[4]-Hostal 1:03-

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Viajar es mi pasión, motivo por el cual cuando mis amigos de Suiza me invitaron, no dudé ni un segundo en ir a su encuentro. Juan había conocido a su actual esposa, Marie durante un erasmus que hizo en Suiza, él nunca creyó dejar de lado a su familia y a su vida que llevaba en Francia, sin embargo, enamorarse de aquella cándida mujer lo cambió todo.
Yo había sido un buen amigo de Juan, prácticamente desde la infancia, siempre íbamos a muchos lugares juntos y cuando nos distanciamos quedamos en que iría a verles, y así fue.
Fui una vez a visitarles, entendí porqué se había mudado a Suiza ya que su esposa Marie, era una persona tan agradable y bondadosa al lado de la cual era imposible sentirse molesto. Es una persona increíble, pensé cuando la conocí y recordé mi estado soltero. Sin embargo, supe que mi amigo le hacía feliz y me alegré por ellos. Después de mi primera estancia en Suiza regresé a Francia, continué trabajando y cuando llegaron mis próximas vacaciones recibí la invitación de ir al bautizo de su hijo, no sabía que habían sido padres, aún así, la noticia me alegró.
Ahora, hace unas horas que he bajado del avión y voy cargando las maletas en dirección al primer lugar en el que poderme hospedar ya que no quiero causarle molestia alguna, y de otra forma, la intensa lluvia que se cierne esta noche me imposibilita llegar muy lejos, así que sé que lo mejor será encontrar un lugar en el que cobijarme lo más rápido posible.

No sé a dónde poder ir, y me sorprendo a mí mismo dando vueltas por calles que no había recorrido nunca, pienso en llamar a mi amigo pero a último momento me doy cuenta de que no me queda batería.

Tras dar varias vueltas, termino llegando a una calle que al igual que las demás es algo totalmente desconocido para mí.
Pero un letrero en grandes letras grises me llama la atención, Hostal 1:03, dicta el cartel, sin pensarlo dos veces, entro en el lugar y el calor al dejar la humedad de la lluvia atrás me reconforta en unos segundos.
Miro a ambos lados, pero no logro ver a nadie. ¿Dónde está todo el mundo? Sé que es tarde, pero he encontrado luz, así que alguien debe estar despierto, pienso, pero pasan los minutos y nadie sale a darme la bienvenida así que me dirijo a la puerta y justo cuando mi mano se posa sobre el pomo advierto una presencia que me hace dar un respingo.
Escucho una voz grave y rasposa, me giro y observo a un hombre que debe pasar del metro ochenta y lleva un esmoquin demasiado formal aún para estar trabajando como recepcionista.
No entiendo ni una sola palabra de lo que me dice, sé que me está hablando pero no sé qué es lo que me dice, habla en una lengua que jamás he escuchado, pero finalmente me hace señas para que le siga y él se dirige atrás de un tablero y me entrega unas llaves junto con un papel que tiene un número impreso que supongo que es el importe.
Cuando me entrega la llave siento un escalofrío, como si algo me advirtiese que estoy en un terreno peligroso, pero lo ignoro por completo, es tanto el cansancio y abatimiento después de mi llegada que sólo atino a arrastrar los pies por la moqueta roja del suelo mientras subo unas escaleras de caracol que parecen no tener fin.
Al llegar a un pasadizo miro hacia el número que me indica la etiqueta que llevan las llaves. Me dirijo hacia la habitación cincuenta. No hay ni una sola alma en el pasillo, y sólo se escucha el sonido de la lluvia a lo lejos.
Abro la habitación y dejo mi maleta en el suelo, observo asqueado cómo unas cucarachas se balancean por la moqueta y ruedan hasta toparse con mi maleta. Me repugnan aquellos bichejos pero lo ignoro porque mi cansancio es mayor.
Justo cuando estoy a punto de tumbarme en la cama me doy cuenta de que las sábanas están sucias arrugadas y manchadas por algo que prefiero no saber qué es. Aquello me repugna más que la presencia de los invitados en la habitación, de manera que sin importarme que ya sea medianoche me dirijo a la entrada principal a exigir que me den unas sábanas limpias como mínimo. Bajo deprisa las escaleras, el silencio que invade el lugar, como si fuese la única alma que puebla el hostal me pone los pelos de punta. Sólo se escuchan mis pisadas y mi pausada respiración.
En la recepción, no hay nadie, como la vez anterior, dejo que pasen los minutos pero nadie sale a recibirme así que me empiezo a exasperar mientras llamo al pequeño timbre que hay sobre la mesa, pero nadie acude a mi llamada.
Finalmente vuelvo a mi habitación, quito las sábanas las dejo tiradas por el suelo y me dirijo al lavabo donde encuentro una toalla y la pongo sobre la cama.
Me tumbo, cruzo las piernas mientras escucho el repiquetear de las gotas de lluvia contra el techo y siento que la incomodidad se apodera de mí aunque no veo cuáles son los fundamentos sobre los cuales se sustenta.
Empiezo a sentir que el ambiente de la habitación se vuelve cada vez más denso y pesado así que me quito la ropa y quedo en calzoncillos, vuelvo a tumbarme y veo en el reloj de la mesilla de noche que ya pasa media hora de la media noche pero me resulta muy complicado dormir. Pienso en que por la mañana haré una reclamación por los malos servicios con los que me he encontrado y en medio de un remolino de pensamientos logro conciliar el sueño.

Más tarde, despierto de sobresalto, me incorporo en la cama y creo que he tenido una pesadilla, pero no recuerdo qué es. Intento volver a dormir, veo que es la 1:02 y tengo la certeza de que me costará dormirme de nuevo, pero aún así vuelvo a cerrar los ojos hasta que siento unos golpes sordos en la puerta. Al principio lo ignoro, pero a medida que se vuelven más insistentes me veo obligado a ir hacia la puerta, pero no abro. A estas horas de madrugada, no deberían despertar a los huéspedes, pienso.
Vuelvo hacia la cama pero los golpes no cesan y cada vez me impaciento más. Estoy tentando de mirar quien hay al otro lado, pero me contengo. Ahora es la 1:03, sólo ha pasado un minuto desde que los golpes han empezado y finalmente dejo de escuchar ruido, cierro los ojos pero escucho un fuerte estruendo, unos gritos a unos metros de distancia, nada de esto me está dando buena impresión y siento los nervios bajo mi pulso. Enciendo la lamparilla de la mesa de noche y es entonces cuando escuchó un golpe más fuerte que los anteriores, siento que la habitación da vueltas a mi alrededor pero me doy cuenta de que sólo es una ilusión, todo está exactamente igual que estaba antes, con la diferencia de que ahora las cucarachas están en el marco de la ventana. Miro en dirección de la puerta y veo un cuchillo encajada en ella, se me corta la respiración y pienso que debo estar soñando o que es una broma de muy mal gusto, intento mantener la calma mientras pruebo de abrir la ventana pero con la fuerza ejercida rompo el pomo así que veo que no puedo salir ni por la puerta ni por la ventana.
Desencajan el cuchillo de la puerta y veo que vuelven a arremeter contra la puerta hasta que ésta de una vez por todas se rompe en grandes astillas.
De la impresión me caigo al suelo y gateo hasta una esquina de la habitación, no me atrevo a mirar hacia la puerta pero cuando finalmente veo hacia delante de mí me encuentro con un desconocido con una máscara que me señala con un cuchillo. Escucho una voz que nunca antes he escuchado y el miedo me invade, sin pensarlo salto sobre la cama y echo a correr mientras que los gritos cada vez son más intensos y por impulso me dirijo hacia donde proceden aquellos lastimeros gritos. Corro por los pasillos, sé que a mis espaldas llevo al enmascarado así que la sensación de peligro inminente me insta aún más a echarme a correr. Encuentro una puerta abierta y me dirijo hacia allí. Me cierro con el pestillo e intento calmar mi corazón latiendo desenfrenado, de repente vuelvo a escuchar aquellos golpes en la pared y veo que el cuchillo se encaja justo al lado de mis costillas. Contengo la respiración mientras que reparo en que no estoy solo.
Delante de mis ojos veo a una chica tumbada sobre la cama que me mira desesperadamente, aún está viva pero veo que un cuchillo se ha clavado en su estómago. Sé que es inútil intentar hacer cualquier cosa pues la mujer ha perdido demasiada sangre que corre por las sábanas y traza caminos por el suelo, pero aún así me abalanzo sobre ella mientras que mis manos se tiñen de sangre y siento que no puedo hacer nada al tiempo en que veo que sus ojos se desvanecen rápidamente en medio de un último grito de terror.
Dejo de escuchar los golpes arremetidos contra la puerta, sólo alcanzo a ver la expresión plácida que ahora tiene la desconocida y empiezo a llorar.
Soy consciente de que mi perseguidor está detrás de mí, sé que ha vuelto a romper la puerta, pero sólo tengo ojos para aquella chica de cabellos brillantes como el oro que hacía unos segundos me miraba a mí mientras sabía que sería lo último que vería.
Ignoro todo lo que pasa a mi alrededor y lloro la pérdida de la mujer mientras que aquel enmascarado de máscara negra se acerca a mí y de repente me doy cuenta de que el dolor adopta forma y color tras mis ojos, me desplomo en el suelo y lo último que veo es a la mujer que yace a unos metros de donde estoy.

«En estos momentos, sale de su habitación un hombre ajeno a la matanza que se acaba de llevar a cabo y sin saber que él es la próxima víctima del hostal 1:03».


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