– No... ¡No! – Murmuro entre sueños. Es otra vez esa pesadilla.
Giro en mi cama y uno de los libros de psicología que he estado leyendo hasta quedarme dormida, cae al suelo despertándome de la peor manera posible. Me llevo una mano al corazón y la otra a la cabeza. No puedo creer lo agitada que estoy.
Me dirijo al baño para mojarme la cara y refrescarme un poco. Me miro en el espejo aceptando la dura realidad de saber que ya no podré volver a quedarme dormida esta noche. Miro mi reloj. – Mierda, no son ni las dos de la mañana.
Me cambio de ropa o, mejor dicho, me pongo algo de ropa y me voy a La Boite, el club a dos cuadras de casa que solía estar de moda hasta que hace un par de meses la policía hizo una redada y encarcelaron a todos los traficantes que abastecían de sustancias a la discoteca.
Creo que he bebido demasiado. – En un momento de cordura me detengo en la mitad de la pista de baile. No sé cómo llegué ahí, no sé quién es el chico con el que estoy bailando y no sé quién le dio permiso para tocarme el culo. Lo empujo, pero se ve que no tiene ganas de soltarme.
– ¡Hey, tú, déjala ya! – Escucho una voz grave a lo lejos.
Un puño volador le parte la cara en el aire al chico manos-al-ataque, sin previo aviso. – Parece que la voz estaba más cerca de lo que pensaba.
Me giro para agradecer al dueño del puño volador. – ¿Lucas? – Mi ex no me alcanza a responder cuando el dueño del local, que estaba trabajando tras la barra y viendo toda la escena, se lleva a empujones a la salida a los dos hombres que alborotaban el club.
– No necesito más conflictos con la policía. Háganme el favor y no vuelvan. – Les dice cerrándoles la puerta en las narices.
El barman se abre camino entre lo que para mis ojos parece ser una multitud, volviendo hasta el lugar en el que me encontraba. – ¿Estás bien? – Me pregunta con verdadera preocupación.
– No estoy segura. – Respondo sinceramente.
Austin, – ¿Mencioné ya que el nombre del barman era Austin? – me acompañó de regreso a casa, más específicamente a mi habitación, donde nos besábamos apasionadamente. – Oupss, les advertí que había bebido demasiado.
Me tiré en el lado libre de mi cama cerrando los ojos para descansar un poco, mientras Austin comienza a despejar el otro lado, sacando los libros que tenía repartidos a lo largo del colchón.
Lo siguiente que supe fue que había amanecido cuando el sol que entraba por la ventana me dio de pleno en la cara. Levanto las sábanas y me doy cuenta de que estaba completamente desnuda. Sigo con la vista al brazo que me rodea por la cintura. Austin sigue durmiendo, también desnudo. – Y no poder acordarme de nada... una pena.
Me deshago de su abrazo e, intentando hacer el menor ruido posible, saco ropa de mi armario y me meto a la ducha.
Cuando regreso a mi habitación, empiezo a hacer ruidos a propósito para que el extraño se despierte, pero no lo consigo. Me fijo en su ropa regada por el piso, levanto sus boxers y se los lanzo a la cara. – Buenos días. – Lo saludo, él aún groggy. – Supongo que llegas tarde al trabajo.
– ¿Hoy es jueves? – Pregunta medio confundido.
– Sí.
– Hoy no trabajo. – Responde acomodándose en mi cama.
– Va a ser que yo sí.
– Vale, vale... ya entendí. – Austin se viste sin importarle que yo estuviese presente mientras lo hacía. Apenas terminó, lo acompañé hasta la puerta, ansiosa por quedarme sola. – Oye, que tú no me has dado tu número de teléfono y yo no te he dado el mío... – Recuerda cuando estoy por cerrar la puerta tras él.
Me encojo de hombros. – ¡Qué pena! – Respondo irónicamente, cerrándole la puerta en la cara. – Vaya, hoy sí que me he graduado de zorra.
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Mis vidas contigo
Ficción GeneralSarah es una joven que desde hace unas semanas no puede dormir, o mejor dicho, no la dejan dormir. ¿Quién es ese hombre que se cuela en sus sueños volviéndolos pesadillas? ¿Quién es aquel que la persigue noche tras noche... vida tras vida? Adam...