Un deseo

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El atardecer se alejaba. Todo era tranquilo hasta que de pronto se escucharon pisadas, pisadas que movieron todo el piso. Un gigante caminaba sobre los árboles, ocasionando que cayeran uno por uno y las puertas desaparecieran. 

-¡No! ¡Las puertas!-, gritó César.

Se podía observar cómo la furia de César era incontrolable. Los dos chicos, al mismo tiempo, sacaron sus espadas y las clavaron en su pie. El gigante aulló de dolor; los chicos tomaron ventaja, subieron por los árboles y saltaron sobre el gigante.

César sacó un pequeño morral de su bolsillo, tomó un puño de lo que había adentro y comenzó a esparcirlo en el gigante. El gigante comenzó a hacerse pequeño, tan pequeño que llegó en un momento a desaparecer.

-¿Qué le ocurrió?- cuestioné, aterrorizada

-¿Cuándo dejarás de hacer preguntas?-, interrogó César, caminando hacia adelante.

-Tranquila, Cristal. Solo usamos polvo de hada para derrotar de la manera más fácil a los gigantes. Han acabado con muchas familias-, sonrió Frederick.

Cuando finalmente oscureció, las flores de los árboles comenzaron a brillar; iluminaban el camino de una forma cálida. Pensé en descansar en alguna parte, pero los dos se veían decididos en seguir adelante. A lo lejos, veía una pequeña pero muy brillante luz entrar a la puerta de un árbol

-¡Ahí está!- grité.

Los ojos de César se iluminaron, pero, cuando estaba a punto de correr, cayó al piso sin poder levantarse. Tenía dificultad para respirar.

-Oh no, está desapareciendo-, gritó Frederick aterrorizado.

-Vaya, temía que este momento llegara. Cristal, necesito decirte algo- dijo César al recostarse boca arriba y tocarse el corazón. Nunca pensé verlo de esa manera; al parpadear se veía cómo de su tierna mejilla caía una lágrima. César ya no podía mover su cuerpo y le quedaba poco tiempo para hablar.

-Cristal, encuentra a la mariposa y, por favor, haz que nunca me olvide. Después de todos estos años sigue brillando como la primera vez que la vi. Toma esto, es polvo de hada azul; si esto cae sobre ella todo regresará a la normalidad-.

César estaba triste, pero no lo quería reflejar. Él era una persona fuerte.

-Cumpliré tu deseo- dije finalmente.


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