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Cuando llegó Halloween, Harry ya estaba arrepentido de haberse comprometido a ir a la fiesta de cumpleaños de muerte. El resto del colegio estaba preparando la fiesta de Halloween; habían decorado el Gran Comedor con los murciélagos vivos de costumbre; las enormes calabazas de Hagrid habían sido convertidas en lámparas tan grandes que tres hombres habrían podido sentarse dentro, y corrían rumores de que Dumbledore había contratado una compañía de esqueletos bailarines para el espectáculo.

-Lo prometido es deuda -recordó Hermione a Harry en tono autoritario- Y tú le prometiste a Nick ir a su fiesta de cumpleaños de muerte. Se lo debes.

Harry lo sabía; si Nick no hubiera convencido a Peeves para hacer aquel desastre y salvarlo, él seguramente hubiese estado castigado durante semanas enteras. Asintió. Así que a las siete en punto, Harry, Ron y Hermione atravesaron el Gran Comedor, que estaba lleno a rebosar y donde brillaban tentadoramente los platos dorados y las velas, y dirigieron sus pasos hacia las mazmorras.

También estaba iluminado con hileras de velas el pasadizo que conducía a la fiesta de Nick Casi Decapitado, aunque el efecto que producían no era alegre en absoluto, porque eran velas largas y delgadas, de color negro azabache, con una llama azul brillante que arrojaba una luz oscura y fantasmal incluso al iluminar las caras de los vivos. La temperatura descendía a cada paso que daban. Al tiempo que se ajustaba la túnica, Harry oyó un sonido como si mil uñas arañasen una pizarra.

-¿A esto le llaman música? -Se quejó Ron. Al doblar una esquina del pasadizo, encontraron a Nick Casi Decapitado ante una puerta con colgaduras negras.

-Queridos amigos -Dijo con profunda tristeza-, bienvenidos, bienvenidos... Os agradezco que hayáis venido...

Hizo una floritura con su sombrero de plumas y una reverencia señalando hacia el interior. Lo que vieron les pareció increíble. La mazmorra estaba llena de cientos de personas transparentes, de color blanco perla.

-¿Damos una vuelta? -Propuso Harry, con la intención de calentarse los pies.

-Cuidado no vayas a atravesar a nadie -Advirtió Ron, algo nervioso, mientras empezaban a bordear la sala de baile.

-Oh, no -Murmuró Hermione, parándose de repente- Volvamos, volvamos, no quiero hablar con Myrtle la Llorona.

-¿Con quién? -Le preguntó Harry, retrocediendo rápidamente.

-Ronda siempre los lavabos de chicas del segundo piso -Dijo Hermione.

-¿Los lavabos?

-Sí. No los hemos podido utilizar en todo el curso porque siempre le dan tales llantinas que lo deja todo inundado. De todas maneras, nunca entro en ellos sí puedo evitarlo, es horroroso ir al servicio mientras la oyes llorar.

-¡Mira, comida! -Señaló Ron. Al otro lado de la mazmorra había una mesa larga, cubierta también con terciopelo negro. Se acercaron con entusiasmo, pero ante la mesa se quedaron inmóviles, horrorizados. El olor era muy desagradable. En unas preciosas fuentes de plata había unos pescados grandes y podridos; los pasteles, completamente quemados, se amontonaban en las bandejas; había un pastel de vísceras con gusanos, un queso cubierto de un esponjoso moho verde y, como plato estrella de la fiesta, un gran pastel gris en forma de lápida funeraria. -Vámonos, me dan náuseas -Rezongo Ron.

Nick Casi Decapitado iba hacia ellos entre la multitud.

-¿Os lo estáis pasando bien?

-¡Sí! -Mintieron.

-Ha venido bastante gente -dijo con orgullo Nick Casi Decapitado-. Mi Desconsolada Viuda ha venido de Kent. Bueno, ya es casi la hora de mi discurso, así que voy a avisar a la orquesta. ¡Si me conceden su atención, ha llegado el momento de mi discurso! - Dijo en voz alta Nick Casi Decapitado, caminando hacia el estrado con paso decidido y colocándose bajo un foco de luz de un azul glacial.

Toma mi mano. (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora