CAPÍTULO 7

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Una sonrisa iluminaba todas mis facciones. Edward tenía el entrecejo fruncido, los labios formando una línea recta y los brazos cruzados sobre el pecho. Parecía cabreado, y con razón...

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UN POCO ANTES...

-¿Quieres parar de reírte, por favor? Nos están mirando Edward-le pedí al ver que muchos niños se paraban para ver al adolescente que se reía a carcajada limpia.

Por muy bonita que su risa fuera, me estaba empezando a cabrear. ¿No se supone que los vampiros no "deben" llamar la atención? Si no se callaba por su cuenta, iba a estrellarlo contra el árbol más cercano.

Una idea pasó por mi mente. Sonreí diabólicamente. Me levante del columpio cuenco y me dirigí hacia una niña que se había parado para observar la escena. Era mi vecina, la pequeña Amanda de la casa de enfrente. Era castaña, con dos coletas a cada lado de su cabeza. Tenía los ojos avellana y sujetaba fuertemente un osito de peluche. Me puse a su altura al llegar hasta ella. La niña posó sus grandes y curiosos ojos avellana en mí.

-¡Belli!- al instante de reconocerme se echó a mis brazos, dándome un tierno abrazo.

-Hola Amanda-dije sonriéndola.

-¿Qué haces en el parque?-cuestionó curiosamente. Era una niña muy lista. A los dos días de llegar, ya me aburría, por lo que decidí trabajar en algo. Se lo comenté a Charlie, y me dijo que los Colllins buscaban niñera. Fui a conocerlos para ver si me aceptaban para cuidar a su pequeña Amanda. Media hora más tarde ya tenía trabajo. La cuidaba cuando su madre lo necesitaba, aunque como había empezado a ir al colegio, ahora no me necesitaban. Había ido tres o cuatro veces pero Amanda me cogió mucho cariño, al igual que yo a ella. Su madre tenía un piano, y le enseñé alguna canción infantil. Se le dio muy bien, incluso se aprendió, con la ayuda de su madre, alguna otra canción que a ella le gustaba. Era bastante inteligente para su edad.

-Estoy con un compañero de clase, pero no para de reírse-fingí una mueca triste.

-¿Por qué se ríe?¿Se ríe de ti Belli?

-No, bueno no sé porque se ríe. ¿Quieres ayudarme a que deje de reírse?-le pregunté con una gran sonrisa.

-¡Vale! Pero si luego a cambio, jugáis los dos conmigo a pintar-extendió su diminuta mano ante mí. Me reí quedadamente ante este gesto. Se la estreché y luego la guié hasta Edward.

Seguía riéndose el muy condenado, y yo no veía la gracia.

Nos acercamos y cuando llegamos Amanda soltó mi mano y se acercó aún más a Edward. Al ver su rostro, la pequeña formó una gran "O" con sus labios. Se separó de él y se acercó a mí.

Hizo señas para que me pusiera a su altura. Lo hice y susurró en mi oído.

-Es muuuuuy guapo-susurró gesticulando con las manos.

Me reí interiormente. Hasta a las más pequeñas deslumbraba. Asentí dándole la razón.

Puso su dedo índice en su barbilla mientras sus cejas se fruncían. Golpeó el suelo con el pie repetidas veces.

-¡Ya sé!-exclamó al cabo de unos segundos- ¿Y si le hacemos cosquillas?

-Vamos a probar-animé.

Nos volvimos a acercar. Le hice una seña a Amanda para que esperara a mi señal.

-Uno...Dos...¡Tres!

Nos abalanzamos contra él y le empezamos a hacer muchas cosquillas. Amanda se las hacía en las costillas, mientras yo se las hacía en el cuello. Edward abrió los ojos desconcertado. Se empezó a retorcer debajo nuestro.

El Milagro del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora