Capítulo 2

29 3 1
                                    



Llegamos a mi escondite para leer, el dolor de las piernas  se hace más intenso, Héctor me tumba en el banco situado en la esquina del salón, donde leo normalmente, pero antes lo llena de cojines con estampados florales, estudió medicina, así que, supongo que sabrá cómo actuar en estas situaciones.

-Si intentas sentarte la sangre te circulará mejor por las piernas-me aconseja Héctor.

Intento sentarme apoyando el codo en un cojín, clavándolo en el dibujo deforme de una rosa azul, mi hermano se levanta de su sillón al verme en esa postura.

-Pero pídeme ayuda, si no, para qué tienes a tu queridito hermano mayor contigo-bromea, sonriente.

Le miro seria, al hacerlo, su sonrisa se desvanece, dejando paso a una mirada cabizbaja

-Sé que solo intentas animarme, pero no está el horno para bollos-digo intentando sonreír, sin embargo, mi sonrisa es una simple mueca-Anda ven.

Nos abrazamos, más fuerte que antes, esta vez soy yo la que le abraza mientras él solo intenta olvidar todo esto cerrando los ojos, cuando nos separamos no me mira.

-Ahora vuelvo, voy a explorar las otras habitaciones-la sonrisa vuelve a aparecer.

Cuando desaparece detrás de la puerta, dejo que mis piernas se deslicen por el banco hasta que mis pies llegan al suelo, los aprieto contra las baldosas con seguridad y me levanto, doy dos pasos, cuando doy el tercero, de repente, mis piernas dejan de caminar y mis rodillas se derrumban, haciéndome caer.

La puerta se abre, mi hermano, que rápidamente me vuelve a sentar en el banco, él no se sienta.

- ¿Estás bien? -me pregunta.

-Sí

-Tienen que esperar un par de días para poder caminar sin caerte-me informa Héctor.

***

Han pasado ese par de días que, según Héctor, debía esperar para caminar, puedo caminar sin darme de bruces contra el suelo. Estamos sentados, yo en el banco, y Héctor, Héctor me mira a los ojos por primera vez desde que nos acostamos aquella maldita noche en nuestro antiguo hogar.

-Tienes el iris violeta-comenta Héctor.

- ¡¿Qué?! ¿Por qué? -le abato a preguntas.

-No lo sé, la última vez que te mire a los ojos no les sucedía nada-dice, confundido.

-Bueno, ¿Y qué hacemos?

-No podemos dejar que nadie te pueda mirar los ojos, tienes que protegerte de los policías pertenecientes a La Guardia-me aconseja a la vez que me ordena.

La Guardia es una organización que imparte justicia en la ciudad y gobierna, también disponen de científicos investigadores, ya que, piensan que la explosión de la bomba no fue lo único que causó el descoloramiento de todos los iris, los policías trabajan en una oficina, desde la que nos controlan y se enteran de todo lo que pasa en nuestras vidas, todas las tarjetas de identificación tienen un código que les permite saber dónde estamos, que hacemos en cada momento, así, es más fácil cazar a los maleantes, mirándolos a través de unas pantallas, todo esto lo sé por lo que nos hacen estudiar.

-Esta es nuestra casa ahora-dice Héctor-No puedes salir de aquí

-Pero no puedes pedirme que me encierre en una sala como si fuese una bestia que forma jaurías rabiosas.

-No pretendía... -sonó la puerta, los dos giramos la cabeza simultáneamente hacía dos hombres que entraban en la casa.

-¿Quiénes son ustedes?-pregunto- fingiendo no saber que la insignia que llevan bordada en la parte derecha de sus uniformes azules es el signo de La guardia, reconocería en cualquier parte ese león y a esa serpiente muerta entre sus colmillos

El hombre que aparenta tener más edad me echa una mirada de desprecio y empieza a hablar:

-Sabe perfectamente quiénes somos, señorita Greem, tiene que venir con nosotros.

Al escuchar aquellas palabras, casi como acto reflejo, mi hermano se pone delante de mí.

-Jovencito apártese- le dice el policía que antes me miraba mal.

-¡No ha hecho nada malo!-grita mi hermano

-No pasa nada Héctor, estaré bien-le digo al oído, al mismo tiempo me pongo delante de él y le abrazo.

Me acerco a los policías sin mirar atrás, solo lo hago cuando giramos la esquina para abrir la puerta del coche policial, miro a mi hermano


OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora