Tres

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Nada parecía tener sentido

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Nada parecía tener sentido.

Dariel se había acurrucado bajo la ducha con la ropa aun puesta, el chorro de agua caliente lograba un vago resultado calentando su cuerpo hasta que la puerta de vidrio se abrió.

Vincent cerró la llave de la ducha e ingresó a la cabina para agacharse frente a ella. No le importó mojarse la rodilla con la que se apoyó en las baldosas.

—Dariel, has pasado por mucho —dijo tomando su rostro con las manos frías—. Eso que viste ya no te molestará más.

Ella había esperado ese chiste de las alucinaciones o que dijera algo sobre su intento de soborno.

—Lo que vi... ¿Qué vi?

Él limpió sus lágrimas con los pulgares.

Fue una acción tan sencilla que les causó una sensación extraña en el bajo vientre, claro que ninguno de los dos sabía lo que el otro sentía.

—Te llevaré a un lugar más tranquilo —dijo ignorando el asunto del aperitivo que había tenido momentos antes.

— ¿A casa? —preguntó ella con la voz rota.

La mirada de Vincent le pareció imposible de leer—. Nuestra casa —recalcó él—. No puedes querer volver a ese terrible lugar —dijo en referencia a los Alvaren.

—Pero es mi casa.

—Ya no —Con estas palabras, él la cubrió con su saco y la sacó de la ducha.

«Si empiezo puede que quiera terminar hasta el final», se dijo Vincent sacándola del baño.

—Esperaré afuera.

Dariel se quedó mirando la puerta con una maraña de sentimientos encontrados.

††

Cuando Dariel salió con la nueva ropa que le dejó Vincent, su semblante parecía algo más compuesto.

— Vamos —Vincent ofreció su mano, y ella...

— ¿Ahora sí podré salir? —preguntó ella escéptica—. ¿Ya funciona esa maldita cosa? —señaló el ascensor.

Él fuera de sentirse acorralado asintió con la cabeza.

—Me aseguro que se mantenga operativo —aclaró—. Si pensabas salir, pudiste solicitar al chofer, te lo dije ayer.

Dariel no daba crédito a lo que escuchaba.

— ¿Todo este tiempo?

Él tomó su brazo con gentileza y se encaminó con ella hacia el ascensor. Su cuerpo que estaba frío como un témpano ahora parecía que estaba medio recuperando la temperatura corporal promedio, más incluso que el de Dariel, era algo que ella no comprendía.

Dentro de la cabina ella notó que Vincent mantenía apretado el botón del primer piso hasta que las puertas se cerraron.

—Imposible... ¿Por qué? —Miró frustrada a Vincent—. No funcionó cuando lo intenté.

Destinada a un Demonio | Libro 1 serie Ángel del destino [EBOOK Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora