El Darren del jardin

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Me gustaba ver como todos los días pasaba frente al jardín de mi casa, un chico muy apuesto. La verdad me lo tenía muy guardado, era un gran secreto que yo deseaba a ese galán. Lo mejor es que era 12 años más grande que yo. Vivía a unas diez cuadras de mi casa, pasaba siempre con unas botas impermeables de color café oscuro y con camisas simples que le lucían de maravilla. Un día le mire fijamente sin perderle el rastro , o al menos en lo que podía ver desde la entrada de mi casa, cuando un chico quien al parecer era su mejor amigo, le apunto hacia mi sonriendo, tal vez burlándose, pero lo primero que pude hacer fue tirarme al piso para que no viera, cosa que ya había sucedido.

Tiempo después, una de esas tardes en que yo salía tarde del colegio, regresaba y me tope una grata sorpresa en la esquina de mi cuadra, me topa de frente con él, de cerca se veía más guapo pero bueno, me sonrió diciéndome:

-¿Tu eres el chico que me mira cuando paso por la calla Walstreet?

-¿Yo? Ammm no, ¿Por qué?- balbucee un poco.

-Porque, la otra vez te mire, desde entonces volteo a ver y siempre disimulas no verme, eres poco discreto, ¿lo sabias?

-¿Saber qué?- replique con nervios, su simple presencia me ponía algo tímido.

-Bueno... nada, me llamo Darren Criss, ¿Cuál es tu nombre?

-Me llamo _________________ (tn).

-¿Y eres de Universidad?, ¿Qué estudias?

-No, apenas tengo 17... aun no termino la preparatoria...

-Oh, bueno, creo que soy mucho mayor que tú, yo tengo 29, soy ayudante de un director de una empresa aquí cerca.

-Ah. Suena bien...

-Bueno, me gusto haberte saludado... y no espíes a la gente- dijo en voz cada vez más alta pues mientras decía una palabra, avanzaba.

¿Qué demonios había sido eso? Llegue a mi casa con las manos sudadas, me encantaba ese tipo, pero me hablo, fue amable, cortes y sobre todo, un caballero, es decir, era la perfección en una persona.

Pasaron los días y solía topármele una que otra vez paseando por el parque, yo lo único que solía hacer era salir a comprar un Starbucks y regresar a casa para ver tutoriales de cómo hacer muchísimas cosas, claro, que jamás hacía.

Un buen día, en invierno, me encontré una gran sorpresa cuando justo caminaba y el me detuvo para decirme que me había comprado un café, no era el que me gustaba pero era un gesto amable. Me senté con él un rato para ser cortes y charlar un poco. Hablamos de sus deberes, de lo complicado que es estudiar Economía, conversamos tanto que nos terminamos el café y la noche comenzaba a llegar, no estaba oscuro, solo el cielo comenzaba a tornarse grisáceo.

-¿Quieres ir a mi casa?- le sugerí y él se negó, era tan correcto que no le agradaba la idea de que nos vieran juntos mis padres.

-No, tal vez mejor mañana nos veamos aquí.

-¿Por qué? No somos nada más que amigos, ¿quieres venir o te obligare a hacerlo?

-¿Qué tal si vamos ala mía?, ahí está cálido y estaremos seguros los dos.

Aún recuerdo que cuando entramos, el solo arrojo su maletín y su chaleco y me tomo con algo de suavidad para acorralarme en la pared y sacarme un beso. Nada más me había impresionado en la vida, era tan fantástico el momento, hasta que el creyó que yo haría algo más con él. Me negué rotundamente, es decir, me parecía hermoso, atractivo, noble y educado, pero fuera de eso, era una persona nueva en mi vida, no le entregaría mi intimidad solo porque era muy ardiente.

Hubo demasiada charla, pero para no hacer esto aburrido, les diré que logro convencerme y desde esa noche, en adelante nos veíamos en la plaza para luego ir a su casa y compartir tiempo solos a solas.

Ahora tengo 23, él tiene 35 y todos los días me despierta de la cama con un Starbucks y con nuestros dos pequeños hijos, Collin y Evan, jamás imagine que el chico que pasaba frente a mi jardín, se convertiría en el amor de mi vida.


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