Me amas, admitelo

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Una nueva misión, por fin, después de días de total aburrimiento exceptuando las visitas de su pelirroja favorita. Bueno, pelirroja no, últimamente su color variaba entre el rubio, le recordaba aquella época en la cual estaban escondidos después de los acuerdos.

— Rogers —escucho  una voz  al pasar por su lado, giro su cabeza hacia la derecha observando a la persona percibiendo su sonrisa de medio lado mientras se alejaba por el amplio pasillo, su cabello rubio moviéndose con cada paso de daba, Romanoff.  

— Romanoff —le respondió tan pronto la alcanzo, igualando su ritmo mientras caminaba a su lado, la observo un momento cruzándose con su mirada, le dedico una sonrisa a lo que ella bufo negando con la cabeza. — ¿Que pasa? ¿No me extrañaste? 

— ¿Tendría que hacerlo? —enarco una ceja viéndolo esperando una respuesta que claramente no iba a llegar, simplemente la miraba logrando que rondara los ojos antes de abrir la puerta hacia las oficinas donde les asignarían la nueva misión.

El ruido era ensordecedor, no entendía porque a pesar de los años que habían pasado desde que estaba congelado los aviones aún hacían ese nivel de ruido ¿No podrían crear algo más silencioso? Le ayudaría tanto a la contaminación auditiva como a él.

—Saltas en cinco, Rogers. —La voz de su compañera se escuchó claramente a su lado al igual que en su audífono.

—¿Eso es todo? —pregunto él mirándola, no esperaba mucho, pero el simple hecho de molestarla un poco le parecía divertido.

—No mueras, evita las balas, supervivencia 1.0 Rogers  —se encogió de hombros mientras abría la compuerta del avión mientras esperaba que el se colocará el paracaídas, no lo hizo, de nuevo.

—También te amo y espero verte otra vez —le contestó él  con diversión mientras se acomodaba el auricular en su oído, sabía que ella no diría sus sentimientos fácilmente, de hecho, muy pocas veces lo lograba, y eso era una de las cosas que lo cautivaron.

Una sonrisa de medio lado apareció en sus labios mientras desviaba la mirada hacia el suelo, si, también se podía intimidar un poco a la viuda negra.

—Ya salta Rogers —murmuró luego de unos segundos haciendo que Steve riera.

—Me amas, admitelo —comenta el con aquella sonrisa que a ella le gustaba, la que sólo le dedicaba a ella antes de saltar hacia una nueva misión.

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