Uno

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El viaje en carretera se le hizo descomunal a Dariel, ella no lograba entender a sus padres

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El viaje en carretera se le hizo descomunal a Dariel, ella no lograba entender a sus padres.

« ¿Qué les pasó por la cabeza?», se repetía una y otra vez esa pregunta en su cabeza.

Miró a su proclamado esposo, otro moco emergió de su nariz en ese momento. No se lo limpió a falta de mangas.

—Solo déjame ir —susurró por enésima vez, su garganta le ardía por la fuerza de sus gritos.

Él se giró a verla aprovechando un semáforo en rojo, no tenía una sola pizca de remordimiento al ver a la chica que había recogido y que ahora se encontraba bañada en mocos y lágrimas, entre otros químicos.

«Verte así». Sus pensamientos se oscurecieron al percibir los fuertes y negativos sentimientos de ella. «Cosechas lo que siembras», se dijo más para sí.

Le pasó una caja de pañuelos desechables que ella rechazó de un manotazo.

— ¿Deseas el de seda? —Le ofreció el pañuelo que guardaba en el bolsillo de su saco como mera decoración.

La chica empezó a berrear con tal fuerza que algunos transeúntes se giraron hacia el auto deportivo de lunas poralizadas.

Un leve toque en la ventana detuvo la tortura a la que Vincent era sometido.

Bajó las lunas para atender al curioso policía.

— ¿Todo en orden, mi señor? —El oficial solo había seguido con el protocolo de indagar a insistencia de algunos curiosos. Y porque había estado en el camino.

— ¡Ayúdeme oficial! —gritó Dariel desesperada— ¡Este sujeto me está secuestrando!

La luz cambió a verde, pero nadie inició la marcha, todos estaban atentos a los gritos de la chica.

—Como puede ver, ella tiene una rabieta. —Fue la simple explicación de Vincent.

—Ya veo. —Algo pasó por la mente del oficial que solo miró de un lado a otro antes de gritar al público expectante—. ¡Todo en orden, es una rabieta! —Los autos empezaron la marcha ante la incredulidad de Dariel.

—Oficial, lo dije en serio.

—Por supuesto que sí. Tengan buen viaje. —El oficial sonrió despidiéndose con un saludo castrense—. Muchas felicidades, mi señor.

— ¿No me oyó? ¡SÁQUEME DE AQUÍ!

El oficial rodó los ojos y escapó montándose en su motocicleta. La ventana del auto se cerró antes de iniciar la marcha.

— ¿Era tu maldito conocido? —Ella estaba horrorizada.

Vincent no podía negar aquel detalle.

«Sirve a mis propósitos», pensó sin dedicarle un segundo pensamiento.

—Dariel, no puedes subestimar a las fuerzas del orden. —Y lo decía en doble sentido—. Él no podría hacer nada contra algo tan sagrado como el matrimonio.

Destinada a un Demonio | Libro 1 serie Ángel del destino [EBOOK Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora