"Ataduras."

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No era algo que hubiera elegido pero, ni siquiera había tenido opción de declinar. Nunca antes alguien lo había hecho, aparte.

El clan Murasakibara yacía sobre sus hombros, y lo odiaba, pues siempre había sido de temer por la enorme altura que tenía y ahora, para culminar tenía el título de líder de una de las familias más temidas de Japón.

Más decisiones que no quería tomar, como el enfrentarse con los Aomine y recuperar los territorios tomados por estos, seguir con el lavado de dinero para solventar los clubs nocturnos, enseñarle a los nuevos la reglas.

¡No recordaba ni cuántos meñiques había cortado!

Lo único que lo mantenía cuerdo eran los dulces y esa extraña nueva adicción que en el Yosen, uno de sus establecimientos, encontró.

Himuro Tatsuya ese prostituto que lo había vuelto loco desde que llegó al lugar. Al principio mantenía al jovencito a raya pero en el momento en que vio un golpe en ese bello rostro, el encargado del lugar desapareció y él tomo a Muro-chin como suyo.

A pesar de ello, no lo tocaba y eso al pelinegro lo desesperaba.

Harto en una de esas noches en las que Atsushi sólo lo besaba con pasión y luego lo abandonaba en su lecho sin despedida alguna, lo siguió.

Para su sorpresa lo vio entrar en la habitación de otro prostituto, uno que lo miraba con odio y burla a la vez desde que el lugar tomo nueva administración, ahora comprobaba la razón.

Murasakibara sólo acudía a él para masturbarse mientras tenía al tipo de espaldas, con las piernas dobladas y atadas a su torso, enseñando su entrada que en ningún momento penetraba.

Al menos, eso deseaba creer Himuro.

Regreso a su cuarto, sopesando lo descubierto pero más decidido que nunca.

.

Llegar al Yosen era lo único que deseaba, su Muro-chin le había enviado un mensaje y enserio quería estar a su lado.

En cuanto arribó al lugar todos lo recibieron con respeto pero, él no era tonto, le tenían miedo. Suspiro cansino, se dirigió donde su chico evitando encontrarse con Makoto no quería lidiar con él en ese momento.

Entró sin tocar, encontrándose con Himuro y su bata roja aterciopelada cubriendo su cuerpo, no sabía si la tela o su pequeña sonrisa lo hacía ver aún más hermoso.

-Atsushi. - le saludó mientras se acercaba a él. Murasakibara disfruto el sonido de su nombre sin ningún honorífico, sin miedo manchandolo. -Déjame quitarte esto.

El pelinegro se deshizo de la chaqueta del más alto para enseguida regresar hacia él y con ayuda de su corbata atraerlo para poder besarlo.

Atsushi le correspondió con ganas como siempre lo hacía con él y con sus dulces, pues eran casi igual de adictivos para el más alto. Aún así con cada beso Tatsuya se esmeraba para ya no compartir con los confites a su señor y más rato, ya no tendría ni siquiera que hacerlo con Makoto.

Lo atrajo hacia la cama y aunque a nadie dejaría ser tan osado, Murasakibara sólo se dejaba hacer cuando se trataba de su chico.

Sabía que esa delicia de caricias no sería suficiente y tendría que dejarlo para no descubrirse ni herirse el mismo lastimando a Himuro por sus actos, tenía que hacer uso de su autocontrol.

Que para su desgracia era muy poco.

El más bajo sin chistar había desvestido el torso del gigante, se quedo anonadado ante el enorme dragón violeta que blandía las alas en la espalda de este.

"Casillero 9-12."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora