena, que supuestamente era de él.

—Pues por tu hipermega-sonido chillón, debería dol..— no deje terminar a ese bastardo, y lo interrumpí.

—Eso no prueba nada, esto si—dije echándole encima el café que tenía en mano.

El apretó sus ojos aguantando el dolor. Yo sonreí victoriosa, cruzándome de brazos. El abrió los ojos y sonrío.

—Extremadamente caliente—dijo acomodándose en el sofá.

—¿No era que no me querías volver a ver en tu vida?—pregunte recostándome en el sillón.

—Yo no fue el que toco a la puerta de tu casa—contraatacó.

—Solo vine porque me recomendaron al..Agente Lynch—explique leyendo una vez más la tarjeta, memorizando su nombre.

—Ese soy yo—levanto su mano por un mili segundo.

—Terminemos con esto para que no nos volvamos a ver en la vida, otra vez—lance un suspiro cansado.

Atrás le siguió un quejido ya que me había removido un poco y el café quemaba mi tobillo.

—Ah, espera—levanto su mano en forma de pare—Ven un momento Zoe!-elevó Ross la voz.

Zoe vino corriendo hacia la sala.

—¿Qué se te ofrece?—preguntó Zoe sonriente, como si de verdad amara su trabajo.

—¿Podrías traer el botiquín de primeros auxilios?

—¿Sucedió algo? ¿Qué le pasa? ¿Estomago, cabeza, pie, tobillo..?—Zoe hablaba sin parar, preocupada por su jefe.

—Tobillo, a Laura le duele el tobillo—concluyó Ross—¿Podrías traerlo?—dijo secándose una gota de sudor en su frente—La próxima vez el café, menos caliente—sonrío cínicamente mientras mostraba su gran mancha de café en la camiseta.

Ella abrió los ojos con sorpresa. Y solo asintió con la cabeza, cabiz baja se fue a buscar lo correspondido.

—No debiste ser tan cruel—dije apenada por Zoe.

—No le importa—le restó importancia al asunto.

Sinceramente, yo pienso que el no debería tratarla así. Mis pensamientos por el estaban cambiando un poco, hasta que llegó el a arruinarlo todo.
Tal vez no deba esperanzarme tanto con el, porque si de algo estoy segura, es que los hombres no son muy confiables.

—Aquí está Ross—anunció Zoe entrando a la sala, con el botiquín extendido en sus manos.

-Gracias, Zoe—respondió el rubio recibiendo el botiquín junto una hermosa sonrisa.

Zoe se alejó con una gran sonrisa. Pero antes de doblar por el pasillo, me miró con odio. Ross no la vio, ya que estaba buscando unas cosas en el botiquín. Yo me quede indignada. ¿Y ahora que?

—Apoya tu tobillo en la mesa—me ordenó Ross.

—No soy una perra, para estar obedeciendo órdenes—dije cruzándome de brazos.

Él me miró con una mirada llena de sarcasmo. ¡Maldito Bastardo!

—¿Me dijiste perra?—pregunte ofendida, apoyando ahora mis brazos en el sillón.

—Tu lo dijiste, yo solo te mire—dijo Ross tomando mi tobillo y poniéndolo en la mesa a la fuerza.

—¡Oye!—me queje, ya que me había dolido.

—Déjate curar, Laura—dijo Ross con una voz neutral, como si no quisiera que descubriera sus sentimientos.

Yo me recosté pesadamente en el sofá mientras Ross ponía un sin número de cosas. Por fin termino de toquetear mi tobillo, se quitó la camisa de un tirón.

—¿Qué estás haciendo?—dije al borde de tartamudear—¡Eres un pervertido!-exclamé alejándome de el.

-—¿Qué? ¡No!—grito dejando la camisa a un lado de él—¿Tu te pondrías una camisa con café?—preguntó con sarcasmo—Aunque sí te pondrías una con helado—río cortamente.

Yo lo fulmine con la mirada. Pensaba y pensaba y no tenía que decirle. Baje mi mirada hacia sus pectorales. exactamente tres pectorales de cada lado. Bi marcados con unas líneas algo más oscuras que su piel. Los cuadritos  mostrando un poco más de elevación que su piel normal.

Había una mancha color rojo en el centro. Debió ser el café que le lance. Y que dolió, y más que el mío. Él empezó a curarse difícilmente el solo. Poniéndole algo de crema y intentando destapar una gasa.

—Ven lo haré por ti —le arrebate la gasa de las manos y la abrí en un segundo—¿Qué? Te debo un favor..—dije, ya que el me miraba extrañado.

Toque su pecho y de repente se estremeció. Continúe curándolo con toda la fuerza de voluntad posible, y lo logre.

—Listo, ahora hablemos de negocios—cruce mis piernas haciendo que mi pantalón se apretara más contra mi.

Creo que se me va a cortar la circulación, pero necesito verme profesional.

—Viniste aquí para buscar una casa—me señaló con el dedo índice y yo asentí con la cabeza—Normalmente te quedarías en una habitación de hotel que compre, pero mi novia se está quedando haya con su hermano mellizo—concluyó Ross rascándose la frente.

—¿Y tú eres el mejor agente que tiene la PDA?—le pregunte sarcásticamente—Además ella puede irse a su casa.

—Pero sus padres tomaron la casa para celebrar su luna de miel, ya que se habían vuelto a casar—dijo sobándose el cabello—No tienen mucho dinero como para irse a un hotel a las afueras.

¿Soy yo o esta nervioso?

—¿Y qué hay de mi? ¿Me quedo en la calle?—pregunte indignada.

—¿No tienes un familiar que te acoja?—me pregunto moviendo su pie.

—Todos están en Florida, en la boda de mi odiosa prima Maia—respondí, ya me entraron náuseas de decir su nombre.

—Te quedarás conmigo—soltó de repente.

Sus músculos se relajaron en ese instante. Eso era lo que lo tenía tan nervioso.

—¡Ni lo sueñes! ¿Por qué tu novia y su mellizo no se quedan aquí?—le pregunte alterada, moviendo mis manos como un pavo.

—Solo hay una cama, y a Courtney no le gusta compartir la cama con sus familiares—dijo Ross recostándose en el sofá.

—¿Y contigo si?—hice una pregunta retórica.

El se sonrojó y miro al suelo negando con la cabeza. Ternurita. Ese fue un rotundo no, algo avergonzado. Subió la vista y se encontró con la mía. Hicimos contacto visual por unos minutos y apartamos la mirada avergonzados.

—Supongo que no tengo alternativa—dije pausadamente.

—¿Y...?—preguntó desesperado.

—Me iré a vivir con Brandon—anuncie, dejando salir la opresión en mi pecho.

ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora