IV: Cold Hearted

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Margot

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Margot

-Un segundo.

No esperé a su respuesta, sino que a prisa di unos cuantos pasos atrás y me apoyé en la fachada trasera del local.

Respira, Margot.

Tomé una fuerte bocanada de aire con los ojos cerrados y me obligué a relajarme.

Habían pasado casi 48 horas desde mi supuesta caída por las escaleras. Las heridas de mi cuerpo ya se habían curado y mi garganta estaba como nueva, pero en mi cabeza los recuerdos cada vez se arremolinaban más. No tenía nada claro. Todo se presentaba de una manera muy turbia en mi mente y mentiría si dijese que no estaba asustada.

Mis amigas giraron la esquina para venir a mi encuentro.

-Tranquilízate, ¿quieres? Sabes que Jeremy es majísimo -las palabras de Yei no me sirvieron de consuelo alguno, pues ese chico era el menor de mis problemas.

No había nada peor que no saber qué es real y qué no. Pero desde que salí del hospital, no había dejado de sentir que algo me estaba observando. Al acecho. Listo para atacar en cuanto tuviese la más mínima oportunidad.

Por no hablar de la perturbadora mirada sin vida de Carry Evans hoy en su velatorio. Parecía mentira que estuviera muerta, la conocía desde que tan solo éramos unas crías. Al parecer, había sufrido un ataque al corazón, ella y todos los demás chicos que la acompañaban... ¿Cómo se podía entender eso? Es más, ¿cómo se podía entender haber soñado que estaba muerta y que después resultara ser cierto?

-Oye... Si no quieres quedar con él, no pasa nada -intervino Lya-. Le diremos que ahora mismo prefieres centrarte en los estudios.

Si tan solo esa fuera mi única preocupación...

-No. Da igual, solo estoy algo nerviosa -mentí y reproducí la mejor sonrisa que fui capaz.

-¿Seguro?

En realidad deseaba volver a casa con toda mi alma.

Sin embargo, aunque cuando mis amigas insistieron en que viniese a Richard's me pareció una idea pésima, ahora no lo veía así. Necesitaba pasar una noche de fiesta con ellas para recobrar la cordura. Necesitaba darme cuenta de que en realidad no estaba pasando nada malo y que todas esas tonterías que recordaba eran solo fruto de mi subconsciente.

Así que tomé una fuerte bocanada de aire, sacudí las manos y la cabeza y me obligué a bloquear cierta parte de mis pensamientos.

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