Sigo el consejo de Emily, decido darle una oportunidad y accedo a una cita con Adam. Acepto en parte porque estoy cansada de correr del amor y en parte porque ya no me puedo negar el querer estar cerca de él. Anoche, me extrañó la electricidad que generábamos cuando nos rozábamos, las cosquillas cuando lo siento cerca, su aura que me calma y sus besos, sus besos me mantuvieron despierta toda la noche en la espera de volver a hipnotizarme con ellos.
Quedamos en un parque. – Necesito que sea en un lugar público, no me siento lo suficientemente confiada como para encontrarme con él en un lugar más íntimo. – Me excuso a mí misma.
Camino nerviosa al encuentro, no sé por qué tengo tanto miedo. Me sudan las manos, tengo la boca seca y la adrenalina que se acumula en mi sangre me prepara para salir corriendo.
Lo busco con la mirada y me lo encuentro allí, sentado bajo un árbol, sobre un mantel a cuadros y dándome la bienvenida con esa sonrisa que me derrite. El miedo que dominaba mi estómago repentinamente se convierte en mariposas, pero las nauseas no desaparecen.
– Hola. – Saludo con un hilo de voz.
– Hola. – Responde con la confianza que a mí me falta, dándome una mano para que me siente a su lado.
– Me das una. – Apunto a las fresas que tenía en un bote.
– Las que quieras. Todo lo que traje es para ti.
– Si me hubieses avisado y no pedía postre en el restaurant. – Le sonrío recostándome sobre el mantel.
Nos quedamos en silencio. Yo, incómoda, ocultando mi mirada en las nubes y él, intentando recuperar la confianza que alguna vez le investí ciegamente.
– ¿Cómo funciona... lo tuyo? – Pregunto de súbito, rompiendo el silencio.
– Normalmente voy recordando de a poco, cerca de los ocho años. A veces son sueños, otras veces, mientras leo un libro o cuando veo a gente que ya he conocido en el pasado y de repente todo coincide. – Contesta sin quitarme la mirada de encima.
– ¿Cómo te acordaste de mí esta vez? – Lo enfrento.
– Soñaba contigo... con nosotros... y cuando encontré a Connor todo se hizo claro. Puede que tu cuerpo y tu rostro cambien, que tu nombre sea diferente, pero siempre eres tú.
– ¿Cuándo fue la última vez que nos vimos? Digo, antes... ya sabes.
– Ese día en en nuestra cama. Morías de cáncer, ya lo viste. – Responde con un dejo de dolor que comienza a romperle la voz. Le tomo la mano para darle ánimos. – Eras tan joven. No sabía si habías escuchado las últimas palabras, sentir el último beso. Estaba preocupado porque quería que murieras en paz, sin miedos y sabiendo que algún día volvería a ti.
Una lágrima solitaria recorre mi mejilla. Ya no me importa nada. Le creo.
Adam se me acerca tímidamente y me besa. Al principio me dejo llevar, pero pronto lo detengo.
– Espera, necesito respuestas. – Le digo apartándome de él.
– Adelante, pregunta lo que quieras.
– ¿Por qué te fuiste a la guerra? ¿Por qué me abandonaste?
– Porque era demasiado difícil para mí estar a tu lado y no poder besarte. Saber que para ti siempre sería tu hermano. Ya estabas creciendo y no quería tener que verte con otros hombres, no podía, pero tú tenías que continuar con tu vida. Sé que suena enfermo, pero para mí nunca fuiste mi hermana, nunca te pude ver como una hermana. Estamos hechos para estar juntos y esa vida fue un error del destino. Hablé con Connor y se lo hice entender. Para él no fue tan difícil como para nuestra madre. Sé lo triste que estaba. Los amaba tanto, creo que son los mejores padres que he tenido jamás, pero te amaba más a ti. – Hace una pausa. – Siguiente pregunta.
– Dijiste que necesitabas hacerme venir a ti, ¿como lo conseguiste?
– Connor me ayudó.
– Espera, ¿le contaste a Connor sobre nuestra historia antes de que yo me enterara? – Le pregunto sorprendida.
– Connor sabía sobre lo nuestro, pero no porque yo se lo haya contado.
– No te estoy entendiendo. – Le digo confundida.
– A Connor lo reencontré hace unos 10 años. Siempre nos hemos llevado bien. Él es el único que conozco que es capaz de entenderme, por eso no fue tan difícil convencerlo de que me dejara ir a la guerra.
– Espera, ¿estás tratando de decir que Connor es como tú? O sea, ¿él también puede recordar?
– Sí, él puede recordar. Pero no es como yo, es mejor. Connor siempre sabe cómo acercarse a Emily, cómo conquistarla y volver a ella. Le pedí que me dejara verte, por eso organizó la fiesta de disfraces. Necesitaba verte y saber si al fin podrías recordarme. Me besaste y luego desapareciste. Sentí que te perdía una vez más. Luego, no sabía cómo hacerte venir a mí, hasta que le comentaste a Connor lo de tus "sueños" y me llamaste y, por primera vez, comencé a pensar que podría ser que empezaras a recordar y, bueno, del resto te encargaste tú solita.
– Recuerdo el día después de la fiesta, desperté desesperada. No recordaba nada de la noche anterior. Ya no había fiesta, ni invitados. Sólo yo, mi resaca y el sueño...
– Recuerdo. Es un recuerdo. – Me corrige feliz. – Prometiste que me recordarías, y cumpliste con tu promesa.
– O al menos lo intenté.
Adam vuelve a besarme otra vez y yo lo vuelvo a detener.
– Hay algo que he querido saber desde antes de conocerte.
– ¿Desde antes? –Me pregunta sorprendido.
– Sí, ¿cuál es la verdadera historia sobre tu marca de nacimiento y tu examen de grado?
– Oh, eso... verás, en esa vida en la que decidí ir a la guerra... En esa vida morí por culpa de un disparo y en esta vida nací con una marca en el mismo lugar en que golpeó la bala. Es como si fuese una cicatriz de una herida del pasado que tuviera que aprender a curar en esta vida.
– No estoy entendiendo.
– ¿Recuerdas esa marca en tu frente? – Me toco el lugar indicado. – ¿No habías notado que comenzó a borrarse después de tu primera regresión?
Saco un espejo de mi cartera y compruebo que la marca ya no existe. – Es impresionante. No me había dado cuenta.
– Bueno, volviendo a la historia, el día del examen me quedé dormido y decidí que lo mejor sería desaparecer por un tiempo y, cuando volví al cabo de unos meses, hablé con la decano y le dije que no había podido dar el examen porque me habían disparado. Le mostré la marca y me dio una semana para preparar el examen. – Adam sonríe satisfecho de sí mismo.
– ¿Puedo verla?
Adam abre su camisa dejando entrever en su pecho una marca circular con textura de quemadura. – Parece que tuvieras un tercer pezón.
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Mis vidas contigo
Genel KurguSarah es una joven que desde hace unas semanas no puede dormir, o mejor dicho, no la dejan dormir. ¿Quién es ese hombre que se cuela en sus sueños volviéndolos pesadillas? ¿Quién es aquel que la persigue noche tras noche... vida tras vida? Adam...