Desperté en una especie de celda, estaba encadenada. Apenas podía moverme; forcejeaba y forcejeaba, pero no servía de nada. Al final, cerré mis ojos y esperé, me sentía muy débil. Por un momento, pensé en usar un hechizo para hacerme pasar por alguien que conocieran y me sacaran, pero fue en vano. Recordé que no podía usar la magia en mí.
-¡Max! -grité, pero no había señal de nadie-. Por favor Max... -se me cerraban los ojos.
Morí por segunda vez, no podía ver si era de día o de noche.
¿Cuándo me van a parar el corazón?, me preguntaba una y otra vez.
-Hija... -dijo una voz en el interior de la celda.
-¿Mamá?
-Soy yo, Madelina ―dijo la voz.
No podía creer lo que veía, realmente era mi madre.
-Mamá, ayúdame... -Tomé sus manos.
-No, hija. Te mereces esto. Mírate, eres un monstruo. -Rápidamente la solté y me di cuenta de que eran los típicos juegos mentales de mi padre. Él estaba solo en otro mundo, que no era ni el inframundo ni el cielo, de eso me había encargado yo. A cambio, él se divertía atormentarme.
Pasó el tiempo y me odié al reconocer que parte de mí seguía esperando que Max viniese a salvarme, como si eso fuera a pasar. En ese momento, entró una mujer con tez morena, con un grimorio en las manos.
-Emily Fothen, ¿no? -dije con la boca seca.
-Así es -dijo, asustándose al no saber por qué lo sabía.
-Leo mentes, no te preocupes -dije con una sonrisa pícara, no quería parecer débil―. Supongo que quieres parar mi corazón, ¿no? Eres una novata en esto, no podrás -dije riendo-. Vaya, ¿no sabes por dónde empezar? -dije, haciendo un puchero-. Sabes que no lo harás porque Max me necesita y estás enamorada de él. No obstante, Stephen es tu mejor amigo y sabes que si no lo haces ahora, Stephen te odiará. Te lo dijo, ¿no? Dime, ¿voy bien? ¿Quieres que siga?
Se veía molesta, pero seguí atormentándola.
-¡Para ya! -gritó.
-Qué gracioso es estar dentro de tu cabeza, a pesar de que no puedo moverme. Sigamos, a tu derecha está tu abuela mirándote...
-¡Mierda! ¿Cómo lo haces?
Cerré los ojos y reí un poco.
-A la izquierda está tu madre, dos mujeres con diferentes deseos para ti. Ahora están Max y Stephen... -Sentí que caía al suelo de rodillas. Comencé a sentir sangre bajándome por la nariz. Estaba sobrepasando el límite de mi magia, más por lo débil que estaba.
-Pero ¿qué te está pasando?
-Tranquila, no puedo morir. ¿A quién eliges? Cada uno está haciendo lo que harían si los defraudaras, ¿te gusta su expresión? Puedo hacer que no elijas, tan solo acércate. Esto dolerá un poquito y me matará de nuevo.
Tomé su cabeza y comencé a pasarle todo mi dolor de mil quinientos años. Comenzó a gritar muy fuerte. Llegó Stephen y la alejó de mí, la bruja se había desmayado.
-Ups, no pensé que se desmayaría. Tanto tormento por un día debe de ser duro -dije sarcásticamente-. Sólo le di un poco de tiempo, ella me lo agradecerá.
Él me lanzo una mirada asesina y salió con la chica en brazos. Tal como supuse, llevaba una botella de sangre dentro del grimorio. La bebí y sentí todo mi cuerpo reaccionar y mis ojos volverse rojos y sangrar.
-Muchas gracias, Emily -dije troceando las cadenas y saliendo de esa celda.
Cuando iba a atravesar la puerta principal, algo me detuvo, era como una puerta invisible. Absorbí el hechizo, en verdad no estaba bien hecho, deberían buscarse una bruja mejor. Sentí una mano parándome, me giré y me encontré cara a cara con la hermanita menor.
-¿Abalana?
-¿Si?
-Suéltame, estúpida.
-No, ¡Stephen! -gritó llamándolo.
No quería hacerle daño, pero lo peor de mí salió con facilidad y la empujé con el brazo.
-Te dije que me soltaras ―repetí enfurecida.
-Así que eres una criatura sobrenatural, ¿eh? Pero yo también lo soy, así que si quieres pelea, la tendrás...
Dicho esto, mi sangre hirvió y sonreí de lado.
-Muy bien lobita, como quieras.
Me lancé contra ella y mordí su cuello. Sentí mis genes licántropos activándose, haciéndome lucir como un lobo.
Despues de eso no recuerdo, desperté en mi cama, con tan sólo una sábana encima. Estaba desnuda.
-Casi matas a mi hermana -dijo Max, mirándome frustrado.
-Ella no me quería soltar, pero lo lamento. No supe parar.
-Lo sé y tenemos que hablar.
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Madelina: Una condena por siempre.
WerewolfEl infierno puede ser divertido si encontramos el demonio perfecto. Han pasado más de mil años desde aquella noche, paso marcando la vida de Madelina. Su padre la maldijo con la maldición de los 12 sacrificios condenándole a la inmortalidad y aproxi...