Aura ©

Epílogo

Dos días después, tras el intenso juicio Uraiel fue liberado de su condena. Y fue entonces cuando me enteré de que él se había sacrificado por mí para salvarme de Las Sombras ya que según él era la única forma de que yo pudiera salir con vida de aquel sitio.

Ahora volvía a tener alas, ya podía volver a volar y había recuperado mi Esencia gracias a él. Él me había devuelto mis alas, algo único y teniéndolo a mi lado volvía a estar completa otra vez y tenerlo a mi lado es lo único que necesitaba.

Posteriormente volví a la Orden de La Luz, justo después de que todo se arreglara. Gabriel me nombró Ángel Superior de la Guardia debido a mi gran valentía, mi buena cooperación y… mi gran imprudencia, pero las cosas no quedaban ahí. A Uraiel lo nombraron Capitán de la Guardia junto con el cargo de protegerme por toda la eternidad, el pago que le impuso Gabriel y que lo consideraba justo debido a lo que había pasado con mis alas.

Ahora mismo nos encontramos en la Sala de Armas, preparándonos para la lucha. Rafael nos acaba de ordenar que eliminemos a unas Sombras que hace poco han conseguido escapar del Abismo así que juntos nos encaminamos hacia el lugar que nos ha comunicado.

El me mira, me coge la mano y juntos emprendernos el vuelo. Uraiel mi ángel y yo nos marchamos de allí volando hasta llegar al otro lado hasta las afueras de La Ciudad de la Luz. En cuanto ponemos los pies en el suelo, me señala el lugar donde se encuentran las Sombras y me da una serie de indicaciones.

-   Tú por la izquierda, yo por la derecha –me ordena.

-   A sus órdenes.

Acto seguido, doy unos pasos en torno a la Sombra que tengo delante de mí y lanzo un mandoble a mi derecha derribando a una. Cuando aparece otra por detrás, en un fugaz movimiento, giro la espada y desaparece en un puñado de cenizas y alzo el vuelo al tiempo que lanzo un mandoble matando a la siguiente.

De pronto, su presencia detrás de mí yo me pego a mi protector y nos quedamos allí, muy juntos cubriéndonos las espalda y protegiéndonos mutuamente.

Y a partir de ahora, ambos continuaremos esgrimiendo nuestras espadas con valentía y nuestros corazones de ángeles guerreros seguirán latiendo juntos al ritmo de la danza de la muerte… por toda la eternidad.

                                                                      FIN