CAPÍTULO 4

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- ¡¡ Vamos señoritas despertad!!- gritó el sargento Toscano. - ¡¡ En 10 minutos aterrizaremos!! El convoy nos está esperando.
Todos se despertaron sobresaltados, Pinto hasta cogió su fusil y hizo un amago de apuntar, frente a él estaba Maldonado que en un acto reflejo se echó al suelo.
- Como vuelvas a hacer eso Pinto te juro que sales del avión antes de que aterrice. - espetó desde el suelo.
Una gran carcajada resonó por el avión y a continuación fueron desperezándose y cogiendo los respectivos equipos. El avión tomó tierra de una forma un poco brusca, cosa que a más de uno no le gustó, y en el momento en el que se abrió la puerta una gran bofetada de calor asfixiante les fue golpeando a medida que iban desembarcando. Sin duda ya estaban en El Cairo.
Dylan salió el último, tuvo que entrecerrar los ojos ya que la luz era bastante cegadora, al principio le costó un poco respirar, pero al cabo de unos minutos se acostumbró. Mientras bajaba por la escalera miró alrededor y contempló el esplendor de una ciudad tan antigua como lo era El Cairo, le encantaba aquel lugar, aunque nunca había podido ir de vacaciones se imaginó por un momento haciéndose fotos en la Esfinge y en la gran pirámide, pero ese pensamiento se desvaneció cuando chocó con la mochila Diego.
- Oye oye que, aunque tenga mucha confianza contigo, hay una distancia de seguridad, ¿vale? - dijo Diego volviéndose.
- No te quejes que sé que te gusta que esté detrás de ti en algunas situaciones. –contestó Dylan arqueando las cejas varias veces.
- Si, en las que estamos rodeados de balas y alguna te puede hacer un agujero nuevo. – respondió Diego riéndose.
- Por algo se empieza. – rió Dylan.
Siguieron bromeando mientras caminaban guiados por un oficial que los había recibido en la pista, en cuyo uniforme se leía Rashid y que tenía cara de pocos amigos.
- Madre mía, aquí se pone uno moreno rápido. – comentó Tapia.
- Aquí si no quieres tener cáncer de piel mejor que uses protector solar. – dijo el oficial Rashid con un acento entre africano y egipcio. - el reflejo del sol en la arena te puede derretir las retinas en un par de meses si no usas gafas de sol y sobretodo y lo más esencial es llevar siempre agua encima.
Llegaron a un hangar y agradecieron un poquito de sombra.
- Y como suponíamos que no iban a venir del todo preparados. – continuó el oficial Rashid – les hemos preparado este pequeño kit de bienvenida. – concluyó con una sonrisa en la cara.
Señaló a una mesa donde habían preparado gafas de sol, crema solar y una pequeña bolsa de agua con una boquilla con capacidad para dos litros de agua y que se podía llevar colgada o metida dentro de la mochila. Cada uno cogió su kit y volvieron a salir del hangar hacia el punto donde el convoy los esperaba, al girar la esquina del hangar se quedaron boquiabiertos cuando vieron que una gran cantidad de gente se agolpaban por donde tenían que salir, cientos de personas gritaban cosas que no entendían, pero por el énfasis de la gente no eran precisamente halagos.
- Aquí viajaran ustedes. - dijo el oficial egipcio tocando un camión militar de color marrón claro – le bajaremos la lona de atrás para evitar, como decirlo, contratiempos. – terminó el oficial.
- ¿Y cómo vamos a salir por ahí? - preguntó Tapia.
-Digamos que, usando una persuasión que nunca falla- rió el oficial.
A nadie del grupo le gustó ni la risita ni el tono con que respondió, de todas formas, fueron subiendo de uno en uno al camión mientras Rashid gritaba ordenes en egipcio y muchos soldados iban movilizándose y arrancando los vehículos para escoltar el convoy.
La gente en el exterior se alborotaba más por momentos y un sentimiento de duda y malestar comenzó a hacerse visible en las caras de todos y cada uno.
-Muchachos, hemos estado en sitios peores, esto sólo es un poco de ruido. - dijo el Sargento Toscano intentado animar un poco, ya que se había dado cuenta de la situación.
Una voz retumbó a través de un megáfono y la reconocieron pasado unos segundos, era Rashid con su característico acento. Cada vez que repetía lo mismo en su idioma iba aumentando la autoridad en su voz.
- Parece una amenaza. - dijo Diego.
Y antes de que pudiera terminar la frase comenzaron a escucharse ráfagas de disparos, todos cogieron su fusil de forma instintiva, entonces el motor del camión rugió de forma ensordecedora y el convoy inició su marcha de forma un poco violenta.
Mientras salían de la base Dylan levantó un poco la lona que los cubría y se quedó en shock con lo que vio, los soldados no estaban disparando al aire a modo de persuasión, estaban disparando a las personas que estaban agolpadas en las vallas del perímetro de la base, disparaban a sangre fría a hombres y mujeres, tanto adultos como a jóvenes.
- ¿Qué demonios están haciendo? - gritó Diego. - No pueden matar a civiles de esa forma.
- Diego, el país está al borde una guerra civil, faltan alimentos, medicinas y demás productos de primera necesidad. Estamos aquí para intentar mantener el orden en las regiones más rústicas y evitar que entren inmigrantes de otros países, como por ejemplo la frontera con Sudán, donde vamos a desplegarnos. No es de nuestra jurisdicción lo que hagan en su país, sea bueno o malo. - explicó el Sargento Toscano.
- Ya lo sé, pero sigue siendo una atrocidad lo que han hecho, y no sé porque me da que nos esperan algunas sorpresas. - contestó Diego recostándose en su asiento.
Poco a poco fueron dejándose de oír los disparos y los gritos de la gente, levantaron un poco las lonas del camión porque el calor que hacía era ya insoportable.
El camino a Luxor fue muy tranquilo y aburrido ya que sólo se veían dunas de arena a cada lado de la carretera y tras varias horas viendo arena más arena una pirámide comenzó a verse a lo lejos junto con una gran ciudad con una belleza que te dejaba ensimismado.
Llegaron al aeródromo militar, un lugar bastante grande con muchas hectáreas de terreno y muro que lo rodea todo, con varios puestos para vigías, también tenía dos entradas más, una justamente en la parte opuesta de donde se encontraban y la otra cerca de los depósitos de combustible que tenía el aeródromo.
Se veía numerosos edificios de oficinas, unos cuantos talleres, dónde había vehículos todoterreno para reparar y un edifico que llamaba la atención, ya que era un poco más grande que los otros y contaba con varias banderas que ondeaban junto a la entrada. También había unos 8 hangares donde había muchos aviones militares, desde cazas de combate hasta helicópteros, pasando por aviones de carga y algún que otro avión espía sin tripulación. Cuando paró el camión todos comenzaron a bajarse y a desperezarse, ya que muy cómodo no había sido el viaje, se sacudieron toda la arena que llevaban encima y un soldado se les acercó.
- Acompáñenme por favor, ha habido cambios en su misión, el General los está esperando.

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