Capítulo IV La primera señal (2º parte)

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Me encontraba en medio de una cárcel. En una de las celdas oí unos ruidos, como si alguien estuviera cocinando y me llegaba el olor de la verdura hervida. Supuse que era la cocina, pero no fue así. En una celda había una mujer, cocinando sin parar. Iba de un lado para otro llevando ingredientes y materiales de cocina, arrastrando los pies encadenados. Observé a la dama, era una mujer africana joven, de unos veinte años, con el pelo recogido en un moño despeinado y recubierto de harina, al igual que su uniforme de cocinera. Tenía ojeras de no dormir desde hace días y la expresión de su cara inspirada infelicidad. Se detuvo un momento y miro a la luz de la rendija, como si estuviera esperando un milagro y volvió al trabajo. Yo no podía hacer nada, porque escuche un sonoro rugido en la lejanía. Mire de nuevo a la mujer por lastima y me marché sin decir nada. Me di cuenta de que no estaba en el bosque sino en un castillo. Cesó cuando llegué a una puerta con el símbolo de un dragón negro. Tiré de la puerta y de nuevo estuve en el bosque, pero justo delante de mí, había una trampa destruida y varias huellas alrededor. Me giré hacia la puerta y me pregunté si debía dejar a aquella mujer encarcelada e infeliz y continuar con mi sueño o dar la vuelta y sacarla de la celda. No sabia que hacer en ese momento.

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- ¿Qué quieres decir con que te han llamado? – preguntó Jared. Estábamos en el pasillo del orfanato, al lado de la puerta de la sala de ensayo, donde algunos niños estaban sentados y otros jugando.

- Quiero decir que alguien, en alguna parte, ha recitado la "Llamada del Mushra", ese hechizo convoca al Mushra descendiente, ósea, ¡yo! – Le explicaba. – Y para ser exactos, ha sido el chico que cayó del cielo en mi anterior sueño.

- Entonces ¿eso significa que tienes que irte?

- Si, y me sabe mal por los niños, sobre todo Russell. – Giré la cabeza y miré a Russell jugando con tres niños. – Le prometí que me quedaría hasta haber terminado su coreografía.

Jared se quedó mirándome preocupado, pero él, más que nadie, comprendía mi situación y puso las manos en mis hombros.

- Bueno, tú no te preocupes por él. Lo entenderá. Si quieres, yo me ocupo de Russell para ensayar el baile y también de Satsu.

- Gracias, Jared. Pero yo se lo diré. No sería justo marcharme así sin dar una explicación. – dije y entré de nuevo en la sala.

Hable con Russell sobre mi emergencia y, aunque no monto ningún numerito, me suplicó que no me fuera. Le expliqué que alguien me necesitaba y que debía ayudarle lo antes posible. Le prometí que volvería tan pronto como pudiera y él, con una sonrisa desganada, me abrazó y me dio un beso de despedida. Busqué a Satsu y le pedí que cuidara de Russell hasta que volviera y ella asistió obediente y me abrazó.

Volvimos a mi casa tan rápido como pudimos. Cogí mi bolso de viaje y metí todo lo necesario: herramientas, provisiones, ropa de muda, etc. Jared mientras tanto, no paraba de repetirme preguntas, como "¿Cuándo volverás exactamente?" o "¿Estas totalmente segura de lo que haces?", y cada vez, me ponía de los nervios.

- Ya sé que lo tienes todo bajo control, pero escúchame. Hasta hace dos días, no sabías que esto iba a pasar, ¿seguro que ese chico de tu sueño es...?

- ¡Pues claro que es él! Tarde o temprano, ese chico iba a dar con las respuestas a sus preguntas. – Una vez terminé de recoger todo, me dirigí a Jared para darle instrucciones. – Russell tiene ensayo de martes a jueves, de cinco a siete. Asegúrate de que tanto Satsu como Russell hacen los deberes, sobre todo Satsu con las matemáticas, porque te vendrá con la cantinela de que son inútiles. Te dejo mis llaves, mis tarjetas y las facturas las pagas en mi nombre. Y... sobre el niño agresivo, enséñale la técnica de escribir todos los malos trances que tiene y quemarlo con una cerilla, pero que no se pasé con el fuego. – Mire mi reloj, eran las once.- Calculó que volveré en un mes, como máximo, pero a tiempo para el festival.

Woodgate y los cuatro grandesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora