El puente

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El viento azotaba mi pelo, apenas podía ver lo que sucedía a mí alrededor. Días como esos siempre eran un castigo, teniendo que luego tomar un baño y pasar horas desenredando mi tumultuosa cabellera.

Las personas seguían caminando como si no fuera la gran cosa mientras yo trataba de sujetar el descontrol de mi cabeza. Emprendí camino hacia el puente que se encontraba a unos pasos. Intentaba llegar al otro lado del parque con todos los libros que había sacado prestados de la biblioteca.

Antes de avanzar, el viento soltó nuevamente mi pelo y mi mirada se dirigió hacia el cielo, cuestionando a la naturaleza. Fue allí cuando lo vi, sosteniendo el brazo de una mujer que trataba de irse. Había lágrimas atrapadas en sus ojos, ambos lamentaban la despedida, pero parecía irremediable, ella quería irse y aunque él luchara por cambiar las circunstancias, la decisión había sido tomada.

Mis pies no se movían del lugar en el que observaba aquella dramática escena. Un nudo creció en mi garganta. Me había compenetrado tanto con aquella desconocida historia y ahora hasta yo quería llorar por lo lamentable del destino de dos personas que quién sabe por qué, tenían que partir del lado del otro.

El viento seguía resoplando en mis oídos. Llegaría tarde si no lograba seguir con mi camino y cruzar ese triste puente. Deseando que esos amantes pudieran en el futuro sanar sus heridas y amar una vez más, caminé en dirección a la estructura blanca que me separaba de mi destino.

El extraño seguía allí, apoyado en las barandas, despeinado por la ráfaga que no cesaba y que parecía querer con mucho entusiasmo recorrer esa negra pradera que era su cabellera. Contemplé su espalda al pasar y un escalofrío recorrió la mía en ese momento. Mis ojos se agrandaron ante la sensación e inmediatamente luego de esto, una mano me tomaba de la chaqueta.

Aquel extraño hombre no sólo me impedía seguir caminando sino que me miraba con ojos inquisidores. El miedo se apoderó de mí pero existía algo en aquellos ojos que me inmovilizó. De alguna manera, aquello que estaba buscando con esa mirada, yo quería dárselo.

· Tú ¿sabes lo que es el amor?

Pequeños pueblos, imaginación infinita. Estaba segura que había visto demasiadas novelas y películas durante esos días como para terminar soñando con algo tan absurdo. Un hombre que luchaba para que su ¿novia?, no se fuera, ahogando sus lágrimas para parecer fuerte pero que luego de la partida de esa mujer que parecía tan importante para él, se quedaba observando el paisaje sin notar lo que a su alrededor pasaba, terminaba tomándome por el brazo queriendo que yo le respondiera una pregunta que ya me había hecho mil veces a mí misma y en todos los años que había intentado encontrar la respuesta, no lo había logrado. Qué estupidez.

Jamás había visto a aquel hombre y mucho menos a la mujer que huía. Estaba segura que ni siquiera existía un puente como el del sueño en este pueblo. Mi mente siempre terminaba haciendo lo mismo.

Luego de darle vueltas al asunto, me levanté de la cama. La sensación de miedo de ese sueño había sido tan real que me había despertado dos horas antes de lo que tenía planeado. No me venía mal, después de todo, era preferible que me despertara antes a quedarme dormida en mi primer día de trabajo.

Los 22 años que había vivido en aquel pueblo me pesaban en los hombros y por eso había decidido comenzar a trabajar para juntar dinero y luego marcharme. Mi madre apoyaba esta idea, es más, yo creo que nunca quiso venirse a vivir a este lugar pero fue mi padre el que la trajo y luego la dejó aquí, con dos hijos y una desafortunada cantidad de deudas. Por eso yo tenía que cambiar la historia, irme lejos y comenzar otra en una ciudad grande, llena de edificios y personas corriendo por todos lados. Eso sonaba bien.

Lo único que no sonaba para nada bien era el horario en que tenía que asistir al trabajo ¿6 de la mañana? Qué locura. Nadie entraría a una tienda de recuerdos a esa hora. Ni siquiera estábamos en la temporada turística. Pero no tenía sentido quejarse, había sido afortunada. Con la cantidad de personas y los pocos puestos de trabajo existentes aquí, cualquier cosa me venía bien siempre y cuando pusiera billetes en mis bolsillos.

Salí de casa con el temor de que la luz del sol todavía no estuviera presente en las calles. El invierno se acercaba a toda velocidad y caminar por el vecindario necesitaba de una cantidad exagerada de abrigos a esa hora. El viento resoplaba con fuerza, una tormenta parecía anunciarse. Quizá era el duelo que la madre naturaleza hacía por mí y por todas las horas de sueño que perdería de ahora en más debido al trabajo.

Apresuré mis pasos y llegué a la calle principal. Casi no había personas afuera y las pocas que veía se encontraban refugiadas del viento en el café frente al edificio al que me correspondía entrar. Solamente debía cruzar la calle y mis huesos ya no sentirían el frío del día que nos esperaba.

Antes de poder avanzar, una ráfaga de viento me golpeó. Mi cabello que venía sujeto, terminó desparramado en el aire. "¿Con qué necesidad, madre naturaleza? No sabes lo mucho que me costó arreglar este caos y tú vienes y me pones en esta situación. No voy a volver a dormir hasta las 11, lo lamento pero las cosas son así ahora." Mirando al cielo, intentaba que esa madre naturaleza a la que yo le confiaba todos mis secretos, me escuchara.

Suspiré resignada. Si mi cabellera tenía que vivir esta vida de libertad, debía ser por alguna razón y no debía cuestionar esa decisión. Me propuse por fin dar los últimos pasos de mi recorrido, pero algo otra vez me detuvo. La cáscara de una banana cayó del cielo como un misil, golpeando la parte superior de mi cabeza. Una vez más me encontraba mirando al cielo lista para reclamar, cuando al hacerlo lo vi. El mismo hombre de mi sueño, apoyado en los barandales del balcón del único hotel del pueblo. Vestía la misma camisa y peinaba de la misma manera como lo había hecho en mi sueño, pero ahora no había ninguna mujer.

Antes de que se diera cuenta de que me encontraba allí abajo, corrí hasta la tienda y entré a toda velocidad, dejando mis cosas sobre la mesa de entrada. El resto de los empleados que ya se estaban preparando para comenzar con la limpieza, me miraban extrañados. Todavía tenía la cáscara de banana en medio del desorden que sostenía mi cabeza.

In my dreams [ImJaebum]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora