¡Despierta!

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Por primera vez en mucho tiempo, solamente había objetos inanimados y algún que otro gato dando vueltas por la habitación. Caminé, esperando encontrarlo, pero no sucedió. La angustia crecía dentro de mi pecho. ¿Dónde se había metido? ¿Por qué no aparecía, abriendo sus brazos de par en par para encerrarme en ese abrazo que tanto esperaba cada vez que cerraba los ojos? ¿Dónde estaba esa sonrisa traviesa que aparecía en su rostro cuando nuestras miradas se encontraban? ¿Por qué se había ido de esa manera?

Salí hacia la vereda, el sol ni siquiera había salido y el viento soplaba como aquel día, cuando pude distinguir su figura en el puente. De repente, la sensación de las lágrimas recorriendo mi rostro, hizo que volviera a buscarlo en las habitaciones del apartamento. Esperaba fervientemente que se tratara de un sueño parecido al que había tenido el día anterior.

Pero al entrar, otra vez el vacío. Me senté en el borde de la cama, desolada. Había estado a mi lado durante tanto tiempo, dándome su cariño, que ya no podía imaginar mi vida sin él. Unos temblores hicieron posesión de mi cuerpo y el llanto aumentaba con estos. Una voz llena de preocupación podía ser escuchada en la distancia, aunque no tuve la posibilidad de distinguir de quien se trataba o qué era lo que me decía.

-¡Despierta! ¡Hija, tienes que despertar!

Las manos de mamá sobre el costado de mi cuerpo hacían que éste se sacudiera incesantemente. Intentaba hacer que volviera a la realidad, en donde aquel hombre no era nada más que un desconocido al que solía mirar a través de un vidrio. No quería, necesitaba quedarme dentro de aquel sueño para esperarlo. Tenía que aparecer en cualquier momento.

-Es sólo un sueño amor, ya pasó.

Las sacudidas se detuvieron y ahora sentía cómo acariciaba mi rostro empapado. Se sentó a un lado de la cama, continuando con las caricias. Poco a poco, fui despegando los párpados y me encontré con la expresión de angustia de mi madre.

-Estabas llorando. ¿Qué sucedió? Creía que habías dejado de tener pesadillas a los once.

De alguna manera, no haberlo visto en mi sueño, parecía ser una pesadilla. Creía que lo había perdido y que no tendría jamás otra oportunidad de sentirme tan amada como lo hacía cuando me tomaba en sus brazos.

-Lo siento mamá, no quise asustarte. Debe haber sido algo que comí anoche.

Refregué mis ojos con el reverso de mi mano y fui hacia el baño, agradeciendo que fuera sábado. Los brazos todavía me dolían por las cajas que tenía que haber cargado hasta el depósito el día anterior.

-Hija, ¿qué quieres desayunar hoy?

-No lo sé, haz cualquier cosa.

-Podríamos ir a la cafetería del centro. Allí sirven un café delicioso, por eso la gente hace fila para comprarlo por las mañanas.

Recordaba perfectamente esa fila. Yo había estado en ella, esperando por mi café aquel frío día. El mismo día en que descubrí que él trabajaba allí. Esa reluciente chaqueta roja y la bufanda del mismo color. La misma que vestía el día anterior cuando entró en la tienda.

-No tengo ganas de salir. Puedes ir tú si quieres y traerme algo.

-Así no tiene sentido hija, debíamos ir las dos.

Salí en busca de mi ropa y observé cómo mamá todavía tenía esa cara de preocupación. Le sostuve la mirada, esperando que me dijera qué le pasaba, pero sólo conseguí que posara su mano sobre mi cabeza, acariciándome otra vez.

In my dreams [ImJaebum]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora