Madelina: una condena por siempre.

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—¿Estás bien?—preguntó una chica poniendo su mano sobre el hombro de aquella mujer.

—Si lo estoy, ¿porque creerías que no lo estoy?—comenzó a acercarse.

—Es que te vez pálida y tus ojos...—tartamudeo con miedo, alejándose.

—Tal vez es por qué estoy muerta—dijo sarcásticamente.

Los ojos de ella comenzaron a volverse rojos como la sangre y en un abrir de ojos la chica dejo de respirar, a lo que ella limpio la sangre de su boca e hizo un gesto de satisfacción.

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