Capítulo 2

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El día estaba frío, como los últimos dos meses, era invierno y Holly se sentía más cómoda que nunca.

Al entrar al supermercado una ola de calor la chocó, odiaba el calor, lo tibio, no lo soportaba, aunque era alérgica al frío, le gustaba.

Y la soledad la volvió a invadir, mientras se dirigía a la sección de pastas vio a parejas hacer la compra, hijos y sus madres, se sintió sola, de nuevo, para variar.

Ignóralos –se decía a sí misma– el amor se acaba y los hijos abandonan a sus padres.

Sí, Holly es de esas personas amargadas a los ojos de los demás, pero no lo era, solo estaba lastimada.

Mientras pensaba todo esto se quedó quieta con el carrito en medio de un pasillo, una señora la empujó y Holly golpeó su estómago contra las delgadas barras de metal de este, sacándole el aire por completo.

Las lágrimas comenzaron a asomarse, todo conspiraba en su contra, odiaba sentirse débil, así que ignoró el hecho de que estaba llorando y se apresuró a buscar las comidas enlatadas.

Sentía las miradas de todos sobre ella, su cara se sentía caliente, quería salir de ahí como alma que corre el diablo.

Agarrando las bolsas con fuerza las rompió, dejando caer todo sobre el asfalto, en la entrada del supermercado, sintió morir, comenzaba a marearse, las lágrimas salieron y su respiración se entrecortaba.

–Que idiota, idiota... –susurraba para ella misma– ¿Cómo creíste que todo iba a salir bien...?

–Está bien, estas cosas pasan –una voz que se escuchaba feliz se dirigió a ella– no es motivo para llorar –un chico pálido de cabello rubio le sonrió, tenía la nariz algo roja por el frío.

Es tierno.

–Pensarás que estoy loca por llorar así por esto –esbozó una sonrisa mientras sorbió su nariz.

–Claro que no, yo también amo la pasta y el atún, moriría si me pasara tal cosa –dijo mientras recogía las cosas y las ponía en una bolsa nueva, parecía que acababa de salir de allí también.

–Oh... No tienes que... Gracias.

–No hay problema –le dio una última sonrisa y se alejó.

–Por este tipo de personas debería salir más de casa, que chico más majo –continuó hablando por lo bajo para sí misma.

Una sonrisa se le escapó pensando en lo que acababa de decir, si claro, salir más seguido, claro.

Ryan, mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora