Especial I

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Especial I
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Especial I

Ella, Él: sus hermosos ojos.

Hay sentimientos encontrados, amargos y dulces, fríos y cálidos. Miedo y esperanza.

Los ve retozar, corretear entre ellos y sonreírse. Están coqueteando; puede verlo en la forma en que el más bajito pestañea con sus negras y largas pestañas en un gesto pícaro y como el chico alto y pálido le devuelve una sonrisa torcida cargada de altivez.

No. No sólo se trata de eso. Hay algo más allí. Un sentimiento peligroso se está gestando en ellos.

Y de nuevo algo se revuelve en su interior.

Celos.

¿Y si él hubiese sido así de valiente como lo está siendo su ahijado? ¿Si hubiese hecho buenas elecciones a tiempo? Si tan sólo no se hubiese dejado llevar por prejuicios infundados e ideas estúpidas. Si hubiese tenido un criterio firme tal vez sus recuerdos estarían plagados de hermosas memorias como en la que seguramente, algún día, se convertirá para esos chiquillos ésa escena que ahora presencia.

Él también tendría algo a lo que aferrarse además de sus remordimientos y sinsabores.

Si tan sólo... pero eso ya no será, porque ella ya no está.

No sólo eso. Ella amo a otro hombre hasta el final. Y el hijo de ellos, la mujer que amó y el hombre al que odió está allí.

Es el chiquillo de cabello revuelto, oscuro como la noche, como el de su padre. Pero también es el que posee unos hermosos ojos verdes como la primavera en su esplendor, ojos que brillan con la inocencia e ingenuidad característica de ella. De quién fue su madre. Su más grande amor. A veces, mientras le observa, no puede evitar el horror al descubrirse amándolo como la amó a ella. Es por eso que niega cualquier parecido, por obvio que sea. Prefiere ver al hombre altivo y petulante que era su padre; pero no es tonto, se da cuenta que el muchacho es alguien amable y altruista, que comparte más características y semejanzas con Lilly que con James.

Él tiene sus ojos y su misma complexión. Asimismo puede ver muchas de los ademanes de ella. Tiene su misma risa, suave, dulce y cantarina.

En un puñado de ocasiones ha pensado que, tal vez, podría reivindicar sus actos pasados: descubrir su corazón y dejarle saber todo...

Pero eso tampoco es posible, porque al igual que ella, él ha entregado ya su corazón a alguien más.

A su ahijado.

Draco, quien en aquel mismo instante tiene fuertemente abrazado a la pequeña y frágil figura que es Harry mientras giran, haciendo que el otro se aferra más con el miedo de caer pues sus pies ya no rozan siquiera el suelo, es el dueño del joven corazón. Los ojos jade brillan genuinamente enamorados de igual manera que los hacer los grises del chico rubio. El mercurio líquido se agita, estalla en silenciosas promesas.

Sus palabras son recibidas, anhelantes por el chiquillo de los increíbles ojos verdes. Severus puede verlo, y aunque los celos atacan de nuevo, no hará nada para evitar que ellos estén juntos, porque lo merecen.

Mientras el no merece nada más que morir envenenado en lo amargo de sus recuerdos. [1]

Porque él no lucho, no tuvo el valor de pelear por el corazón de quién amaba y mucho menos de elegirla a ella, dejando lo demás a un lado, ¿Qué más daba se había arriesgado su vida? Ya era muy tarde.

Ya es muy tarde.

Pero no para ellos. Los mocosos de once años que juegan sobre el pasto de la ladera, por ésa zona poco recurrida, cerca del lago gris y el bosque prohibido. Draco se deja caer, trayendo a Harry consigo, dejándolo acomodarse en el recoveco de su brazo y esconder su rostro en su pecho. Malfoy también hunde el suyo en la negra cabellera.

En ése momento se escuchan los gritos desde la zona adyacente al jardín trasero del castillo: Weasley y Granger han llegado. Hermione se sienta a un lado de Harry, que se ha erguido al escucharlos, Draco esta abrazado a la cadera del chico mientras su cabeza reposa en el regazo de éste. La chica de la enmarañada cabellera castaña cuenta a Harry algo que ha leído en el libro que se encuentra entre sus manos, Harry asiente en entendimiento.

Ron mira fijamente a Malfoy que sigue insistentemente pegado a su mejor amigo y éste le devuelve una sonrisa triunfante y orgullosa cuando Harry acaricia sus cabellos distraídamente. El chico pelirrojo bufa y toma asiento a un costado de Granger, asintiendo de vez en vez a lo que ella y Potter dicen, aún en una guerra de miradas con el rubio.

Al parecer, Draco ya tiene contrincante, incluso sin saber del todo porqué o de que van los sentimientos que se están formando en su interior.

Snape decide que ha visto demasiado, su capa negra ondea al virar el cuerpo mientras se marcha, oculto por la espesa vegetación.

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[1]• Juego de palabras, porque Snape, de hecho, moriría más adelante envenenado (y desangrado) por la mordida de Nagini. Además, también mostraría sus recuerdos en ese momento.

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Toma mi mano. (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora