XII: I See Fire

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Margot

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Margot

Dominic mató a aquel tipo tras cortarle el brazo. La imagen de la vida abandonando sus ojos iba a quedarse grabada en mi retina para el resto de mis días.

Alcé la vista poco a poco solo para ver a Dominic penetrándome con una mirada oscura desde arriba. No pude evitar que una oleada de terror me recorriera las piernas ante el irrefutable hecho de que hubiese matado a ese hombre a sangre fría y en sus ojos no viese ni un pizca de... compasión...

—Esto no puede estar pasando. No a mí. —¿Lo estaba diciendo en voz alta?

Dominic tenía la mano tendida, ofreciéndome ayuda para levantarme. Pero yo había entrado en pánico y actué concorde con ello, incapaz de razonar y haciendo la más fácil que podía hacer: alejarme de él.

Algo horrible que capté por el rabillo del ojo impidió que le diese demasiadas vueltas a ese brillo de decepción que creí ver en sus ojos, como si le doliese que desconfiara de él.

El coche en el que habían metido a Lya había desaparecido.

—No puede ser.

Me llevé unos segundos las manos a la cabeza y acto seguido, sin tiempo que perder, eché a correr. Mi moto descansaba a pocos metros de la entrada de la mansión. Me dirigí a ella como alma que lleva el diablo. Cuando la vi, durante algunos segundos, una pequeña luz de esperanza se encendió en mi cabeza. Quizás conseguía deten...

La luz se apagó de inmediato.

—¡Suéltame, maldita sea!

Sin previo aviso, me vi suspendida a centímetros del suelo, pateando el aire como si no hubiera un mañana. Estaba harta de que por cada dos pasos que daba viniese a detenerme como si fuera una cría.

—¿Y qué piensas hacer, eh? Solo vas a conseguir que te atrapen a ti también.

Si pudiese prever el futuro, me habría contenido, pero, claro, yo no era más que una simple humana. Impulsiva e idiota y no me planteé más de dos veces el golpear el rostro de Dominic con mi codo.

—¡Au! ¡Mierda! —Aullé entre dientes.

El calambre comenzó en mi codo y se extendió por todo mi brazo hasta llegar a mi mano. Me soltó y no pude evitar encorvarme y apretarme el brazo con fuerza. ¡Qué demonios! ¿Es que sus huesos eran de hierro?

Mi corazón se encogió cuando, al alzar la vista, ni siquiera pude vislumbrar la silueta de la camioneta en la autopista. Ya hacía un buen rato que había desaparecido en el horizonte del amanecer.

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⏰ Última actualización: Mar 10, 2018 ⏰

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