Capítulo 7: Beso rechazado.

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—Es su número de teléfono —me dijo Ángela por fin.

Se me abrieron los ojos como platos. Pensé que me estaban tomando el pelo, pero las miré a las tres y me enseñaron el papel.

—Ehm —dije nerviosa y pensativa—. Pero ¿qué hago yo con su teléfono?

Me sentí gilipollas haciendo esa pregunta.

—¿Cómo que qué haces? ¡Llámalo! —dijo Miriam.

—No puedo. Me muero de vergüenza.

Ella me agarró de las manos.

—Gi, ¿cuánto tiempo has soñado con este momento? —me dijo Miriam—. ¿Cuánto tiempo llevas esperando algo así? ¿Un año? ¿Dos? Y ahora que tienes su móvil, ¿dices que te da vergüenza? Tienes que llamarlo —la miré con lágrima en los ojos de la emoción y siguió—. Mira, eres la única de unas mil personas o más a la que ha pedido que suba al escenario. Has sido tú, cariño, así que llámalo, queda con él. Lo quieres un montón, ¿te lo tengo que recordar? Te está dando una oportunidad que millones de chicas querrían.

—Es verdad, Gi, ¿por qué dudas ahora? —dijo Ángela.

—No dudo, solo tengo miedo de ilusionarme, y más con él. Esto es una situación surrealista, chicas, ¿no me entendéis?

Al final las convencí.

—Os prometo y me prometo que lo llamaré, ¿vale? Pero no hoy.

Terminamos de cenar y me fui para la habitación. Abrí la cama y me senté en ella. Pensé en lo que me había dicho Miriam. En algo sí que tenía razón: fui la única. Su única. Me metí en la cama. Cuando ya estaba empezando a coger el sueño, me sonó el móvil y abrí los ojos. ¿Quién sería a estas horas?

—¿Hola? —dije sin fijarme en la pantalla.

—Hola, Giselle, ¿sabes quién soy?

—Pues ¿qué quieres que te diga? No sé.

—Soy Álex.

Me incorporé de golpe al oírlo. Ya casi ni me acordaba de él.

—Sí, sí, ahora te recuerdo. ¿Qué quieres a las doce y veinte de la noche?

Estuvo unos minutos largos en silencio, hasta que se decidió por fin a hablar.

—Llevo todo el día pensando en ti —me dijo—. En lo de la otra noche.

—Álex, ya pasó una semana desde eso —intenté ser cortante—. Además, estas no son horas. Tuve un día movidito y lo que menos me apetece es hablar por teléfono.

—Vale, no te robo más tiempo. ¿Te apetece quedar mañana? —me dijo. Desde el día de mi cumpleaños, no había vuelto a saber de él ni lo había llamado, pero ahora estaba confusa, no sabía qué hacer—. Giselle, ¿estás ahí?

—Sí, estoy. A ver, Álex, lo del otro día no fue nada más que un beso. Ya está, no significó nada.

Yo creo que no deberíamos vernos.

Él se quedó callado de nuevo.

—Pues yo creo que deberíamos aclarar las cosas. Tú a mí me gustas, yo a ti no lo sé. Además, me gustaría conocerte más. Solo un día. Si no quieres más citas, lo olvidamos todo y tan amigos, pero dame una oportunidad.

Lo medité unos segundos. ¿Qué podía perder?

—Venga, vale, ¿a la una entonces? —dije.

—Guay, te invito a comer.

Vuelve, quédate aquí. © EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora