Capítulo 3

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Al llegar a casa sintió como el alma le volvía al cuerpo, por fin un lugar donde encajaba.

Se apresuró a poner agua a hervir, sacó la pasta y la lanzó a la olla.

El departamento estaba realmente frío.

–Esto es increíble, salgo por un par de minutos y esto se congela... –se molestó consigo misma por no tener dinero suficiente para pagar calefacción.

¿No les había dicho que Holly odia el calor y ama el frío? Pues a veces se cansa de no sentir los dedos de lo frío que es el departamento.

–¿Cómo es posible que sea más frío dentro que fuera? –frotó sus manos y las posó sobre el vapor que salía de la olla.

Mientras lo hacía miró detenidamente el lugar, casi se le sale una lágrima al recordar cuando vivía con su madre, ese lugar era realmente acogedor.

Cuando la sangre comenzó a circular correctamente por sus manos se dirigió al escritorio y tomó los papeles que habían sobre este, había estado buscando un trabajo nuevo.

–Veamos... diseñador web, editor, asesor comercial... ¿Docencia? –se preguntó con sorpresa, no sabía que se podía trabajar como docente desde casa.

Sí, era complicado, encontrar un trabajo que se pueda realizar desde casa no es tarea fácil.

–...Traductor, de ese me acaban de despedir –dijo con amargura, su jefe, el señor Carter, bajo la excusa de que Holly era muy tímida, la despidió– Tímida yo ¡Pff! Si sup-

–¡Disculpe, señorita Thomas! –un grito al otro lado de la puerta la interrumpió.

Corrió a la puerta con el corazón a mil, en verdad la había asustado.

–Señor David... que sorpresa –dijo mientras abrió la puerta y se preguntaba por qué nunca tocaba el timbre.

–Solo venía para recordarle sobre los cambios que tendrá el edificio, sé que no importa cuanto le pida que vaya a las reuniones, no irá, –el señor David soltó un suspiro– pero esta vez es necesario que todos vayan.

Holly se sintió mal, nunca había pensado que su opinión fuera realmente necesaria o de gran ayuda para las decisiones que se tomaban respecto al edificio.

–Yo no creo que pueda ir, est-

–Está ocupada, lo entiendo, –le interrumpió el hombre– pero en dos años que lleva aquí nunca ha asistido a una reunión.

Holly abrió la boca en busca de una excusa, pero nada se le ocurrió.

–De acuerdo, ¿Cuándo es? –el señor David procesó las palabras de la joven, no se esperaba esa respuesta.

–El jueves, a las cuatro.

–Entonces... lo veré allá, supongo –se esforzó por sonreír y parecer amigable.

–La esperaremos con ansias –el hombre le devolvió la sonrisa y caminó hacia el ascensor.

Holly bufó una vez cerró la puerta, no podía creer que iría a una de esas infernales reuniones de vecinos.

Un olor la sacó de sus pensamientos.

–¡La pasta! –había puesto el fuego tan fuerte que el agua se evaporó rápidamente, quemando un poco su preciada pasta.

Mientras corría de un lado a otro tratando de arreglar las cosas sintió ser observada, un escalofrío le recorrió la columna al pensar en si se sentirían de esta forma sus vecinos del edificio del frente.

Giró su cabeza a la gran ventana al otro lado de la habitación para encontrarse con un chico mirándola con gracia desde un balcón.

Se sintió ofendida, mortalmente ofendida, luego se retractó, era su culpa por dejar las persianas abiertas.

Aún así... no tiene derecho... –pensó no muy segura, ella hacía aquello todos los días, de una forma mucho menos digna, con vinoculolares y escondida. Aquel chico lo hacía afuera en el balcón y reía abiertamente.

Se acercó a la ventana y miró al chico que estaba recostado en el piso del balcón, no se había fijado, pero ese era el departamento del sujeto 3.

Pero qué rayos... –¿Dónde estaba su querido sujeto 3? ¿Y qué hacía allí ese chico que la observaba de manera tan descarada en el balcón?

Le dedicó un ceño fruncido y cerró las persianas con brusquedad.

–¡Qué sinvergüenza! Mirándome de esa forma, quién se cree...

Sus palabras iban más para el aire que para sí misma, sabía que no tenía ningún derecho a estar enojada ni mucho menos ofendida.

Ryan, mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora