Capítulo 9 (Actualizado el 07 del 08 de 2019)

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Víctor

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En cuanto Víctor estuvo seguro de controlar los movimientos se sacó su espada del dedo y la dejó en la mesa pequeña. Luego de eso se puso a pensar en lo que iba a hacer a partir de ahora.

Lo más lógico sería salir y cumplir la misión de los seyens, proteger a la raza humana, tal y como le había dicho su padre en su día. Sin embargo, estaba claro que lo que le esperaba no iba a ser un camino de rosas. Los ataques de criaturas maléficas que provocaría la atracción traerían como consecuencia batallas que podrían ser muy peligrosas, de ahí venia la necesidad de saber luchar. Pero no solo tenia que saber luchar, tenia que saber vencer, lo que implicaba dos cosas: tener un buen manejo de su arma, lo que implicaba un riguroso entrenamiento (otra vez lamentó la muerte de su padre, él sí que lo adiestraría bien) y saber controlar sus poderes, por si los necesitaba en las batallas.

Lo del entrenamiento lo tenía claro, iba a ser todos los días e iba a practicar con su arma durante un intervalo regulado de tiempo.

El control de los poderes, sin embargo, suponía una gran dificultad para él. Debido a la ausencia de seyens que supiesen de la trasformación de Víctor no había modo de practicarlos, a menos que lo hiciera en humanos. Lo cual implicaba un gran problema si no sabía eliminar el efecto y además no le tentaba nada. Él no quería hacer daño a inocentes. Algunos podría probarlos en los combates con criaturas sobrenaturales, pero eso era jugar sucio. Lo cual, tampoco le parecía bueno.

Mientras le daba vueltas, Víctor pensó que en realidad era afortunado por ser hijo de quién era. Pues, al nacer de la unión de un seyen y de una humana, nunca había sido del todo humano. Siempre había tenido una parte Seyen y gracias a ella se le había revelado, a los dieciocho años, el poder de las ilusiones. Sí, en ese caso había tenido suerte pues, aunque en aquella época el uso de ese poder le resultaba complicado y lo cansaba mucho, con el tiempo había conseguido dominarlo. También el de leer la mente le pareció sencillo de controlar, ayer. Pero Víctor no sabía qué hacer con los demás poderes.

Alguien llamó a la puerta y Víctor enseguida distinguió que se trataba de Mary. Cogió su arma y la guardó en el armario, junto al Yagatán, y lo cerró, antes de que la mujer llegara a abrir la puerta.

—Puedes pasar Mary, ¿ocurre algo? —dijo, entonces, anticipándose. Si Mary se sorprendió de eso Víctor no lo vio y cuando ella entró no había señal de asombro en su rostro.

—Siento molestarle, señor. Pero uno de sus amigos acaba de llamar a la puerta ¿Le hago pasar?—Informó ella. Víctor se extrañó de qué alguien viniera a visitarlo a estas horas, ya que por lo general Dave dormía hasta muy tarde. Aunque claro, Víctor tenía más amigos, ¿cuál de ellos había decidido pasarse por su casa?

—Sí, hazlo pasar —anunció, mientras subía las escaleras en dirección a la entrada de la casa, para ver quién había llegado.

En la puerta, abierta, se encontraba un joven de pelo muy corto y liso rubio claro y ojos azul celeste que Víctor reconoció enseguida, se trataba de Gerard. El encuentro mutuo de miradas provocó una sonrisa en los dos chicos pero fue Víctor quién saludó primero.

—¡Gerard!, ¡Menuda sorpresa! ¿no estás trabajando hoy?

El chico negó con la cabeza.

—Hoy Emil me ha dado el día libre, a pesar de ser sábado. Además no creo que él trabaje tampoco. —Informó, Gerard, en cuanto Víctor llegó a la entrada. Gerard trabajaba en el laboratorio de la guardia civil, que investigaba los asesinatos; examinado cadáveres para después determinar cómo había muerto la víctima.

Seyens: SternDonde viven las historias. Descúbrelo ahora