Capítulo 6

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Estamos atrapados bajo su cuerpo. Una gran cantidad de babas se derraman por su barbilla, cayendo una de ellas sobre mi frente. ¡Qué asco! Hacemos unos cuantos giros hacia la izquierda y, luego, hacia la derecha para desorientarla y salir de ahí cual relámpago. En uno de ellos conseguimos que quede tirada en el suelo, saltamos como un resorte y echamos a correr. Mi madre se levanta y sigue nuestras andadas. Nunca ha sido capaz de correr ni a la vuelta de la esquina y ahora... parece que es una atleta profesional.

— ¡No puedo más! —grito lo más fuerte que soy capaz para que mis debilitadas palabras puedan llegar hasta los oídos de Arturo. Él frena en seco y emprende rumbo en dirección opuesta, acercándose hacia mí. Me coge en sus brazos y vuelve a tomar la dirección inicial. Giro mi cabeza y veo cómo mi madre está reduciendo distancias, ¿qué vamos a hacer? — ¿No se va a cansar?, mi madre siempre ha sido muy floja para el deporte —pregunto buscando un sí como respuesta.

—No, otra característica de su estrato es que sus fuerzas son ilimitadas para conseguir sus objetivos. Si bien, en el momento en que esté tranquila, tiene las mismas fuerzas que los demás espíritus. Eso ocurre muy pocas veces y solo en sus primeros días de muerta —sigue corriendo.

—No te entiendo —murmuro.

—Como ya te dije, ellos recuerdan su parentesco. O sea, sabe que tú eres su hija. Pero, conforme más tiempo pasen encerrados en su universo del mal, más rápido irán olvidando sus lazos, llegando al punto de no saber quién eres —responde.

—Entonces, ¿tengo que evitar que su odio a Dylan salga a la luz, no? —pregunto.

—Más bien deberías intentar que no le vea. Si ella lo tiene delante, se le cruzarán los cables y tus esfuerzos no habrán servido para nada —responde sofocado.

Pero, ¿dónde estamos? Desde que salimos de la celda atravesamos unas cuantas pareces y, ahora, desde hace más de cinco minutos, estamos atravesando un largo e interminable pasillo. Parece un pasadizo secreto. Miro hacia los lados y no hay nadie, solo unas paredes de piedra. La luz no llega hasta este lugar inhóspito. Es como si su existencia la conocieran escasas personas, entre ellas estoy yo. ¿Me debo sentir orgullosa o atemorizada?, ¿por qué tanto ocultismo? A lo largo del recorrido no he encontrado ninguna puerta, o similares que permitan su acceso. Debe haber una entrada secreta. ¿Por qué Arturo conoce esto?

Giro la cabeza buscando a mi madre. Acción un poco estúpida, ya que no se ve nada. Solo notamos su presencia gracias a los berridos que pega. El problema es que no conoces la distancia exacta a la que se encuentra, puede estar pisándonos los talones o a más de cien metros de distancia, ya que el sonido en este lugar se distorsiona. Parece cómo si estuviéramos en la ultratumba.

―Pues... no es tan difícil. Con tal de no dejarle acercarse a la cárcel, asunto arreglado ―frenamos en seco y damos un salto. Hemos aparecido en una sala aún más oscura que el anterior pasillo. ¿Cómo narices conoce todos los entresijos de este sitio? Me tira al suelo y me empuja contra la pared, se sienta a mi lado y me tapa la boca.

―Silencio. Ella tiene muy buen oído y olfato, así que muévete lo menos posible ―me paralizo y espero. El silencio nos permite percibir cómo sus rugidos se van acercando y pasa de largo. Uff, menos mal que la orientación de mi madre es pésima, que sino... Esperamos unos minutos callados, dejando que se aleje todo lo posible.

―Ya estamos a salvo ―expresa las palabras que nos permiten abandonar el inquietante momento y me destapa la boca ―.Por cierto, olvídate de la estupidez que dijiste antes ―apunta.

― ¿Qué dije? ―pregunto sorprendida.

―Tu idea de que solo tienes que alejarla de la cárcel. JÁ, ¿te crees que es fácil? ―suelta una carcajada ―.Parece que se te olvidan las cosas. Ella ha venido a este mundo con una única intención, la cual tiene siempre presente en su cabeza. ¿Cómo pretendes hacer que la borre de su mente? ―sigue riéndose de mi incredulidad.

―Sí, le haré pensar en cosas bonitas y no dejaré que salga de nuestra casa ―respondo segura de mis palabras. Cuando observo que sus carcajadas no cesan, mi seguridad comienza a descender a velocidades estrepitosas.

―Te doy toda mi suerte ―da unos golpecitos sobre mi hombro izquierdo.

―Gracias por tus ánimos ―coloco los ojos en blanco ―.Entonces, ¿qué debo hacer? ―pregunto con tono irritado.

―Sinceramente, no tengo la respuesta que buscas. Mi hermano lo intentó interminables veces y... no consiguió nada. Lo tendrás que averiguar por ti misma ―responde.

―Jooo, ¡Qué gran consejo me has dado!, ¿ehh? Así seguro que lo consigo. ¿No me puedes dar alguna pista? ―vuelvo a intentarlo. Mis ansias por saber algo más no remiten.

― A ver, lo único que te puedo decir es que actúes cuanto antes, ya que el tiempo corre en tu contra. Cada intento fallido es una posibilidad menos de sacarla de ahí. Toma las decisiones correctas ―murmura.

―Y... ¿eso es todo? ―me indigno y cruzo mis brazos.

Un estruendo hace que nos sobresaltemos. Instantáneamente, acerca su mano a mi boca y la presiona. ¿Se cree que soy tonta? "No me voy a poner a chillar"..., pienso. Un escalofrío recorre mi cuerpo, el miedo me asalta. ¿Qué está pasando? Algo extraño invade la habitación, la temperatura ha bajado 10 grados por el arte de magia y, para colmo, en este sitio no conocen la existencia de la luz; por lo que no veo nada. Unas oleadas de aire ardiente chocan contra mi cuello. ¿De dónde viene esa corriente?... la sala está helada. El vapor cada vez es más cálido y cercano. Abro los ojos como platos y aprieto la pierna de Arturo. Comienzo a girar mi cabeza a velocidades reducidas cual tortuga. La rotación se me hace eterna. Por un lado quiero acabarla, pero por otro no quiero enfrentarme a ello. Giro y... me encuentro con unos ojos blancos y ensangrentados. Es mi madre....

―Hola ―dice con un tono psicópata. Derrama un líquido blanco y brillante por su barbilla, moviendo su cabeza de lado a lado con una amplia sonrisa.

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⏰ Última actualización: Sep 18, 2016 ⏰

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