Prólogo

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MAYO DE 1997

En los límites rurales de la ciudad de Lima, una vieja mansión de la época colonial era el escenario para la invocación de un ser casi tan terrible en comparación a un demonio.

Al que se le había arrancado las alas por castigo divino.

El hijo mayor de la familia Camargo tenía en manos un antiguo libro que había conseguido en el mercado negro, se decía que había sido forrado con piel humana, eso a Jacob Camargo no le importaba. Tenía algo más en mente: un deseo, uno que Dios no había cumplido pese a que sus plegarias hubiesen durado muchos largos años.

En la misma sala de aquella vieja mansión, el círculo de sangre de cordero había sido formado con metódica exactitud; las velas ocupaban los cuatro puntos cardinales; repitió cada símbolo y cada runa que eran necesarias para la invocación.

Todo debía ser perfecto.

En la antesala, reposaban los muebles y objetos de la sala que habían sido removidos del lugar. Los patriarcas, la esposa de Jacob y su pequeña bebé, de unos nueve meses, aguardaban en silencio. Ésta última porque estaba ocupada con su biberón.

Se podía escuchar el rezo oscuro que realizaba Jacob con claridad, y la casa se estremeció, todas las puertas y ventanas se abrieron de par en par, las luces titilaron hasta apagarse y un sonido similar al de las campanillas inundó el lugar llamando la atención de la pequeña bebé.

Una sombra empezó a materializarse dentro del círculo adoptando una figura humana. Un hombre con un cuerpo bien definido vestido con traje hecho a medida, cabellos rojos como la sangre y una mirada letal que advertía de su peligrosa presencia.

— Me encontraba en una importante reunión, asqueroso humano. —Su fría mirada lo fulminó atravesando sus huesos con un gélido sentimiento—. Tu sentido de la oportunidad debe haber jugado su carta final. ¿Cuál es la razón de tu maldito llamado?

La imponente voz masculina estremeció a la familia que se encontraba fuera de la habitación.

Jacob observaba al pelirrojo vestido para los negocios, su mirada verde esmeralda prometía salvajes torturas si no se daba la respuesta indicada.

— Tengo un favor que pedir, Vincent —respondió Jacob en tono servil.

El pelirrojo ladeó la cabeza a modo de un ave de presa asechando, por el momento no podía salir del círculo de invocación que ahora era cerrado por fuego fatuo.

El tamaño de las velas gruesas de iglesia empleadas le indicaba que por lo menos le quedaba un día de vida a Jacob, al menos hasta que las velas fueran consumidas por completo, lo que rompería el círculo de contención y él sería libre de destrozar a su invocador.

Vincent escribiría una historia completa con el jugo de sus entrañas; por el momento le tocaba esperar y decidir cuál sería su castigo.

— ¿A cambio de qué? —inquirió Vincent en fría calma.

Su atención se fijó en la inocente y regordeta bebé que la mujer protegía entre sus brazos. La puerta no se había vuelto a asegurar cuando ésta se había abierto al inicio de la invocación.


MAYO DE 2020

Dariel bromeada sobre su "gran prometido" conforme avanzaba la noche, era su cumpleaños veintitrés. Sus primas, un par de gemelas idénticas, habían empezado con esa alocada idea desde que pusieron un pie en su vieja casa.

— ¿Y cómo sabes que no usará juguetitos en la noche de bodas? —Azuzaba una de sus primas —. Seguro que será igual a ese libro... "Cincuenta Sombras[1]". —La muchacha reía alucinando las escenas.

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