Cap. XXXI - El Sacrificio de Amor

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Elizabeth

¿Cuánto más podía soportar antes de romperse en miles de pedazos?

Se miraba a sí misma, sopesaba una y otra vez todo en lo que se encontraba sumergida, era una profundidad demasiado grande, era un lugar en donde no existía prácticamente nada de oxígeno, pero aún así luchaba por respirar, eso era lo único que podía hacer, luchar por sobrevivir.

Imaginarse pasando por esto solo un par de meses atrás era simplemente imposible, jamás había estado lista, esa no era la vida que se suponía ella debería estar teniendo, pero en este punto... ¿Realmente se sentía tranquila refugiándose tras esa vaga explicación? Que ella nunca había sido capaz de sentir más allá de los libros que siempre había leído no significaba que su destino no fuese este, finalmente se daba cuenta cómo era la vida de cruel y lo fuerte que se debía de ser para sobrellevarla.

Ya no estaban, ninguno de los dos. Dos personas a las cuales amaba profundamente se habían ido para siempre de su vida y no sabía cómo debía sentirse al respecto, si era realmente honesta. Por un lado estaba Nínive, el sólo hecho de pensar en su nombre le punzaba en lo más profundo del pecho, aunque los días hubiesen pasado eso no disminuía el dolor. Nínive, la que se había convertido en la hermana que nunca había tenido, su mejor amiga, su confidente, la única que sabía su más pura verdad había muerto, no... Ella no había muerto, no podía seguirse cegando a la realidad, ella debía de decirlo como era en verdad, ella había... Ella había sido asesinada, asesinada por su propio hermano.

¿Cómo era esto si acaso posible? A pesar de que había tenido largos días y vigilantes noches en donde la idea le rodaba una y otra vez, no se sentía capaz de comprenderlo. Su hermano, el que había sido uno de sus más grandes ejemplos, el orgullo de toda su familia, ¿cómo era posible que le hubiese hecho eso a su mejor amiga? Nínive jamás estaría con ella otra vez y todo era culpa de Antonio.

¿Podría vivir cargando con eso sobre tus espaldas?

La inquisición no había encontrado respuesta a lo largo de los días, y algo muy dentro de ella le hacía saber que nunca la encontraría, y es que ahora que lo pensaba rodeada del fuerte olor de rosas que dominaba el laberinto, quizás eso era simplemente lo que tendría cómo resolución. Vivir sobrellevando el vacío, el dolor, la decepción.

Sólo eso le quedaba, eso y el amor.

Luca había sido su roca firme mientras todo a su alrededor parecía derrumbarse y querer arrastrarla en el proceso. Ella sabía lo importante que él era para ella, sabía que lo que sentía iba mucho más allá de cualquier cosa que jamás hubiera sentido. Cuando sintió perderlo lo había probado, había degustado el amargo sabor de la soledad, de sentirse perdida, pero aquél era un sentimiento muy distinto y con un dolor muy diferente del que ahora vivía a flor de piel.

No tenía la manera de agradecerle a Luca el haberle abierto los ojos con respecto a lo que Penélope les había hecho, y justo en este momento agradecía infinitamente que ella no estuviese entre ellos nunca más, no sabía a donde había ido y por qué se había marchado, pero sabía que eso era lo más indicado para todos.

Luca la había sostenido en sus brazos todos estos días, sus encuentros se habían hecho prácticamente permanentes, no podía concebir estar aunque fuera un solo segundo separada de su lado. Ahora ambos eran uno solo y de esa manera ella deseaba permanecer por siempre, no le importaba absolutamente nada, ni su corona ni todo lo que ella representaba, sabía que si él se alejaba de su vida, ella sería la siguiente en acompañar a Nínive en su cruel destino.

Todo se encontraba callado, tal y como pasaban cada uno de los días desde el momento en que todo cambió. Las palabras se habían hecho demasiado pesadas para ser dichas, y es que nadie sabía qué decir. Su madre, Anabeth, parecía estar recuperándose de lo que había sido la caída más fuerte que la había visto tener desde que tenía consciencia. Su padre, el Rey, parecía estar mostrando síntomas de verdadero heroísmo, pero ésta vez en realidad, no como la falsa imagen de los primeros días. Sentía que había algo realmente grande crepitando a su alrededor, pero en realidad no quería ser parte de eso, no quería ser parte de nada de eso nunca más.

Entre Rosas y EspinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora