Golpes desesperados en la puerta de madera lo hicieron salir del trance en el que se encontraba y despertar del mismo sueño que lo atormentaba desde hace ya varios meses, no estaba acostumbrado a soñar tan seguido pero últimamente había tenido el mismo sueño, el mismo recuerdo desconocido y la verdad se le estaba haciendo bastante tedioso. Al abrir la puerta se encontró con Cassandra una mujer no muy alta, blanca como las nubes con una cabellera muy larga de color rojo vivo, vestía un traje de cuero blanco con detalles negros muy ceñido al cuerpo con una capucha que la mujer había decidido no usar.

-Cass –dijo el hombre- ¿qué haces aquí? ¿Por qué golpeas de ese modo la puerta?

-Quiere verte –dijo la mujer- dice que es de suma urgencia que te presentes ante él.

-¿Verme? Pero si solo llevo una semana en el sacro, además, aun no termino el informe de mi última misión.

-Díselo a él, solo me pidieron que te entregara esta información.

-¿No te dijo nada más?

-No.

-Muchas gracias Cass, puedes retirarte.

La mujer asintió dio media vuelta descendió por las escaleras de mármol y desapareció en la oscuridad, el hombre cerró la puerta casi sorprendido de que Cassandra una mujer tan orgullosa terca y testaruda aceptara hacer de recadera, -debe ser uno de sus castigos por su falta en su última encomienda- se dijo. -Debo alistarme- pensó, tomo su capa negra se la coloco sobre los hombros haciéndola calzar perfectamente sobre sus prendedores, se puso un collar de plata con un prendedor de zafiro con un ojo de cuarzo negro en el centro, un pendiente de rubí y un anillo de oro con dos alas negras cruzadas talladas. Como siempre subió la capucha que le cubría el rostro hasta el nivel de los ojos ocultando así su identidad a la perfección. Antes de salir de su celda, justo antes de abrir la puerta dio media vuelta y se vio reflejado en un espejo que había colgado en la pared del fondo y mirando directamente a su reflejo se dijo:

-Juro solemnemente despojarme de todo pensamiento humano, separándome así del mundo mortal de sus emociones vánales y pecados capitales.

Dio media vuelta abrió la puerta y salió.

Al descender las escaleras se encontró en el vestíbulo principal del sacro, el sacro era un castillo negro hecho totalmente de ébano, construido por un linaje de criaturas ya extintas cuyo nombre muy pocos conocían aunque todo el mundo les decía talladores, el castillo tenía 4 alas el ala sur donde se encontraban las celdas el ala oeste la armería el ala este la enfermería y el ala norte a donde el hombre se dirigía, el hombre esbozo a penas una sonrisa al verse rodeado de las antorchas que iluminaban el vestíbulo principal del sacro, haciendo a un lado varios recuerdos de sus días de joven recorriendo los pasillos se encamino hacia su destino. Por dentro el sacro era una mezcla de ébano con puertas de madera y algunas de marfil para las salas más importantes posa antorchas de hierro forjado escaleras de mármol que llevaban a las torres más altas y a las mazmorras más recónditas, el suelo era de roble pulido con una alfombra de terciopelo rojo con detalles en su costura dorados. El hombre solo debía seguir la alfombra aunque ya estaba bastante familiarizado con el camino que recorría pues sus últimos años como comandante en jefe de los Black Wings le habían hecho recorrer el mismo camino en innumerables ocasiones aunque también le había hecho pasar malos ratos superando trampas mortales de atacantes anónimos, muchas de sus breves visitas al ala este se las debía a ellos –Solo sigue la alfombra- Pensó. Al pasar por el patio de entrenamiento se detuvo en las sombras; su traje de cuero negro con rojo se camuflajeaba perfectamente con la oscuridad, sin embargo, lo que vio no le gusto mucho: una mujer con traje de cuero blanco llevaba un arco en sus manos y conversaba con una criatura un tanto extraña y aunque se encontraba a una distancia prudencial como para no ser visto alcanzo a escuchar algunas palabras que cruzaban la mujer y la criatura.

-¿Como me garantizas que cumplirás? -pregunto la mujer-

-¿Cómo garantizas que tu lo harás?

-Hice lo acordado, hasta ahora no te he fallado él irá, además, sabes muy bien que los de mi raza no podemos mentir.

-Y tu sabes perfectamente que las Ninfas no conocemos la mentira.

Un sonido seco como el de una rama al quebrarse hizo saber a la Ninfa que era hora de retirarse así que antes de irse le dijo a la mujer:

-Solo espera, cumpliré mi palabra, yo, y todos los que estamos implicados en esto.

Y se desvaneció con el soplar del viento.

-Espera –grito la mujer, aunque ya era demasiado tarde la criatura se había marchado-.

Aunque la mujer llevaba puesta su capucha blanca que cubría perfectamente su rostro el hombre pudo ver que por sus hombros se asomaban varios rizos color rojo vivo y pudo identificar a la mujer. Se quedo quieto a la espera de algo más, pero nada paso la mujer alzo su arco saco 3 flechas del carcaj colgado en su espalda acciono con el pie derecho el lanza discos que tenia a un lado y al cabo de un segundo salieron disparados 3 discos de arcilla roja que destruyó con un tiro perfecto, un flecha para cada disco lo cual convenció aun mas al hombre de la identidad de la mujer.

El hombre siguió su camino aunque no sacaba de su mente las últimas palabras de la Ninfa –Cumpliré mi palabra- -¿Que pudo haber prometido una Ninfa a uno de nuestra raza?- se preguntó –Yo, y todos los que estamos implicados en esto- -¿Quién a parte de ella sería tan osado de pactar e involucrarse en algo con una Ninfa? además, ¿Implicados en qué?-. Pero, por ahora el hombre tenía algo más grande por lo que preocuparse así que siguió la alfombra hasta las escaleras del ala norte, cuando comenzó a ascender por ellas las antorchas se encendieron en un fuego azul dándole un tono zafiro a cada gramo de mármol de los escalones, al llegar a lo alto de las escaleras las antorchas cesaron su brillo, el hombre al igual que en todas sus visitas anteriores sintió un escalofrío desde el comienzo de la cervical hasta la punta de sus pies. Dio 3 pasos hacia la inmensa puerta de marfil que se alzaba delante de él y justamente antes de tocarla ésta se abrió y desde adentro de la sala se escucho una voz gruesa, fría, segura y pegajosa que le dijo:

-Entra, te estaba esperando.

Black WingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora