"Banana."

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Era una tarde tranquila en su departamento, Himuro había decidido colocar una película que siendo sincero ni quería ver pero, estando su pareja en plena faena alimenticia (de puras chucherías) se sentía de cierta forma ignorado así que, con algo tenía que entretenerse.

.

Había pasado media hora en la que aburrido de tanto crujir de bolsitas y escasos intentos de Atsushi de convidarle de sus dulces, se incorporo para ir en busca de algún aperitivo sano. Al final tanto ver a su novio atascarse le había dado hambre, pero claro que no imitaría al más alto.

De la nevera tomó una banana, era el dulce exacto a su paladar. Regreso a la habitación donde sorpresivamente notó que su enorme pelivioleta si le prestaba atención.

-¿Te dio hambre Muro-chin? - le pregunto a su chico mientras lo observaba sentarse y descubrir la alargada fruta en su mano.

-Un poco. - le respondió, para enseguida hacer el movimiento que cambiaría para bien su tarde.

-M-Muro-chin. - lo llamó su gigante, y aún masticando lo miro para que prosiguiera. -¿Por qué escupiste la banana antes de comerla?

Himuro trago, para enseguida un leve rubor asomara por sus mejillas, lo había hecho inconscientemente.

-Creo que es la costumbre Atsushi. - sonrió apenado.

Comúnmente una respuesta corta bastaría para dejar a Murasakibara satisfecho y volver así con sus confites, pero en esta ocasión sólo lo había dejado deseoso.

Tomó el pie de Himuro para arrastrarlo hacia él, este se dejó hacer pues estaba ocupado intentando no morir atragantado con la fruta que comía.

-A-Atsushi. - lo miro sobre él y esos ojos violetas le indicaron lo que venía.

Se unieron en un beso, donde goloso como siempre, Murasakibara trató de degustar cada rincón de esa húmeda cavidad, pero a pesar de ser tan apasionado él sólo quería repetir la imagen que había desencadenado ese encuentro.

-Muro-chin, ¿quieres más banana?

Tal vez inconscientemente lo deseaba, tal vez sólo quería que Atsushi dejara sus dulces por un momento. Tal vez sólo quería que el día libre de su amado y él se pasara con ellos dándose un antojo oral.

No sabía pero, tampoco se resistiría a lo que vendría.

"Casillero 9-12."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora