"Su compañía."

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Desde que lo acogió, el pequeño Himuro Tatsuya supo que Murasakibara Atsushi era especial.

No lo hizo desde que su enorme altura se dejo ver sino más bien, desde que esos bellos ojos lavanda lo miraron desde la oscuridad en la que estaba y se sentía. Era un huérfano y ese imponente hombre lo había mirado, así de simple.

Había reconocido que existía. Eso era mucho más de lo que las personas, que antes pasaron a su lado, habían hecho.

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Atsushi con una vida que recién iniciaba, ya se sentía hastiado y encontrar a aquel chiquillo en ese oscuro callejón, le había parecido como llegar por fin donde el tesoro, justo al final del arcoiris.

Sólo que sin golosinas pero, ya él se encargaría de ello.

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El hombre uso sus contactos, para ser exactos a su mejor amigo, para que en cuestión de días ya tuviera viviendo a Tatsuya en su hogar.

Nunca le cambió el apellido, tal vez por no querer ser su padre, esa palabra no le traía buenos recuerdos.

Murasakibara sólo quería ser el responsable para que creciera alegre y sin que se esmerara en ello, como él tuvo que hacerlo de pequeño.

Le daba todo aunque no se lo pidiera, ya con el tiempo se dio cuenta que el niño no era tan fanático de los dulces como él pero, los aceptaba para pasar tiempo juntos.

Entonces el mayor comenzó a descifrarlo con la mirada, leyendo sus silencios, justo como el pequeño lo había hecho con él. Fueron felices compartiendo los gustos de ambos entre sí.

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-Lo estás malcriando. - le comentó un día Akashi al pelilavanda que sólo hizo un puchero ante esto. -Te ayude para que pudieras darle una buena vida.

-Y lo hago Aka-chin, le doy todo por lo que a mí me obligaron a esforzarme. - el pelirrojo sintió un tic nacer en su ceja izquierda.

-Él también debe esforzarse para ganar lo que recibe. - Murasakibara aunque apreciaba a su amigo siguió empecinado con su forma de crianza.

Sólo no previo que el pequeño Himuro de ya diez años, escuchara esa plática.

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-Muro-chin, ¿que haces? - le hablo al chiquillo que hacía ya dos horas no veía jugar por la ventana de su despacho, con su balón.

-Estudio. - le respondió este sin quitar la mirada de su libro.

-Uhm, ¿quieres jugar? - le pregunto mientras se quitaba el saco de su traje.

-Cuando termine de estudiar, no me falta mucho Atsushi. - resignado, el hombre lo dejo ser.

Los siguientes meses Tatsuya había tomado una rutina de estudio y juego, todo por cuenta propia. Sus calificaciones eran muy buenas aunque no se lo exigieran. Su forma de recompensarse a si mismo era pasar tiempo con el mayor y eso, era lo que ambos más disfrutaban.

Al final, todo ese cambio lo había hecho para que nadie lo separara del mayor, para que nadie dudara que lo cuidaban bien.

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-¿Has pensado en lo que te dije Atsushi? - el pelirrojo soltó directo como siempre las cuestiones hacia su amigo.

-Muro-chin no necesita una madre. - le respondió aburrido el más alto.

-Entonces, tal vez otro padre. - miro perspicaz e insinuante a quien ni siquiera notaba tal acción.

-Atsushi, ¿puedo pasar? - el pequeño pelinegro se asomó detrás de la puerta, había escuchado lo suficiente y además, él si notó la insinuación del final.

"Casillero 9-12."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora