Capítulo 3: Sorpresa inesperada.

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Me desperté cuando los primeros rayos de sol atravesaban las rendijas de la persiana.

A pesar de todo, era mi día, mi cumpleaños, y me sentía bien.

Me levanté de la cama y fui a abrir la persiana. El día era perfecto: lucía un gran sol rodeado de alguna sigilosa nubecilla blanca.

La casa olía a tostadas recién hechas con mantequilla, mi desayuno preferido desde que era pequeña, y mi madre las había hecho para mí. Me sentí feliz.

Bajé corriendo las escaleras y entré en la cocina.

—¡Buenos días, mamá!

En cuanto me vio aparecer, vino corriendo para abrazarme.

—¡Feliz cumpleaños, cariño! Te me haces mayor.

Me encantaban los abrazos de mi madre, iban cargados de amor y energía. Me tiró de las orejas y, por fin, me dejó sentarme a desayunar.

Hacía tiempo que no desayunábamos así las dos, hablando de nuestras cosas. Le conté lo de Miriam.

—No te preocupes —me dijo—. Para el año que viene, ya vendrá.

—Ya, mamá, pero no sé, me molesta porque sería el primer cumple que pasa conmigo, ya que nos conocemos desde hace poco.

De repente, entró mi hermano en la cocina.

—¿Dónde está mi niña preferida?

Me levanté diciendo: «¡Aquí!». Se acercó a mí y me abrazó.

—¿Qué tal dormiste, cumpleañera? —dijo Pablo.

—¡Súper bien! —en ese momento, me di cuenta de algo—. ¿Papá ya se fue a trabajar?

Mi padre trabajaba en Inditex, concretamente, en Stradivarius, desde hacía un montón de años. Mi madre siempre había sido ama de casa, y estaba encantada.

Ella asintió y me dio una cajita que él había dejado para mí. Me emocioné con el regalo: era un collar de plata con una G mediana colgando.

Mi madre me lo puso, era realmente bonito.

—Hoy tú y yo nos vamos a hacer algo juntas, ¿qué te parece? —me dijo mamá.

—¿Quieres que vayamos al cine a ver Amanecer parte uno? La de Crepúsculo.

—¡Genial! —se mostró entusiasmada—. Pablo, ¿quieres venir con nosotras?

—Me gustaría, pero tengo que hacer unos cuantos retoques para esta noche —me guiñó un ojo—. Saldrá todo genial, ya verás.

Mi madre y yo salimos de casa y fuimos a ver la peli, muy contentas, lo pasamos genial juntas. Me encantaba pasar tiempo con ella, estábamos muy unidas, pero, últimamente, con los exámenes no habíamos tenido mucho tiempo.

Llegamos a casa sobre la hora de comer, cuando ya estaba mi padre. Me felicitó y le di las gracias por el regalo.

A las cuatro y cuarto estaba ya terminando de prepararme, había decidido que iba a llevar a mis amigas a la Warner a pasar la tarde. Fuimos a buscarlas a sus casas y, en cuanto me vieron, me felicitaron. Se sentaron detrás.

—Gise, ¿te dijo Miriam que no puede venir a la fiesta? —dijo Dani.

Yo suspiré y asentí con la cabeza. Mi madre las miró por el espejo retrovisor, pero no le di importancia. Nos lo pasamos genial en el parque de atracciones, llevaba un día de diez. Faltaba la fiesta, que era lo más importante y estaba a cargo de Pablo.

Sobre las siete vino mi madre a buscarnos para que tuviéramos tiempo de ducharnos y arreglarnos. Entramos en mi habitación y pusimos Little things a todo volumen, estaba disfrutando. La primera en ducharse fue Ángela porque era la más tardona y luego quería plancharse el pelo.

Yo fui la última. Salí del baño secándome el pelo. Ángela ya se lo había planchado y se estaban maquillando la una a la otra. Puse un CD de Pablo Alborán, ya que el de One Ilusion ya había terminado y era el cantante favorito de Ángela.

Yo de los nervios terminé súper rápido, pero, aun así, me veía guapísima. Me había hecho un recogido precioso en el pelo y el azul del vestido pegaba con mis ojos.

Cenamos a toda prisa, nos dimos los últimos retoques, nos calzamos y salimos pitando las tres. Pablo nos llevó a la discoteca en su coche. Me sorprendí porque había un montón de gente fuera. Aparcó, y mis amigas y yo nos colgamos de los brazos de mi hermano. Yo sabía que a Ángela le gustaba Pablo desde hacía unos meses, lo intuía.

 Rubén, el segurata de la puerta, que parecía ser amigo de mi hermano, nos dejó entrar por otra puerta, ya que la principal estaba colapsada de gente para entrar. ¿A quién habría invitado mi hermano? No conocía a casi nadie.

Entramos en el local, la música estaba a todo volumen. Era un sitio increíble. Perdimos de vista a mi hermano, qué seguro que había ido a saludar, y nos dirigimos al guardarropa. Me quité la chaqueta y se la di al chico.

—Perdona, guapa, eres la cumpleañera, ¿verdad? —me dijo el mismo.

—¡Sí! —grité para que se me oyera.

Dejó la chaqueta en un compartimento, y nosotras nos fuimos a la barra a por algo de beber. La chica nos vino con tres vasos casi llenos con una pajita. Los cogimos y nos pusimos a bailar y a cantar en medio de la pista Pajaritos en el aire. Nos dejábamos llevar por la música. Me inundaba una sensación de completa alegría, me lo estaba pasando genial. La gente se acercaba a mí para felicitarme.

La fiesta estaba siendo un éxito.

Dani se fue a por otra copa y en ese momento el DJ me dedicó una canción, y todos mis amigos me animaron a que subiera a decir algo al escenario. En otro momento quizá me hubiera dado vergüenza subir, pero estaba algo contentilla del cubata que me estaba tomando y no me importó. Me subí y me dejó el micrófono.

—Os agradezco un montón a todos los que estáis aquí, por venir y conseguir que me lo pase genial. También...

No me dio tiempo a terminar la frase, vi al lado del guardarropa a alguien que no me esperaba: Miriam. Bajé corriendo. Estaba hablando con Ángela y Dani. La abracé.

—¡Viniste! —grité.

Entre las tres me cantaron el Cumpleaños feliz, a lo que se unió gran parte de mis invitados.

—Tenemos un regalo para ti, en el que participamos nosotras y tu familia. ¿Quieres verlo? —me dijo Miriam. Asentí y me dio un sobre—. Espero que no olvides este regalo.


Vuelve, quédate aquí. © EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora