Alma de Ángel

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Ya ha llegado. Y estamos preparados.

Hoy es el día de la batalla, el día en el que lucharemos contra Las Sombras.

Samael ya ha forjado las cien espadas que le pedí, unas con más poder que las que teníamos antes. Durante el trascurso de los entrenamientos, más ángeles se unieron y accedieron a pelear a nuestro lado. Eso no ha dado una clara ventaja ya que ahora somos cien ángeles guerreros dispuestos a salvar a Uraiel y a nuestros compañeros prisioneros… y también vengar la muerte de los caídos.

Poco a poco, todos los ángeles –incluida yo– nos encontramos ante El Portal del Abismo. Todos estamos expectantes y deseosos de entrar y luchar, lo puedo ver en sus caras. Llevamos nuestra armadura, nuestro escudo y nuestra espada y nos movemos, nerviosos ante lo que nos viene encima.

Después de llamar a Eleien, ella baja volando y clava su espada en una pequeña abertura. A continuación hace un giro de 180 grados y recupera su espada sacándola de allí. Lentamente, El Portal comienza a abrirse y tras varios minutos, un agujero se abre ante nosotros al tiempo que una ráfaga de aire gélido se desliza por todos lados haciéndome estremecer.

Levanto la vista y veo que Samael me está mirando con una sonrisa.

-    ¿Tienes miedo? –me pregunta.

Niego con la cabeza.

-    Se avecina una gran batalla –dice a modo de respuesta.

-    Tengo fe en vosotros. En mí.

-    ¿Crees que podemos ganar?

-    No lo dudo ni un instante.

-    Entonces Guardiana, guíanos.

Asiento la cabeza afirmativamente. Después me da la mano y me acerca a él, me agarra por la cintura y me eleva con él. Lanzo un grito de ánimo con fiereza y todos se unen dando gritos de aprobación. Después, todos emprenden el vuelo y se internan en el Abismo.

Nosotros mientras tanto esperamos a que todos crucen El Portal y al final pasamos nosotros con rapidez antes de que se cierre con un fuete sonido y nos deje en la más remota oscuridad. Noto como él, me agarra con fuerza y me lleva en brazos descendiendo durante varios minutos en silencio hasta que me baja y siento el suelo bajo mis pies.

En ese momento, oigo que las voces de los ángeles se transforman en gritos de terror y miedo como si algo los atacara. Sé que Las Sombras ya han empezado a actuar y no podemos  quedarnos de brazos cruzados. Rápidamente saco mi espada de la funda y la empuño con fuerza hacia arriba al tiempo que les grito que muestren sus respectivas armas.

Poco a poco, las luces van apareciendo, una detrás de otra como si de estrellas se trataran. Las espadas brillan de tonos blancos brillantes haciendo que los chillidos ensordecedores de los espíritus oscuros se oigan por todos lados.

La luz es su enemigo y nuestra defensa para defendernos de ellas.

Lanzo un mandoble, iluminando lo que hay alrededor y a pocos metros veo una Sombra. Es una presencia neblinosa de ojos intensamente rojos que me están dedicando una mirada de odio. Corro hacia ella y le asesto un mandoble que provoca que desaparezca en un montón de cenizas.

-    ¡No dejéis que os rodeen! ¡Pelead siempre en grupos! –grito lo más fuerte posible.

De pronto, como si todos los ángeles hubieran estado esperando mi orden, salen corriendo y se lanzan a por Las Sombras que distinguen la oscuridad. Corren y corren asestando mandobles a diestro y siniestro.

Yo lo miro sin decir nada, todo es muy confuso, todo se enfrenta… luz y oscuridad, los dos bandos quedan unidos por un instante, casi rozándose pero no llegan a juntarse del todo. La luz sobre pasa la oscuridad... los guerreros empuñan sus espadas con valentía y orgullo y puedo ver el destello de los filos plateados abalanzarse contra las figuras. Escucho el sonido de las espadas deslizándose y clavándose en los cuerpos de las criaturas al tiempo que los aullidos de las criaturas en una lúgubre antes de que su vida acabe.

Todo es un espectáculo escalofriante, que mantiene un ritmo mortífero y feroz pero a la vez armónico dotándome de una extraña melodía cuando miles de cristales se hacen añicos para luego convertirse en simples cenizas donde el mal muere y provoca el equilibrio del mundo.

Una mano me coge el brazo, instintivamente hago ademán de atacarle pero bajo el arma cuando compruebo que se trata de Samael.

-    No hay tiempo –me susurra– Debemos encontrarlo.

No hace falta que me lo diga dos veces, salgo corriendo rápidamente por la oscuridad dejándolo detrás a lo que él corre más rápido para seguirme el ritmo al tiempo que voy matando a todas Las Sombras que se interponen mi camino. No me detengo y sigo corriendo, él me da fuerzas para seguir adelante y entonces lo veo.

El Portal.

Los recuerdos vuelven a invadirme.

El lugar donde me encontré con Uraiel.

Las emociones emergen y me vuelven a hacer daño provocando que una lágrima, una sola lágrima caiga por mi mejilla que me hace recordar que sigo herida después de todo. Me noto desfallecer pero la espada me sirve de apoyo y me sostengo fuertemente a ella intentando controlar mis emociones.

-    Estás llorando –se percata mi compañero.

Y en ese momento me doy cuenta de que los ángeles no lloran, que estoy herida y no me queda mucho tiempo. Mi Esencia va desapareciendo con más rapidez de lo que yo creía y pronto no seré yo sino una simple humana atrapada en el caos del mundo.

-    Voy a convertirme en humana… –susurro imperceptiblemente– Voy a dejar de ser un ángel… y desapareceré.

El me mira durante unos instantes.

-    Aura, por mucho que tu Esencia desaparezca nunca dejarás de ser un ángel. –apoya la mano en mi hombro– Tienes un espíritu luchador junto con un gran coraje… un alma de ángel. Eres un verdadero ángel y eso no desaparecerá nunca.

Sonrío. Y pensar en él, me ayuda a correr hacia El Portal y saltar junto a Samael antes de que la luz nos trague por completo.

                                                           ****

Caemos los dos de pie.

Y de la nada, una figura aparece, en un fugaz parpadeo agitando sus alas mirándonos de forma desafiante desde las alturas. Es un chico alto y delgado que tiene el pelo rubio y liso, tan extremadamente largo que le llega hasta la cintura.

Sus ojos verdes se detienen sobre mí y me evalúan por uno instantes. Un ramalazo me culpa me recorre y me doy cuenta de que lo amo demasiado, tanto que voy a luchar por él y no me voy a rendir para salvarle.

-    Estas aquí –sonríe de forma maliciosa– Creía que no volverías.

-    Sería romper una promesa. Y no puedo hacer eso.

-    Bien, ahora no tendré más remedio que matarte.

De repente, en un fugaz movimiento, se acerca a mí y veo como su espada cae sobre mí, así que bloqueo su ataque empuñando la mía con fuerza y evito que me dañe, haciendo que las dos hojas, luz y oscuridad, entrechoquen lanzando un ruido ensordecedor que provoca que los oídos me estallen.

Esquivo el ataque y salto hacia atrás, pero Uraiel no me da tiempo a prepararme, se lanza sobre mí atacándome de nuevo con su espada obligándome a alejarme, por lo que me dedico solamente a defenderme de sus mandobles con la mejor destreza posible.

En un momento de esos, veo que su defensa se debilita así que levanto su espada para rechazar su ataque y me agacho para asestarle un mandoble bajo, pero lamentablemente lo esquiva con una increíble ligereza y rapidez.

-    Has mejorado mucho –dice burlón.

-    No es momento para hablar –respondo cortante.

Y entonces me lanzo sobre él, empuñando mi espada con todas mis fuerzas, gritando y luchando e intentando derribar a mi adversario usando mi inteligencia táctica y la destreza que he adquirido en estos últimos días.

Estoy peleando con Uraiel. Mi amigo, mi compañero y la persona más importante de mi vida. Pero ahora se ha convertido en mi enemigo y está dispuesto a matarme.

Y a pesar de eso lo amo.

Mi corazón pertenece a él.

Solamente a él.

Aura ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora