V: I Put A Spell On You

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Cognosco melior, facio taliter.

Hace una semana en un lugar de Inglaterra

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Hace una semana en un lugar de Inglaterra

Apenas hacía diez minutos de cuando el arcángel había plegado sus alas al pie de la cama de Maxon, y su pequeña discusión estaba en pleno apogeo.

-Sabes que no es un buen momento -replicó el hombre.

En cuanto estuvo al tanto de la visita que había recibido, abandonó la comodidad de sus sábanas para trasladarse a su despacho, que al mismo tiempo era una biblioteca. Ni siquiera había dejado que Meredith, su ama de llaves, lo ayudara a caminar, pues necesitaba privacidad.

Y allí estaban, él con una copa de whisky en la mano, probablemente la última que bebería en su vida, y el arcángel con los brazos a la espalda, autoritario e impasible. Frío como el hielo.

-Esto no es nuevo para ti, Maxon. Sabías que tendría que pasar.

-Sí, pero no que tuviera que ser tan pronto. No es justo.

La frustración y desesperación corrían por las venas de un hombre quizás demasiado joven para morir. Era consciente de que no había hecho suficiente, de que aún había muchas cosas que debía hacer.

-Es el precio que acordaste pagar. Si algo tiene la muerte -añadió-, es que siempre es justa.

Maxon, furioso e incapaz de controlarse, golpeó la mesa con su copa haciendo que parte del contenido se derramara.

-Sí, ¡maldita sea! ¡E igualmente estáis cometiendo un enorme error!

-No blasfemes -se impuso el arcángel con la voz gélida, afilada como la daga de la que tanto solía hablar. Indiferente ante el sufrimiento de un simple mortal.

Maxon tuvo que resignarse a cerrar la boca. Maldecir ante una criatura celestial ya era suficiente malo como para continuar cabreándolo.

Ayudado por su bastón, se alejó de la mesa y se adentró en el laberinto de estanterías y más estanterías repletas de libros. La puerta que había al final daba a la que denominaba como "Sala Magna", aunque no fuera demasiado grande.

Aprovechó el camino para tranquilizarse, estabilizar su respiración agitada...

-Sabes que todavía no está preparada -le dijo al arcángel mientras observaba con melancolía el libro que había en el centro de la sala sagrada.

-Lo estará -contestó este-. No está sola en esto.

-Ni siquiera sabe quién es realmente -replicó Maxon intranquilo de nuevo.

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