CAPÍTULO 1

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CAPITULO 1 :

Flashback:

Subí lentamente la vista y me di cuenta de que no estaba sola... Mi "padre" estaba allí. Lo había visto todo: cuando encendí la tele, cuando cogí  un bol y una bolsa de palomitas, cuando chispas empezaron a surgir de mis manos, cuando las palomitas empezaron a saltar, salpicándome... Un sudor frío empezó a bajar lentamente por mi espalda. Lo miré expectante de nuevo: seguía allí, parado en el umbral de la puerta, en shock al ver como su hija adoptiva producía corrientes eléctricas de sus manos...

De eso hacía ya dos años. Mi expadre Bob, nada más presenciar eso, se asustó y junto su mujer, me llevaron de nuevo al orfanato. Pasaron algunas semanas, y nadie me adoptaba. Y era normal, ya que poca gente era el que quería a una adolescente de diecisiete años en su casa, todos preferían a una niña o niño dulce de siete años o chiquitines de apenas dos años. Pero siempre hay una excepción, y esa excpeción me escogió a mí. Renée y Charlie, mis ángeles de la guarda. Ellos estaban buscando a alguien que se uniera a su familia, ya que Renée no podía tener hijos. Estuvieron visitando el orfanato unos días hasta que, me vieron. Yo estaba sola, en una esquina leyendo "Orgullo y Prejuicio" uno de mis libros favoritos y, de los pocos que el orfanato tenía. Estaba absorta en mi libro, cuando unos dulces golpes en mi espalda, me trajeron de vuelta. Lentamente me di la vuelta y empezaron a hablarme. Ese día me preguntaron el por qué de mi estancia en el orfanato a lo que yo respondí que nadie quería a una adolescente bajo su techo. Ellos sonrieron y dijeron: "Nosotros queremos tener a una adolescente en nuestra casa". 

A los pocos días me encontraba en Phoenix, en mi nuevo hogar. La casa era preciosa y se notaba que la que la había decorado había sido Renée. Me fui acostumbrando al lugar, empecé a amar a mis padres, y comencé a ir al instituto. No tenía muchos amigos ya que no era muy sociable, exceptuando a Sophie. Se me acercó el primer día, y me cayó genial. Poco a poco nos hicimos íntimas, hasta hacernos inseparables.  Estaba decidida a decirle que era especial, así que un día fui y se lo solté. Al principio se quedó en shock, luego me acusó de mentirosa, hasta que se lo mostré:

Flashback:

-¡Eres una mentirosa, Isabella Marie Swan!-gritó Sophie haciendo que me vibraran los oídos.

-No te estoy mintiendo Sophie, si quieres te lo enseño- dije suplicando mentalmente para que no dejara de ser mi única amiga.

Cogí aire y lentamente empecé a leerle el  pensamiento.

-Piensa en algo que sea difícil de averiguar, Sophie- dije cerrando los ojos.

Pero qué se cree Bella.. No me quiere lo suficiente, pero a lo mejor es verdad. Vale haré lo que me dice. Bella, parezco estúpida, si me estas escuchando, repite esto: Triángulo naranja con bordes verdes, en el interior de una flor morada.

-Sophie, te quiero muchísimo."Triángulo naranja con bordes verdes, en  el interior de una flor morada". ¿Me crees ahora?

Se quedó en silencio unos segundos. Parecía que se iba a desmayar.

-Así que, que es verdad...

Una sonrisa melancólica se formó en mis labios. Poco después los padres de Sophie murieron, por lo que ella se tuvo que mudar a España, para vivir con su abuela. LLoramos muchísimo ese día, yo porque se iba y sabía que lo estaba pasando mal por lo de sus padres. Luego de que se fuera, perdimos el contacto ya que hizo nuevas amigas, yo en cambio siempre estaba sola, era la marginada del instuto aunque nadie se metía conmigo. Nadie me hablaba, y así nadie me molestaba. Mi madre, empezó a encontrarse muy mal, así que fuimos al hospital. Ese día nos comunicaron que mi madre tenía cáncer en estadio cuatro, el peor de todos. Unos meses después, mi madre falleció. Mi padre y yo, estábamos como zombies. Ella era la chispa de la casa y sin ella nada era igual. 

Meses después, decidimos mudarnos al antiguo pueblo de mi padre, el lluvioso y pequeñito Forks. Fuimos a la casa de los padres de Charlie, una casita muy acogedora de dos pisos. En el primer piso estaba el salón con una televisón bastante grande, el comedor que estaba unido a la cocina. En el piso de arriba, a la izquierda estaba mi habitación y al final a la derecha, la habitación de mi padre. Sólo había un baños, al final del pasillo.

Hace una semana que estamos viviendo aquí en Forks. Mañana era mi primer día de tortura, también conocido como instututo. Esperaba que todo fuera sencillo y sin gente cruel, aunque nunca se sabe.

"Moví" con uno de mis dones toda mi poca ropa y la coloqué en mi armario. Desde la muerte de Renée, había adquirido multitud de dones: premonición, fuerza, velocidad, teletransporte, camuflar lo que quiera, y sensibilidad hacia los sentidos, es decir sentía lo que los demás sentían y podía bloquearlo para que dejaran de afectarme aunque no podía bloquearlo de la persona que lo emitía. Estos días ese don específico, era insoportable ya que tanto mi padre como yo estábamos muy triste tras la muerte de mi madre.

La tarde rápidamente dio paso a la noche, y mientras me enjabonaba el pelo con el champú de mi madre ya que me recordaba a ella, la vista se me nubló. Segundos después ya no estaba en la ducha, me encontraba en un comedor. Estaba teniendo una de mis visiones...

--Visión--

Estaba sentada bloqueando todos mis dones, sumergida en mi burbuja, cuando todos los dde la cafetería empezaron a pensar lo mismo: "Los Cullen". Lentamente me giré para ver quienes eran, y cuando lo hize, me quedé sin respiración. Eran cinco, dos chicas y tres chicos: una de ellas, era bajita con el pelo negro corto con todas las puntas mirando en diferentes direcciones; a su lado iba un chico rubio, alto y fuerte, aunque iba tenso; detrás de ellos iba, una rubia despampanante, con un cuerpo perfecto que seguro que era la envidia de todas del instituto; sujetando su mano, estaba un chico con el pelo marrón, con músculos más bien de un jugador de rugby que de una alumno de Forks; y solo, iba un chico desgarbado, delgado y fuerte pero menos que los otros dos, con el pelo de color cobrizo despeinado. Me quedé prepleja, todos ellos eran diferentes entre sí pero tenían todos algo en común: todos tenían la piel pálida como el hielo, unos ojos de color dorado y lo más extraño, es que eran todos hermosos, todos parecían modelos, de esos que sólo aparecen en las portadas de las revistas retocadas con photoshop.

Desbloqueé todos mis dones y nuevamente me quedé sin respiración aunque esta vez de miedo. Gracias a mi superdesarrollados sentidos, supe algo: no eran humanos. Sus corazones no latían, la sangre no corría por sus venas, no olían como ellos y pensaban extrañamente. Me di cuenta de que uno de ellos, el de pelo cobrizo, podía leer la mente de todos y aunque el no lo supiera todavía, vi como en lugares que nadie podía ver, que todos ellos eran vampiros.

Desperté de aquella visión con esperanzas, ellos podrían saber lo que era. Nací en 1902, en New York. Vivía con mis padres, y ellos sabían de mis dones. Me ayudaron a controlarme y a no temerlos ya que era algo que formaba parte de mí. Después, empezaron a querer mis dones para hacer cosas malas, cosas ilegales. Me engañaron para que hiciera daño a mucha gente, incluso me engañaron para matar a una familia inocente. Por eso, en cuanto pude, me escapé. Corrí durante muchísimos días, hasta que decidí hacerme pasar por una huérfana. Mi plan era que cuando se suponía que debía de cumplir 18 años, me moría y cambiaba de apellido y de ciudad.

Por eso haría lo que fuera por poder hablar con esa familia. Por que merecía y necesitaba, saber la verdad.

El Milagro del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora