3.- Medio millón

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Conduzco por la carretera a una velocidad de espanto. Mi visión no logra ver las señales bien y mis nervios van a conseguir que me estrelle. Pero no puedo parar. Estoy a menos de 5 km de casa y mantendré la calma. Algún que otro claxon hace que me sobresalte de vez en cuando, pero no freno, hasta llegar al camino que lleva hasta dónde está mi familia. Una vez dentro, aminoro la velocidad hasta aparcar junto enfrente de mi casa.
Bajo precipitadamente del coche, sin cerrarlo, y corro hasta la entrada. Una vez allí busco las llaves, pero con la prisa me doy cuenta de que me las he dejado en el coche. Vuelvo rápidamente y abro la puerta.
-¿Margaret? ¿Estás aquí? -grito, y mi voz recorre toda la estancia, volviendo hacía mi, sin respuesta.
-Liam, hijo si estás escondido sal. Tengo una sorpresa para ti. ¡Liam!- sigo diciendo mientras avanzo hasta la cocina, después hasta el salón, e incluso entro al baño. Nada. Subo a la planta de arriba, tropezando varias veces con los escalones. Registro todas las habitaciones. Cada vez que cierro una puerta, mi horror incrementa.
Solo me queda una habitación. Me paro frente a la puerta. Está cerrada. La abro lentamente. En ella solo veo la cama deshecha de Liam, y sobre ella, una carta.
Corro hasta ella, pero no sin antes mirar dentro de los armarios y debajo de la cama por si mi hijo se había escondido allí. Y por desgracia, no había nadie en el cuarto. Recojo la carta, y me siento en el borde de la cama. La abro lentamente, temiendo el interior.

John, sé que este no era el trato, y lo siento, pero las cosas han tenido que cambiar, y por ello me he llevado a Liam y Margaret. Sé que estarás muy enfadado, pero solo tendrás que ganar ese juicio para sacarlos de aquí. Tranquilo, no les haré nada, a cambio de una pequeña suma de dinero... Necesito medio millón, para el jueves 15, justo un día antes del juicio. Mientras tanto no les haré nada, pero, si por casualidad no me entregas el dinero, seguro que no te apetece que tu hijo crezca manco. Si pierdes el juicio... Bueno, preferirás no saber que pasará.

La letra era de Margaret. Pero tenía un pequeño temblor, probablemente ocasionado por los nervios. Sujeto el papel entre mis manos y de pronto dejo que mi garganta suelte un grito de rabia.

Niebla en las montañas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora