Hacía frío, mucho frío..., la calefacción estaba estropeada en la habitación y tiritaba de frío mientras me abrazaba a mí mismo envuelto con una gruesa manta, y que dejaba al descubierto únicamente los ojos.
La ventana repiqueteaba incesantemente a lo largo de una noche insomne. Los árboles proyectaban espectrales sombras a través de los cristales y formaban las más increíbles formas.
Cerré los ojos.
Un sonido me despertó repentinamente. Aún en mi estado soñoliento fui capaz de reconocer el comienzo de una canción: "La marcha turca" de Mozart. Abrí los ojos mientras que pensé en dos cosas: La primera era una de mis canciones favoritas. La segunda, ¿cómo era posible que sonase la canción si no teníamos ningún piano en casa?
Al otro lado del pasillo se encontraban las habitaciones de mis padres. Creí que alguien había encendido la televisión. Debería ser eso, me convencí a mí mismo mientras que me fui hacia el salón donde la música había cesado por completo.
¿Tal vez lo había imaginado? Era lo más probable. Seguramente lo había soñado, pero la precisión con la que recordaba la música me hacía dudar de que se tratase de un sueño.
Volví de nuevo a la habitación. Cerré la puerta e intenté volver a dormir, pero no pude, a cada rato en mi cabeza se proyectaban las notas de la melodía y sentía curiosidad por saber de dónde había salido aquella música.
De repente escuché de nuevo que volvían las notas. Iban in crescendo, y el compás era más rápido de lo que lo recordaba en mi memoria.
Cuando la melodía llegó a su fin escuché que algo se estrellaba contra la ventana de mi habitación, y después, el más absoluto silencio.
Y entonces, finalmente me rendí al sueño.
Con los primeros rayos de la mañana bajé a desayunar junto con mis padres.
-¿Habéis escuchado algún ruido esta noche?-les pregunté indeciso. Podía ser que se rieran de mí, pero aún así se lo pregunté.
-No, ¿por qué?-me dijo mi madre.
-Ah, por nada. Imaginaciones mías-dije en un murmullo. Me convencí de que habían sido imaginaciones mías, pero al caer la noche volvió a pasar.
Las mismas notas se repetían noche tras noche. Cada vez sentía una emoción diferente. Había días en los que sentía que me invadía una tristeza inexplicable y quería llorar, otras veces, sentía una total indiferencia.
Pasaron diez noches en las que la Marcha Turca fue la canción que se repetía sin parar, hasta que una noche la melodía cambió al Claro de Luna de Beethoven. Había algo en aquella misteriosa interpretación que me emanaba una gran tristeza, un dolor que no sabía ni de dónde procedía.
Cada noche escuchaba una balada diferente, siempre había amado la música, pero aquellas canciones fúnebres que escuchaba de madrugada me desvelaban y al llegar la madrugada no sabía si todo había sido sólo una fantasía o si de verdad había ocurrido.
-Creo que estoy empezando a imaginar-confesé un día a mis padres-Cada noche sueño en canciones de piano, son unas melodías muy hermosas, pero están cargadas de tristeza. No sé porqué sueño con ello, a veces creo que son sueños míos, pero la música está en el salón.
-Pero no tenemos piano...-dijo mi madre mientras que miraba a mi padre. No me creían, era comprensible, yo tampoco creería a un argumento tan poco sólido.
Pasaron más noches y las melodías se repetían y parecía ser yo el único que las escuchaba.
Un día encontré a mi padre pensativo y me dijo:
-Tenías razón, hijo, se escuchan melodías de piano-sin embargo no supimos qué hacer. Era solo música, una hermosa música que escuchábamos cada noche y que procedía de algún lugar que no habíamos podido conocer.
Hasta que un día, cansado de aquella música me fui al salón. Como siempre, en el momento en que crucé el pasillo la música se detuvo.
Aquella noche vi una sombra, una especie de silueta borrosa que parecía una sombra moviéndose. No sabía qué era pero un escalofrío me invadió, no tenía miedo, pero tampoco me sentía cómodo. Algo me estaba observando. Hasta que aquella silueta que al principio pareció borrarse fue tornándose cada vez más nítida hasta que adoptó la forma de una bella dama. Era una mujer, con un estropajoso vestido, tenía el cabello rizado y lloraba.
El miedo se esfumó, sentí una gran compasión hacia aquella mujer a quien nunca había visto y sin saber porqué yo también quise llorar.
-¿Puedo ayudarte?-pregunté aunque no sabía a quién le estaba hablando. Después escuché una especie de aullido y la mujer se esfumó.***
-¿Desde cuándo tenemos esta fotografía?-le preguntó mi madre a mi padre mostrándole una hoja de papel. Miré detenidamente la foto y me di cuenta de que era nuestra casa, pero de un color más escarchado y en la fachada habían unas plantas trepadoras. Delante de la casa había una mujer, la misma que había visto la noche pasada, junto con un hombre que le rodeaba con el brazo. La mujer no lloraba, sonreía feliz. El hombre también.
Tardé un lapso de tiempo en comprender qué era lo que ocurría. Aquella mujer había vivido allí y aún continuaba allí, pero estaba triste pues su marido no estaba con ella.
Y la única voz que le quedaba eran tristes y hermosas canciones como la melodía más profunda de su alma.
Desde aquel día, cada noche que escuchaba aquellas canciones no me asustaba, simplemente cerraba los ojos y dormía arrullado escuchando la tristeza de aquella dama y viéndome incapaz de hacer nada, a veces sentía que las lágrimas resbalaban por mi cara, pues a través de sus canciones sentía que me transmitía su dolor.
Aquella bella pianista aún permanecía allí, y cada interpretación estaba más cargada de sentimiento. Algunos días sonaban compases más rápidos, otras veces las notas de las canciones no eran aquellas, pero aquellas tristes y delicadas melodías nunca cesaban, me acompañaban todas las noches y antes de la llegada del alba se desvanecían junto con las últimas lágrimas de tristeza.Hablando de música... ¿Cuál es su canción de piano favorita? Yo creo que no me decido entre "Für Elise" o "Requiem for a dream".
ESTÁS LEYENDO
Cuentos de terror
HorrorPequeños relatos que a veces escribo, no son propiamente de terror, más bien de suspense, pero de todas formas espero que les guste.