11. GOLPEA

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—Como todos saben, hace unos días se apresó a un integrante de KMA. Los interrogatorios no avanzan a gran paso pero esperamos obtener para la tarde toda la información que esconde. —Informa Wale apoyándose en el barandal del primer piso para mirar a todos los que nos encontrábamos en el comedor. —De todas maneras, hoy a las trece horas se retoman los entrenamientos empezando por armas y combate. Serán divididos por niveles, edad y sexo. No es discriminación, muchachas. —Aclaró cuando se comenzaron a oír murmullos.

—Al final del día, se seleccionará a la mujer y al hombre con mayor puntaje en dichas actividades para que peleen hasta caer. —Grita Run caminando tras de Wale para colocarse a su lado erguida y con el mentón en alto.

Todos los presentes comenzaron a vitorear golpeando las tazas contras las mesas, alzando los puños al aire y haciendo sonidos que sonaban a grito de guerra. Muchos chocaron sus puños y otros se miraron de reojo con una sonrisa cómplice.

—La regla es simple, damas y caballeros. Todo está permitido si se consigue y se gana de forma limpia. Una jugada sucia y les aseguro que la van a pasar peor que el hombre en el calabozo.

—Están avisados ya. —Y dicho eso, Wale y Run dieron una última mirada antes de caminar por el pasillo al ala de dormitorios y desaparecer.

Todos parecían excitados con el mensaje, y yo me encontraba como pez fuera del agua. Nunca había disparado un arma pero tampoco me apetecía aprender o tener una entre mis manos. Desde que tengo memoria, las simulaciones eran sobre destruir, controlar objetos, elementos y situaciones a mi antojo, también modificar materia hasta que sea imposible devolverla a su estado natural.

Pero nunca necesite más que mi mente y pocas veces, de mi fuerza para sobrevivir en ellas. Las armas nunca se habían encontrado dentro de mi repertorio y prefería que así siguiera.

Miré fijamente el pan y la taza con líquido negruzco, sea lo que eso fuese, seguían intactos. No tenía apetito, me encontraba extrañamente satisfecha.
Aparté las cosas hacia a un lado y apoyé la frente contra la mesa suspirando.

No quería tener que combatir con alguien sólo por diversión.

¿Dónde está lo divertido en ello?

Capaz había una forma de evitar aquello. Zeke no iba a poner en peligro a su gente colocando un arma en mis manos, mucho menos darme la oportunidad de golpearlos.

Una cosa era que se mutilaran entre ellos; otra era que yo participara.

Debía hablar con él inmediatamente. Así que me levanté de la banca y caminé hacia su despacho.

🌙🌙🌙

—He dicho que no, Eileen. —Murmura Zeke sin levantar la mirada de unos papeles que revisaba con suma atención.

El escritorio se encontraba lleno de grandes hojas, marcados con colores en distintas zonas. Había banderitas y soldados como si estuviera jugando.

—Vamos, prometo no pedirte nunca más nada si me concedes esto. —Ruego acercándome por detrás. —No quiero participar en esa competición. Es estúpida y sin sentido. Haré cualquier tarea que me pidas pero no me pidas que participe.

—A ver, el día que llegaste aquí y fuiste parcialmente aceptada por nuestra comunidad, aceptaste todas y cada una de las reglas que rigen este sistema que nos ha hecho prevalecer ante la guerra y la miseria, Eileen. Por lo tanto, no puedes echarte para atrás cada vez que una de ellas no es de tu agrado. Las vas a acatar quieras o no.

8 minutos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora