"Casillero 9-12."

"Sueños húmedos."

En esos momentos no recordaba como es que habíamos terminado en esa situación, en realidad ni siquiera recordaba si yo había dado pie a lo que ocurría o si el mismo Atsushi decidió irse directo al postre, como el niño que no era...

-Mgh. - lo único que sabía era que le seguiría comprando paletines pues la experiencia que obtenía con ellos era lo que estaba causando que me revolcara entre la sábanas de su cama, ¿o era la mía acaso?

¿A quien le importaba cuando sus enormes manos mantenían mis piernas separadas mientras se daba gusto con mi intimidad?

-A-Atsushi... - le llame la atención al sentir que arrastraba sus dientes por la longitud de mi falo.

-Tranquilo Muro-chin, se que a este dulce no se le puede morder. - sonrió seductor, como nunca hacía.

Sentí la parte baja de mi vientre hervir, y cuando mi amado gigante delineo malicioso mi pene con su lengua, ya no pude resistirme en dejarme ir en la garganta experta de mi amado.

Agitado aún, sentí como los temblores post orgásmicos se extendían dentro mío, cada vez más fuertes. -¿Muro-chin?

Lo escuchaba llamarme pero sólo quería que se acercara para abrazarlo, más sólo recibí un empujón brusco de su parte.

-¡Muro-chin, tranquilo es una pesadilla! - me dijo con la cara embarrada de helado.

Me quedé quieto en la alfombra de su habitación, mire los dulces y sándwiches en los platos, vi la película que se mostraba. Era la que quería ver, entonces caí en cuenta de lo que mi mente pervertida había causado.

Atsushi por mi (y por los dulces que lo silenciaban) no se quejó ni notó lo que me ocurría. La película había resultado un fiasco, tanto que me había aburrido hasta dormirme. 

Lo último que recordaba era fantasear con el rostro de Atsushi y el helado de vainilla escurridizo que se mofaba de mi en los labios de mi chico.

-¿Esta bien Muro-chin? - se acerco a mi rostro preocupado, me sentí más pervertido cuando me atrajo hacia él en un abrazo. -Todo esta bien Muro-chin.

Me acaricio el cabello, sentí una de sus manos bajar por mi espalda baja y entonces sonreí pues, sabía que mis sueños podían hacerse realidad en unos momentos.